"Quiero dar las gracias a los más de siete millones de personas que nos han votado. Hemos sacado más votos y más escaños que hace cuatro años. Gracias de corazón". Con estas palabras celebró hace, este martes, un año el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, desde la calle Ferraz. Allí coronaba un escenario austero colocado en la puerta del cuartel general de los socialistas, donde las previsiones eran bajas, muy bajas. Pero todo dio la vuelta en solo unas horas, logrando una mejoría de los resultados y opciones reales de volver a sentarse en La Moncloa.

De hecho, los españoles fueron "muy claros", como el propio Sánchez dijo ante los simpatizantes que se congregaron con banderas rojas ante la sede, dando algo de color y festividad a lo que se tornaba algo menos que un drama político. "El bloque involucionista que planteaba una involución total ha fracasado, ha salido derrotado. Somos muchos más los que queremos que España avance y así seguirá siendo", dijo ya entonces con tono triunfalista. Finalmente ha sido así, y mientras Sánchez ha vuelto a la bancada azul, el PP de Feijóo ha logrado poco más que aplausos.

Sánchez y una cronología presidencial de vértigo

El 29 de mayo, en plena resaca electoral y con pocas horas de sueño, como evidenció con gracia la periodista Ángels Barceló, el presidente del Gobierno anunció su decisión de adelantar las elecciones generales, previstos para diciembre de 2023, por los malos resultados cosechados por el PSOE en las autonómicas y municipales del 28 de mayo, cuando el Partido Popular tiñó de azulado casi todas las regiones.

Algo parecido se preveía para las generales. Las encuestas apuntaban a que Alberto Núñez Feijóo iba a estar por encima de los 140 escaños y casi el 35% de los votos. Con Vox podría superar la mayoría absoluta de 176 asientos y gobernar el país. Pero la alegría y la euforia pasó de Génova a Ferraz en cuestión de horas. Cabe destacar que el sondeo que más se acercó a la realidad fue, contra todo pronóstico, el CIS.

Muchos aseguran que acercarse a los jóvenes con su asistencia al pódcast de La Pija y La Quinqui o su foto con su perro pudo dar la vuelta a las previsiones, añadiendo una nueva entrada a su manual de resistencia personal. Pero sea como fuere, la realidad es que el PP ganó las elecciones con 137 escaños y el 33,06% de los votos mientras el PSOE sumó cuatro a los que ya tenía, hasta los 121. La clave del encaje de bolillos fueron los ultraderechistas, que lograron 33 diputados y el 12,38% de los votos.

De esta forma, la suma de PP y Vox se quedó a seis escaños de la mayoría absoluta mientras que el PSOE y Sumar tenían opciones reales de lograr la investidura. Eso sí, para hacerlo tenían que contar en el pactómetro con los partidos nacionalistas catalanes, en especial a Junts per Catalunya. Pero antes Feijóo se presentó a una investidura fallida desde el principio. Era 29 de septiembre de 2023 cuando el dirigente popular perdió la segunda y última votación tras no lograr los apoyos necesarios. A su juicio, no fue presidente porque no cedió a las exigencias.

"No soy presidente porque no quiero"

"Yo no soy presidente porque ni me vendo ni vendo a los españoles", dijo en su intervención en la Cámara baja dos meses después, en la investidura de Sánchez. El socialista desató las risas en el Hemiciclo dando la vuelta a esta frase y acusando al popular de esgrimir un "no soy presidente porque no quiero". Esta frase le ha traído muchas réplicas al presidente del PP desde entonces mientras sus opciones se diluyeron del todo cuando, el 24 de octubre, PSOE y Sumar firmaron el pacto de gobierno de coalición, donde ya entró en juego la polémica ley de amnistía.

Esta norma era clave para asegurar su continuidad en la Moncloa con los independentistas catalanes, ERC y Junts. Ambas formaciones exigieron a Sánchez impulsar una legislación que cerrara el capítulo de enfrentamientos en los políticos nacionalistas y el Estado por el referéndum del 1 de octubre, algo que apoyaron tanto los socios como los socialistas apelando a la "convivencia entre españoles". Así lo defendió el propio candidato a la reelección entonces ante los pesos pesados del PSOE el 28 de octubre.

Y dos días más tarde se consumó. El 30 de octubre el número tres del PSOE, Santos Cerdán, se trasladó hasta Bruselas para negociar con Carles Puigdemont el acuerdo de investidura, aunque se estancó por "cuestiones técnicas". Detalles que solucionaron en tensas horas dado que el 2 de noviembre los socialistas pactaron con ERC en Barcelona la ley de amnistía y la investidura. Fue Félix Bolaños quien se reunió con Oriol Junqueras, quienes acordaron también el traspaso de Rodalies y la condonación de 15.000 millones de euros de deuda a Cataluña.

Los populares, que hasta ahora solo habían logrado los aplausos de sus propios diputados en el Hemiciclo, quisieron trasladar su enfrentamiento a la calle, donde azuzaron las movilizaciones contra el PSOE en Ferraz durante días. Allí se pudieron escuchar cánticos fascistas, machistas y homófobos, con símbolos franquistas incluidos, que los relacionaban con la extrema derecha, lo que les terminó por perjudicar de cara a la opinión pública. Sin embargo, esto no paralizó el viaje de Sánchez a la Moncloa.

Ese mismo mes, el 9 de noviembre, el PSOE y Junts cerraron el pacto que garantizaba la investidura de Sánchez y un día más tarde lo hizo con el PNV. Una cadena de negociaciones y diálogos que finalizaron el 15 y 16 de noviembre con el debate y la votación de investidura de Sánchez, apuntalada con buena parte de la Cámara. Sánchez fue elegido presidente con 179 votos a favor y 171 en contra, entre las caras largas de Feijóo y sus dirigentes. Su mejor baza no funcionó.

Una legislatura convulsa, no solo para el PSOE

Desde entonces nada ha sido sencillo. En un contexto político tensionado, con la guerra de Ucrania y de Gaza en pleno apogeo, el ya presidente del Gobierno ha experimentado momentos muy convulsos. Por ejemplo, el pasado mes de febrero estalló el caso Koldo tras la detención del que fuera asesor del exministro José Luis Ábalos, lo que desató una auténtica brecha interna. El extitular acabó en el Grupo Mixto del Congreso junto a Podemos, que rompió con Sumar de Yolanda Díaz.

También ha sido objeto de ataques directos hacia él y su familia, con las denuncias contra su mujer, Begoña Gómez. Esto le llegó a tomar la decisión de darse cinco días de reflexión sobre su continuidad al frente del Ejecutivo. "¿Merece la pena todo esto? Sinceramente, no lo sé. Este ataque no tiene precedentes, es tan grave y tan burdo que necesito parar y reflexionar con mi esposa", dijo entonces, cuando todo el mundo daba por sentado que dejaría su cargo. Esto fue el día 24 de abril, pero el 29 comunicó su intención de continuar en Moncloa.

Sin embargo, todo esto no ha hecho retroceder a los socialistas, que han visto más victorias en otras urnas. Y es que, para disgusto de Feijóo, el PSC ganó las elecciones en Cataluña el pasado 12 de mayo con 42 escaños, aunque no ha logrado una mayoría suficiente para gobernar. El PP mejoró sus resultados, logrando 15 escaños, pero estando lejos de gobernar la región, mientras su socios, Vox, se quedó con los 11 que ya tenía. Situación parecida en Euskadi. En este año solo han podido celebrar con contundencia la victoria en Galicia.

Pero el círculo que abrió el 23 de julio se ha terminado de cerrar hace a penas dos meses, con la aprobación definitiva de la ley de amnistía en el Congreso el pasado 30 de mayo. Lo hizo con 177 votos a favor y 172 en contra. Ahora esta norma queda en manos de los jueces y los recursos de los populares y ultraderechistas. Eso sí, son muchas las veces que desde entonces desde Génova -y también desde la Puerta del Sol- se pide a Sánchez que dimita pese a que siguen sin tener apoyos. Menos aún con la ruptura de Vox en los gobiernos regionales.

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