En Combarro, pequeño pueblo pesquero de la provincia de Pontevedra, a escasos 8 kilómetros de la capital de las Rías Baixas era casi imposible pasear por sus estrechas calles este lunes a media tarde debido a la cantidad de gente que se había desplazado hasta allí.
En una zona de Cangas do Morrazo, también en la provincia pontevedresa, hace unos días, los habitantes de varias aldeas que dan al mar y a unas playas espectaculares decidieron protestar para pedir medidas que hagan más llevadero el trasiego de coches de visitantes a los arenales. Quieren que las administraciones se mojen y pongan soluciones que impidan que se produzca tal aglomeración de vehículos y durante tantas horas en unas vías tan estrechas que ya son peligrosas para quienes residen en estas parroquias.
En Santiago, tras las protestas de los vecinos, se ha optado por poner límites a base de sanciones a las molestias que muchos peregrinos provocan a los compostelanos con sus cánticos exagerados. La playa de las Catedrales en Lugo desde hace años tiene restringido el número de visitas para evitar el deterioro del fenómeno natural que conserva.
En A Coruña, ha vuelto a abrir sus puertas el bar que decidió cerrar la semana del puente del 15 de agosto por la aglomeración de “fodechinchos” que se esperaba.
Son solo algunos ejemplos -hay muchos más- de la parte negativa de las decenas de miles de visitas que Galicia recibe estos meses de verano.
Para la Xunta, esta es una gran noticia porque, según sus previsiones, es probable que se superen todas las cifras anteriores. Para los comerciantes y hosteleros también; para muchos gallegos este fenómeno provoca demasiadas molestias que es preciso ponerlas en la balanza a la hora de analizarlo.
Todo al turismo
El Gobierno gallego presidido ahora por Alfonso Rueda y antes de su llegada por Alberto Núñez Feijóo hizo, hace y continúa haciendo una apuesta más que decidida y arriesgada por el turismo. La base son los años Xacobeo (el último bianual a causa de la pandemia). Los críticos con poner todos o casi todos los huevos de la economía en los visitantes señalan que es cuestión de supervivencia porque Galicia ha perdido mucho tejido industrial, y el turismo, por ahora, no falla.
Sin embargo, esto también genera el efecto contrario que, en otras regiones, se observa desde hace tiempo: la turismofobia.
Ecoloxistas en Acción acaba de instar a las administraciones gallegas a que pongan “límites a la ocupación turística”, y lo hagan en base “a la capacidad social y ambiental de acogida de cada zona”.
Precisamente, esta asociación, considera que los episodios de turismofobia que se detectan se deben a “una industria turística depredadora que no respeta el territorio que explota”. Tienen claro los naturalistas que la masificación turística, “sumada a prácticas irrespetuosas del sector”, son el origen de la aparición de expresiones de turismofobia “entre la población gallega que sufre las negatividades del modelo actual”.
Ecoloxistas pide responsabilidades a la Xunta de Galicia por no hacer nada frente al exceso de ocupación que “desborda las infraestructuras provocando un deterioro de la calidad de vida de la población”.
En palabras de Xaquín Pastoriza, coordinador del grupo Rías Baixas de la entidad, “entendemos las expresiones de turismofobia como una impugnación popular al actual modelo turístico, como una defensa del territorio y de su gente, pero rechazamos cualquier enfrentamiento con los turistas".
Para evitar esto, abogan por una planificación y regulación de la presión demográfica, que sucede sobre todo durante las vacaciones estivales. Esto permitiría, a juicio de la organización, “evitar que la masificación continúe dañando el entorno natural e impidiendo a la población residente” seguir con su vida cotidiana con normalidad.
También concluye Ecoloxistas en Acción que es importarte la labor de los medios de comunicación, calificando de “positivo” el hecho de que empiecen a “reflejar las expresiones de rechazo” en relación con los aspectos negativos de la “sobreexplotación turística”. No obstante, pone el acento en que puede ser “peligroso que se haga un tratamiento vanal de la turismofobia y se omitan los prejuicios que la provocan”, en referencia al caso del bar que cerró sus puertas durante la semana del 15 de agosto.