Los precios de las materias primas energéticas están disparados. Una realidad que los mercados experimentan desde hace meses y que se ha intensificado en las últimas semanas. No solo la electricidad toca máximos históricos en los mercados -este jueves se situará en los 189,83 euros por megavatio hora, solo superado por los 189,90 euros/MWh de este miércoles- sino que el resto de materias primeras energéticas experimentan un alza similar.

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Es el caso del gas natural, cuyos futuros ya rozan la cotización de 200 dólares por megavatio hora en el mercado europeo, en concreto en los 195,38 dólares, y que precisamente marca el encarecimiento del precio de la luz en el mercado mayorista. Estos niveles de cotización difieren mucho de los 45 dólares/MWh en los que cerró el gas natural en 2020.

¿A qué se debe el encarecimiento del gas? Políticos y expertos coinciden en el origen del problema, tanto del gas natural como del resto de materias primas: las tensiones internacionales entre la oferta y la demanda. En este caso, el aumento de los precios del gas corresponde a las tensiones en el mercado internacional por las tormentas que se producen en el Golfo de México y las peores previsiones de cara al futuro.

En los primeros días del otoño para el hemisferio norte, Europa arranca la nueva temporada con las reservas de gas natural en niveles inferiores a los habituales, un 71% de su capacidad frente al 92% de la medida de los últimos cinco años, según las cifras desveladas por Bloomberg. Y no solo es un problema europeo ya que la demanda de gas natural también se ha disparado en China.

Cualquier movimiento en China tiene su consecuencia a nivel mundial, y esto no iba a ser menos. Así, la mayor demanda de gas natural en el país asiático ha abierto una guerra entre las grandes potencias mundiales por el aprovisionamiento de la materia prima. En el lado contrario, Estados Unidos tiene sus plantas al límite de capacidad, siendo el mayor proveedor de gas a nivel mundial, con precios máximos en sus mercados.

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Efecto dominó: gas, carbón y petróleo

Casi como un efecto dominó, el encarecimiento del gas natural en los mercados internacionales provoca subidas en el precio del resto de materias primas energéticas, en este caso sucias. El carbón también se dispara hasta máximos de hace 13 años en Europa, ante el movimiento de China de intentar aumentar las reservas de cara al invierno, uno de los mayores consumidores de esta materia prima.

No solo China quiere más carbón para pasar el invierno -consecuencia de la menor oferta de gas natural- sino que también las eléctricas europeas buscan adquirir más para evitar futuros problemas de desabastecimiento. Una tendencia que coincide en el tiempo con el cierre de fábricas, precisamente por estos problemas de suministros.

En este efecto dominó aparece un tercer perjudicado: el petróleo. El barril de referencia en Europa, el barril de Brent, ya se acerca a los 80 dólares, en concreto en los 77,91 dólares, en máximos de hace tres años. Unos precios muy diferentes a lo que ocurrió durante la pandemia y que no han dejado de subir desde la progresiva apertura y el fin de las restricciones.

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A la mayor movilidad, y por tanto, mayor repostaje en gasolineras, se le suma el encarecimiento del precio del gas natural en el mercado mayorista como otro de los factores para aumentar su coste. En lo que llevamos de año, el barril de Brent ya se revaloriza un 52%, una subida que coincide con la temporada de huracanes en el Golfo de México. Los desastres naturales provocan la paralización de las exportaciones de gas y petróleo por los daños en las plataformas extractivas y en los oleoductos.

Una más: los precios de los derechos de emisión de CO2 están disparados

Lo que empieza con el encarecimiento del gas natural y termina con la subida del carbón y del petróleo se suma a otro de los problemas clave al hablar del aumento del precio de la electricidad en el mercado mayorista: el precio de los derechos de emisión de CO2. Este último factor es decisivo en el precio de la luz y, como todos los anteriores, también está en máximos.

En este caso, los derechos de emisión de dióxido de carbono ya han superado los 64 euros por tonelada por primera vez en su historia. Y tiene una explicación: el miedo al desabastecimiento por los problemas en la oferta lleva a un mayor uso de fuentes energéticas contaminantes, por ejemplo carbón o petróleo, por lo que la demanda de derechos de emisión se dispara.

Una cadena de subidas, que no prevé parar con la llegada de las bajas temperaturas propias del otoño/invierno, y que terminará por perjudicar a los consumidores en sus facturas energéticas, no solo de la electricidad. Políticos, expertos y analistas coinciden en sus estimaciones y no prevén que las subidas de la luz reviertan su tendencia hasta la primavera de 2022. En el caso de las demás materias primas, todo apunta a que la llegada del frío hará despegar, más aún, sus precios.

Esto sucede en la primera semana del otoño -en España entró el pasado 22 de septiembre- y con temperaturas todavía suaves en gran parte del territorio, sin necesidad de encender calefacciones. Ante esto, Gobierno y eléctricas ya se han puesto en marcha y han aprobado una serie de medidas que, por el momento, pasan por frenar el impacto de las subidas del precio de la luz en el recibo final de los consumidores.

Por un lado, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, liderado por Teresa Ribera, ha aprobado un plan de choque con reducciones fiscales, limitación de beneficios para las empresas eléctricas o iniciativas para proteger a los más vulnerables. Unas medidas que podrían suponer hasta el 30% del ahorro en la factura.

Por otro, las empresas eléctricas -en medio de una guerra con Ribera por el anuncio de limitar sus beneficios- han lanzado sus tarifas fijas para sus consumidores que prometen estabilidad ante las subidas constantes del precio de la luz. Es el caso de Naturgy, mientras que Iberdrola y Endesa han reforzado las campañas de sus tarifas fijas ya existentes.