Finalmente, Galicia es sitio distinto, como decía el tema de Os Resentidos. Y lo es también porque los gallegos siguen a pies juntillas lo que marcan las encuestas. Éstas, a pesar de que el nerviosismo en las filas 'populares' -que fue real por el rebrote de A Mariña-, han confirmado la mayoría absoluta de Feijóo. Es verdad que no es Fraga, que no tiene el carisma de Don Manuel, pero entra en la historia de Galicia y de su partido al lograr su cuarta victoria abolutísima.

Feijóo, aunque lo niegue, va a acabar en Madrid, sí o sí. Más pronto que tarde, pero eso ya tocará. Es el gran triunfador de la noche electoral gallega. Un dato llama la atención y es que su nuevo triunfo, con el bastión del rural, a pesar de que los números nunca engañan y de que obtiene los mismos diputados, se deja 56.968 votos con respecto a 2016.

Lo del PP era esperado. Lo que tal vez es más sorprendente de cara al resto de España es el ascenso del BNG, con la única mujer cabeza de cartel al frente, Ana Pontón. Espectacular el resurgir de una formación que, en sus tiempos, ya competía por ser la segunda fuerza. A Pontón hay que darle buena parte del mérito.

Ojo porque el Bloque, seguramente regresa para quedarse y su candidata volverá a serlo dentro de cuatro años. Si la moderación en su mensaje medio nacionalista, medio galleguista, se mantiene, quizás pueda llegar a convertirse en la primera presidenta de Galicia de la historia, y eso sí que son palabras mayores en una región tan peculiar como ésta.

Y Sánchez no eligió Galicia

Hasta aquí los triunfadores de la noche. En la zona media están los socialistas. Pedro Sánchez no apostó por Galicia, o esa fue la impresión. Incluso se averió el avión que debía acercarlo hasta Vigo al cierre de campaña de Gonzalo Caballero. Nunca se sabrá si su tirón habría servido para algo; lo que sí es evidente es que mucho no se expuso, tal vez porque los sondeos previos que suelen manejar los partidos ya apuntaban a esto.

Caballero no ha logrado hacer reales las expectativas iniciales. Hace un año, las encuestas indicaban una tendencia positiva para el PSdeG. Pero lo de los socialistas, aunque no llegan con claridad al votante, sobre todo en las aldeas, es lo más parecido a la idiosincrasia gallega: voy o no, tal vez, a lo mejor. El futuro del candidato es evidente que, tal y como ha sido su carrera política hasta ahora, no pinta bien. Es probable que llegue hasta aquí. El problema no es él. Es el propio partido, que tiene que fijar de una vez por todas qué quiere, cuáles son sus objetivos y, sobre todo, si da paso a una mujer al frente de una formación que requiere de una vez por todas creer en Galicia como proyecto con mayor autonomía.

El gran perdedor de la noche es, sin duda alguna, Galicia en Común-Podemos. Esta región busca moderación, y Podemos, a través de su líder, Pablo Iglesias, y fundamentalmente él como altavoz, refleja, sobre todo, crispación.

No lograr diputado alguno es un batacazo absoluto cuyas consecuencias no pueden quedarse solo en la sede gallega de la formación (o en la de Euskadi), sino que el propio Iglesias debería asumir estos datos como propios. Demasiado pronto ha caído en los errores que él siempre achacó a la 'casta', con temas judiciales incluidos. Ya no hay conspiranoias que valgan como colchón tras pérdidas de votos en cada una de las elecciones nacionales o regionales que se han celebrado.

En el caso concreto de Galicia, además, tampoco se ha percatado todavía de que aquel 15M de Madrid del que nació su partido, no tenía mucho que ver con el mismo movimiento en Vilagarcía, Soutelo de Montes, Vigo o Santiago de Compostela, porque Galicia no es Madrid.

Y ahí, en la capital, en concreto en la calle Génova, es donde se encuentra el otro gran perdedor. Porque sí, la victoria por mayoría absoluta de Feijóo, es un gran resultado para su partido, pero no para él. Tiene las horas contadas y lo sabe. Ha vencido la moderación frente a la crispación, y esto sin intentar hacer una traslación total de Galicia al resto de España. Con esa salvedad sobre la mesa, todo apunta a que Pablo Casado tiene que empezar a tomar decisiones para 'colocarse' en el futuro PP. A lo mejor, una de las primeras medidas es un cambio de cromos y el primero, a lo mejor, es uno de sus fichajes estrella, Cayetana Álvarez de Toledo.

Por cierto, hay en algo en lo que los gallegos también son distintos al resto: los ultras de Vox se quedan con las ganas. Abascal no rasca en el 'país' de su abueliña. É o que hai.