Y llegó la hora de la verdad. Los afiliados del PSdeG eligen hoy al que será su próximo secretario general. Lo hacen en medio de un clima muy extraño y de unos tópicos que no se separan un ápice de los mismos de siempre: hacer un partido fuerte; lograr la unidad entre los socialistas gallegos; que son la única alternativa a la derecha o simplemente que representan la izquierda verdadera, según se mire; nace una nueva época; y así hasta el infinito y más allá.

Sin embargo, la realidad es distinta. Muy distinta. La fortaleza del PSOE gallego no es notable. Simplemente aprueba con suficiente. Y no es algo que haya que achacar al todavía líder, Gonzalo Caballero, sino que esto viene de lejos, de muy lejos.

Es curioso como a uno de los momentos en los que los socialistas lograron el que, tal vez, es el poder municipal y provincial más importante de su historia en la región (en los comicios de 2019), le ha seguido uno de los peores resultados en unas autonómicas (en las elecciones de 2020). La curiosidad, no obstante, tiene que ver con la marca. En las primeras, Pedro Sánchez era el PSOE. Él era la marca, y para la pandemia quedaba casi un año. En las segundas, Núñez Feijóo era la marca (la del PP, en pequeñito, casi desapercibida) y la pandemia iniciaba casi la segunda ola. Gonzalo Caballero pasaba de casi desbancar al ‘popular’ según decían las encuestas (reeditando el bipartito) poco más de medio año antes, a verse sorpassado por los nacionalistas del BNG.

Es la coyuntura que rodea a la política y que, en el caso de Galicia, lleva al PSdeG a mantener la búsqueda de su propia identidad desde hace décadas. No es sencilla la posición socialista. Se sitúa entre o PP de toda a vida, o PP de Don Manuel, y los bloqueiros cuyo rol nacionalista nadie discute y que, a la vista de los acontecimientos, ahora tiene una fortaleza que tampoco admite debate.

Los candidatos a llevar las riendas socialistas en Galicia no lo tienen fácil y lo van a tener mucho peor, salvo que el sempiterno presidente Feijóo, por fin, decida dar el salto a Madrid (que, a pesar de Ayuso y de las encuestas de Casado, sigue siendo una posibilidad muy real).

A la vista de cómo se ha desarrollado la campaña hasta llegar a hoy, es evidente que se puede pensar que, una vez más, el PSdeG es el peor enemigo para el PSdeG. El consuelo es que esto es algo consustancial al PSOE de aquí, de Madrid o de Cuspedriños, lo que también se puede extender a la izquierda en general. Mientras, la derecha, prietas las filas -incluso separando la parte más radical y ultra-, no vaya a ser.

Reproches y más

Del “nerviosismo” que ha llevado a Formoso a usar “argumentos más propios del PP”, como le dedicó Gonzalo Caballero, a las acusaciones de perdedor, de “ser el furgón de cola de la política gallega” o de intento de pucherazo del primero hacia el segundo, las aguas socialistas no bajan, ni mucho menos, tranquilas. Y esto lo perciben los afiliados y militantes, pero sobre todo la ciudadanía, que es la que, al final, propone que un partido y su candidato lleguen o no al éxito en unas elecciones.

Como en cualquier historia, la de las primarias de los socialistas gallegos tiene una noticia buena y otra mala. La negativa es que, una vez más, a pesar de que la democracia interna bien entendida y puesta en práctica de verdad es más que positiva, en el caso del PSOE parece sacar a la luz viejos demonios de luchas internas y egos. Y esto no es bueno para la formación.

La noticia buena -si es que la hay- es que tras este proceso se establecen las bases para el que debería ser el futuro del partido en Galicia. El elegido como secretario general tendrá por delante una tarea más que complicada, pero las manos libres, a priori, para llevar a cabo esa labor de transformación de un partido que ha de traspasar y superar las tendencias históricas que arrastran en la región desde hace mucho.

Poco antes de las 21:00 horas seguramente se sabrá si los 10.074 afiliados convocados a votar han optado por la continuidad o, por el contrario, por el cambio. Ya lo del candidato a la Xunta, dicen, será cosa de más adelante (aunque parece evidente que alguno de los dos o ambos tienen claro que serán los aspirantes de su formación en 2024).