La economía fue un paciente más afectado por la crisis del coronavirus. Aún recuperándose de las consecuencias derivadas de la pandemia y el confinamiento, la economía europea no tardaría en recaer a causa de una nueva enfermedad, la guerra en Ucrania. Con una Europa aún convaleciente y con una inflación que ya se estaba disparando, el debate entre los defensores de la transitoriedad inflacionaria y los que alertaban de un fenómeno más profundo ya se encontraba en boca de los expertos, incluso antes de la “operación militar especial” del Gobierno ruso. Con un otoño imprevisible que, sin duda, estará marcado por la evolución de la inflación, la pregunta es inevitable ¿es posible que Europa evite la recesión?

La decisión de Moscú de suspender temporalmente el suministro de gas a Alemania ha disparado el precio del gas hasta los casi 300 euros por MWh, ante el temor de que el corte anunciado sea definitivo. Los datos de este martes apuntan a una contracción de la actividad empresarial en toda la eurozona, cuyo dato preliminar del índice compuesto de gestores de compra (PMI) se sitúa en 49,2 puntos, desde los 49,9 de julio, datos que se ceban especialmente con Alemania y Francia.

Por otro lado, la pugna entre el dólar y el euro no se toma vacaciones durante agosto. El euro cae frente al billete verde, tocando mínimos no vistos desde hace dos décadas, perdiendo de nuevo la paridad durante este martes, tras la anterior caída de julio, lo que encareció la compra de energía en los mercados internacionales que operan con el dólar.

La banca alemana ya se prepara para alcanzar una inflación de dos dígitos durante el otoño, que actualmente se sitúa en el 7,5%. Ni siquiera el tiempo acompaña a la recuperación europea, la fuerte sequía que sufre el Viejo Continente ha secado pantanos y ríos reduciendo la producción hidroeléctrica cuando más se necesita. Las autopistas acuáticas europeas se secan, dejando el Rin prácticamente innavegable dificultando el transporte de mercancías. Con la falta de energía y los problemas logísticos, la recuperación de Europa está cada vez más lejos.

Las aperturas de los informativos que abrían con nuevos datos sobre la pandemia han ido dando paso de forma paulatina al precio del megavatio y a los movimientos de la guerra. El Brexit no ha librado al Reino Unido de los efectos de la inflación que lastra a Europa. El banco estadounidense Citigroup predice una inflación del 18,6% para el Reino Unido en 2023. Mientras las previsiones para Gran Bretaña no mejoran, la situación en Bélgica tampoco lo hace. El primer ministro belga, Alexander de Croo, ya advertía durante el lunes de que se esperan entre cinco y diez inviernos complicados.

El oxígeno que puede aportar la temporada turísticaanimada por millones de viajeros aún ávidos de recuperar el tiempo perdido durante el confinamiento, tampoco está siendo capaz de aliviar la situación crítica en la que se encuentra el Viejo Continente. La falta de trabajadores suficientes para atender el recuperado aluvión de visitantes, unido a las huelgas de la aerolíneas de bajo coste, están obligando a cancelar miles de vuelos.

La teoría de que la historia es cíclica se hace patente en la situación actual e invita a mirar a pasadas crisis económicas. La empresa de investigación económica independiente Capital Economics apunta que, para la mayoría de la eurozona, el impacto de los altos precios del gas será mayor que el del petróleo en las crisis de 1974 y 1979, ambas seguidas de sendas recesiones.

Enfriar la economía para calentar el invierno

El impacto de los altos precios de la energía y la creciente inflación derivada de este hecho hacen que el poder adquisitivo de los consumidores se vea claramente afectado. Los altos precios, que ya se han trasladado a todos los ámbitos de consumo están obligando a las familias a tomar medidas para proteger sus bolsillos. Todo ello unido a la debilidad del euro y a un IPC disparado en la eurozona, que alcanza un 8,9%, han presionado al Banco Central Europeo (BCE) a que suba medio punto los tipos de interés. El organismo no descarta una nueva subida para el próximo septiembre, aunque eso suponga enfriar la economía afectando en el alza del euríbor, que se sitúa ya en el 1,4%, encareciendo las hipotecas variables.

La principal amenaza que puede abocar a Europa a una recesión es el precio de la energía. No obstante, existen teorías esperanzadoras que apuntan a que los altos precios energéticos se derivan de la invasión rusa a Ucrania, lo que apunta a que la situación es coyuntural y, por tanto, transitoria. Sin embargo, el conflicto armado no apunta a una solución a corto plazo. A esto se suman los cambios estructurales que se hallan ya en marcha para cumplir con los objetivos climáticos acordados con Bruselas, que ya obligan a una reconversión de las industrias más contaminantes, dificultando aún más la independencia del gas ruso.

Este cúmulo de factores abocan a Europa a asomarse al abismo de la recesión. El Viejo Continente ya se está blindando, tomando medidas de ahorro energético para intentar reducir la inflación y ahorrar una energía cada vez más cara. Los ministros de energía de la UE ya acordaron reducir el consumo energético en un 15%, un 7% para España y Portugal, para evitar que un otoño decisivo se convierta en un otoño recesivo.