De Domingo de Ramos a Domingo de Resurrección. Ese era el plazo que el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, se había concedido para decidir si finalmente adelantaba las elecciones este martes y las fijaba para el próximo 12 de junio. Finalizado el plazo, y tras una semana en la que el dirigente popular se ha dejado ver visiblemente orgulloso en su condición de “hombre de trono” procesionando al Cristo de la Exaltación, una de las imágenes titulares de las Reales Cofradías Fusionadas de San Juan de Málaga, el presidente aún no ha decidido si se da algo más de margen.

Un tiempo que servirá a Moreno Bonilla para dilucidar cuándo se abre un calendario electoral en España que empezará en Andalucía y servirá de telón a una campaña sin freno, con autonómicas, municipales y generales a finales de 2023 o principios de 2024, siempre que Pedro Sánchez cumpla su palabra de evitar cálculos electorales y agotar una legislatura que avanza con paso firme en lo legislativo y altibajos en las encuestas.

Por el momento, fuentes cercanas al presidente andaluz barajan tres fechas: la inicial, decidida a contrarreloj y a rebufo por las buenas vibraciones que desprende la demoscopia, implicaría que Moreno Bonilla disolviera el parlamento andaluz este martes sacando las urnas el domingo 12 de junio; por el contrario, de darse algo más de tiempo, el aspirante a revalidar el cargo podría decidir disolver la cámara de las Cinco Llagas cualquiera de los dos martes posteriores, fechando así la festividad de la soberanía popular para el 19 o el 26 de junio. Por el momento, un retraso mayor se descarta por la llegada del verano, que, a tenor de lo que suele indicar la lógica electoral, implicaría una reducción de la participación que el PP no considera positiva para sus aspiraciones.

Con el PP decidiéndose entre festividades -elegir la última de las fechas posibles antes del verano implicaría convocar el 3 de mayo, en plena feria de abril-, desde Ciudadanos, socio de coalición y aspirante a conseguir mantener el orgullo con algún diputado que sobreviva a una defunción por fascículos, presionan para agotar la legislatura y mantener viva una unión que consideran fructífera y que aguanta más por imagen que por pragmática desde hace seis meses, cuando Vox, sabedor de que en sus votos está la llave de cualquier mayoría, decidió presentar una enmienda a la totalidad de los presupuestos dando por finalizada una legislatura a la que solo le queda el broche de Moreno Bonilla.

Y es precisamente en Vox donde recaen el grueso de las miradas. Incluidas las del PP. Fuentes de la máxima confianza de Moreno Bonilla, de hecho, una vez concluido el congreso del PP que se celebró en Sevilla el primer fin de semana de abril, avisaban de que la decisión sobre el adelanto electoral aún no estaba fijada, llegando a decir que en aquel momento el equipo se decantaba por esperar al mes de octubre para ver si el suflé de la extrema derecha se reducía después de que Alfonso Fernández Mañueco, en una decisión muy cuestionada desde Andalucía, decidiese convocar elecciones en Castilla y León dando vida a Vox y obligando a los populares a abrir definitivamente las puertas a los de Abascal entregando la presidencia las Cortes, la vicepresidencia de la Junta y tres consejerías.

Más preocupados por la extrema derecha que por la izquierda, a la que por el momento, fruto de su desunión y de un socialismo en estado de recomposición, aprecian como inofensiva, estas mismas fuentes creen que el voto de Vox sigue consumándose y deberán decidir si apostar por el liderazgo de su propio líder o jugarse todas las cartas a un entendimiento posterior que los de Abascal prometen no poner fácil: “Lo importante no es si se presenta Macarena Olona. El ejemplo de Castilla y León demuestra que el voto de Vox es transversal independientemente de quién sea el candidato”.