Cuatro meses después de la primera tentativa, el proyecto de ley de amnistía por fin verá la luz. El Congreso de los Diputados ha levantado el veto del Senado a la medida de gracia este jueves, bajo la atenta mirada del exdirigente -por el momento- de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Oriol Junqueras, y el secretario general de Junts per Catalunya, Jordi Turull, que han presenciado el Pleno desde la tribuna de invitados de la Cámara Baja y ponían sobreaviso de que este blindaje parlamentario no evitará futuros torpedeos del "partido judicial reaccionario". 

La ley de amnistía, que ha recibido el visto bueno del Congreso este jueves, podría publicarse este mismo viernes en el Boletín Oficial del Estado (BOE), entre un maremágnum de críticas y avisos de posibles injerencias de la cúpula judicial. Por ese sendero han transitado la mayoría de intervenciones del debate, especialmente desde los grupos independentistas y de izquierdas de la Cámara. Coinciden todos ellos en remarcar la filtración del "manual del prevaricador" que algunos magistrados han preparado para torpedear el recorrido de la medida de gracia en los tribunales. Un documento que atenta contra el spiritus legis del articulado, tal y como exponía el diputado de EH Bildu Jon Inarritu.

Abría fuego con tales advertencias el coportavoz parlamentario de Podemos, Javier Sánchez Serna, quien entiende la ley de amnistía como la prueba irrefutable de que, cuando existe “voluntad política”, se pueden aprobar leyes que “hace poco se consideraban imposibles”. No obstante, el articulado es sólo “el principio”, pues ahora entra en juego un “partido judicial reaccionario” que sigue haciendo política en España y que intentará torpedear su aplicación. Por ello, ha urgido a Sánchez a que ese punto y aparte de finales de abril cristalice en medidas palpables para poner coto al lawfare y, de paso, extienda alguna propuesta para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).

Contra el espíritu de la ley

Abundó en la tesis dominante del pleno el portavoz de Justicia de Bildu, Jon Inarritu. El diputado abertzale considera que ha llegado la hora de “desembarrar” y que, dando por sentado que la amnistía no entierra el problema, sí mejora el ambiente de la política española y crea un “clima de confianza y respeto” para sentar las bases de la cuestión territorial de cara al futuro. Una “oportunidad” para afrontar el debate autonómico desde el punto de vista del “diálogo y la negociación”. Aun con todo, ha resaltado que aún existen reductos en la política española que se creen “el Cid Campeador o Don Pelayo” y que no cejarán en su empeño de “poner palos en las ruedas”, incluyendo a la plataforma judicial que ha distribuido el “manual del prevaricador” para atentar contra el espíritu de la normativa.

Néstor Rego (BNG) dio las primeras pinceladas del boceto de una España que padece “un déficit democrático” derivado de los años de la Transición. Para el nacionalista gallego, la medida de gracia no es sino una “lección de firmeza democrática” frente al “inmovilismo de la derecha”, además de abrir una brecha de “democratización en el Estado”. Una tesis sobre la que se cimentó una parte de la intervención de la portavoz de Junts. Míriam Nogueras hacía alusión al “todo atado y bien atado” del Régimen del 78, situándolo como principal derrotado con esta votación. Guante que ha recogido su homólogo republicano, Gabriel Rufián, advirtiendo que jueces como Manuel García-Castellón “no van a cumplir la ley”.

Día histórico

Pero advertencias de lawfare aparte, los portavoces soberanistas coinciden en que es un día de celebración, pero también de “derrota”. La primera atribuible al “Régimen del 78” y el triunfo de aquellas “gentes, alcaldes, concejales, concejalas y personas de a pie que protegieron las urnas con su vida” frente a la “burrada” auspiciada por el Estado español. Así lo expuso un Gabriel Rufián que personificó sus agradecimientos, en primer término, a los nombres propios de aquel 1 de octubre, comenzando por un Carles Puigdemont que lideró aquel “Govern valiente”, pero también de Oriol Junqueras -presente en la Carrera de San Jerónimo- y el resto de líderes procesistas que fueron procesados por el Supremo.

Rufián ha enarbolado la bandera de un independentismo “unido”, sabedor del daño que los últimos comicios catalanes dejaron en este espectro ideológico. Pero abogó por dejar a un lado las “luchas intestinas” entre Junts y ERC para mirar a un futuro que estará marcado por un “referéndum”. Así, lo verbalizó el portavoz republicano, reafirmándose en que su formación no estaba equivocada, sino “muy sola”.

Su homóloga neoconvergente enterró el hacha de guerra en clave territorial con sus adversarios históricos, porque lo “determinante” es el “reconocimiento nacional de Cataluña”. Dejó espacio para la autocrítica en su discurso, destacando que el espectro independentista tiene que “reconstruirse” porque es la nación catalana lo que “está en juego”, parafraseando a Carles Puigdemont. "Seguimos aquí y mientras los catalanes no alcancemos la plena libertad seguiremos luchando”, remató.

Vox dinamita el debate

El triunfalismo del bloque de la investidura quedó en suspenso tras la intervención del líder de Vox, Santiago Abascal, cuyo discurso provocó que Gerardo Pisarello, portavoz de Sumar en el debate, reclamara un minuto por alusiones. El magenta censuró en su intervención previa la foto del ultraderechista español con el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, lo cual motivó a Abascal para, en su turno, afear las “lágrimas de cocodrilo” de la izquierda por Gaza, los “insultos” al presidente de Argentina, Javier Milei, y a la primera ministra italiana, Giorgia Meloni.

Pisarello pidió la palabra, pese a que Abascal no mencionó su nombre. La presidenta de la Cámara, Francina Armengol, le concedió un minuto en el que vinculó a Vox con el “neofranquismo” y lanzar una advertencia clara y rotunda a la ultraderecha: “No aceptamos lecciones de señoritos que siempre han vivido del cuento y se reúnen con el carnicero de Rafah”. Palabras que no fueron bien recibidas por los ultras, pues uno de sus portavoces, José María Figaredo, pidió la palabra “por alusiones”. Sin embargo, la expresidenta balear no se la concedió, desatando una oleada de gritos e improperios de la bancada de extrema derecha tales como “traidor”, “corrupto” e incluso soflamas racistas como “sudaca” o “tucumano”.

Armengol se vio obligada a llamar al orden a varios diputados de Vox, mientras los insultos no cesaban e interrumpían la alocución del portavoz socialista Artemi Rallo. “Intentemos no dar este espectáculo, que la gente no se lo merece”, rogaba la presidenta del Congreso de los Diputados, al tiempo que remarcaba que “esta mala educación no lleva a ningún sitio”. El tsunami de descalificaciones perdió fuerza, hasta que el diputado del PSC retomó su intervención para calificar de “neofascistas” y “filonazis” a los parlamentarios de Vox, desatando una nueva oleada de protestas, que no tardaron en calmarse.

Pinza a Feijóo

El líder de la oposición salió a “dar la cara” en la defensa del ‘no’ conservador a la Ley de amnistía, pero su intervención ya estaba marcada por el efecto de la pinza Ayuso-Abascal. La presidenta madrileña, neutralizaba el alegato del jefe de los populares desde el atril anunciando que todas las autonomías del Partido Popular presentarían un recurso de inconstitucionalidad ante el Tribunal de Garantías. De nuevo, Sol se adelantó a Génova.

En paralelo, se cernía un nuevo capítulo de la pelea que mantienen Vox y PP durante todo este ciclo electoral. Los de Feijóo buscan hacer mella a la ultraderecha desde los comicios catalanes. La historia no es diferente en estos, de ahí que sendas formaciones escenifiquen posiciones divergentes y no renuncien a la pelea con espadas pese a no perder de vista a “Sánchez como enemigo común”. Por ello, Abascal urgía a Feijóo a retirar el apoyo al PSOE en Bruselas y “poner un cordón sanitario a quienes son aplaudidos por el régimen de Irán y Hamás”.  

Pero el líder conservador, como su homólogo ultra previamente, centró el tiro en la figura de Sánchez y en el “fraude electoral” y de “corrupción política” que perpetraban los socialistas este jueves. “El PSOE ha firmado hoy su acta de defunción”, advertía el presidente del Partido Popular, quien sostuvo su argumentación sobre la investigación de la trama de las comisiones de mascarillas y el proceso judicial sobre la esposa del presidente, Begoña Gómez.

Feijóo ha recriminado a Sánchez que “nunca” haya subido al atril para defender la ley de amnistía, como tampoco, continuaba, se atreve a “someterla al conjunto de los españoles” en las urnas. “No se atreve porque sabe que no cuenta con aval ni jurídico, ni social ni moral”, remataba. “Si tan buena es, retírela, inclúyala en su programa electoral, presuma en toda España de ella, convoque a la gente, hágalo a lo grande. Convoque elecciones y escuchemos a todos los españoles qué opinan de este fraude de ley”, exigió el jefe de la oposición mientras se dirigía hacia la bancada socialista para que se preguntara “por qué es tan cobarde que ni siquiera comparece aquí hoy”. Poco después, el jefe del Ejecutivo hacía acto de presencia en el Hemiciclo para la votación por llamamiento, que se ha saldado con el levantamiento del veto a la norma y la posibilidad de que ésta se publique en el BOE este mismo viernes, dando por zanjado su sempiterno trámite y pasando la pelota ahora a la temida cúpula judicial.

Síguenos en Whatsapp y recibe las noticias destacadas y las historias más interesantes