La política es esa práctica extraña en la que, siguiendo la lógica, solo se equivocan quienes se dedican a ella. Galicia (los resultados del día 12), dicen algunos gurús de la demoscopia y de la teoría política, será un banco de pruebas perfecto de cara a lo que ocurra en España en el futuro.

Las encuestas a nivel nacional hablan de refuerzo del bipartidismo. Sin embargo, los comicios gallegos presentan una diferencia importante en el fondo y en la forma: esta región debe ser de las pocas en las que la ultraderecha de VOX y el partido antes llamado progresista, luego de derechas y ahora buscando su sitio, es decir, Cs, no pintan nada. Esto aclara el panorama para los ‘populares’ de Feijóo que, de este modo, no tienen que repartir su pastel de votos y, por ende, escaños con nadie.

En la izquierda ocurre todo lo contrario. La amalgama de fuerzas políticas que, a su vez, se han disgregado en otras, revelan un panorama tan disperso que hacer quinielas resulta casi imposible. La fija es la que pone de manifiesto una victoria del aspirante a la reelección. Los medios afines, encabezados por los de tinte conservador en Madrid y en A Coruña (curiosamente el que fue director del segundo ahora lo es en el primero) dan por hecha la victoria aplastante del de Os Peares.

Sin embargo, con una crisis sanitaria que no cesa, el gran temor de los candidatos, pero en particular de Feijóo, es la abstención, en concreto la de un colectivo que siempre le ha sido fiel en un porcentaje mayoritario: los mayores. Esto ha motivado que a lo largo de los últimos días haya centrado sus mensajes en ellos y en la inexistencia de riesgo a la hora de ir a votar.

La balanza está inclinada a favor del presidente en funciones. No obstante, las encuestas indican que la participación va a caer y que todavía una parte importante de los votantes no tienen decidido el sentido de su elección. Por ello, en estas condiciones de dan una serie de variables que pueden decantar uno o dos parlamentarios hacia uno u otro lado. Y una de ellas era la cantidad y calidad de la presencia de Pedro Sánchez en Galicia durante la campaña.

Ayer, el presidente del Gobierno regresó a la campaña. Su segunda estancia. Desde sectores socialistas se dice que es demasiado escaso, teniendo en cuenta el tirón de Sánchez.

Entre otros argumentos, uno de los que podrían utilizarse para respaldar que un desembarco mayor en Galicia quizás ayudaría a su candidato, Gonzalo Caballero, es que en la actualidad el PSdeG goza de un importante poder municipal con alcaldías en las ciudades más importantes, a lo que suma tres de las cuatro diputaciones provinciales.

Ni siquiera se acordó Pedro Sánchez cuando se reabrieron las fronteras con Portugal de ir a Galicia, a uno de los pasos entre los dos países más utilizados. Es verdad que la presencia en Badajoz estaba relacionado con el trasiego de turistas, pero en el Fogar de Breogán hay elecciones.

El tiempo dirá, aunque nunca se sabrá porque es imposible saberlo a ciencia cierta, si hubiera sido clave. No sabemos si la última semana de campaña se volcará, aunque parece complicado con la que está cayendo en Madrid.

No se puede descartar tampoco que la estrategia pase por la necesidad de hacer un análisis en clave nacional. Si gana Feijóo, con la sempiterna posibilidad de su llegada a Madrid -aunque él lo siga negando- temblarán los cimientos de Génova. Pablo Casado lo sabe, como también es consciente de que no tiene controlado a todo el partido, pero no cesa con sus movimientos en este sentido. En el PSOE, según cuando se produjera el salto del aspirante del PpdeG, pueden observar la situación con la tranquilidad de disponer del tiempo necesario para preparar la estrategia. A esto, habría que sumar el hecho de que un tripartito en Galicia, con los nacionalistas del BNG, podría provocar más de un dolor de cabeza. Y todo esto sin descartar que, en caso de que Feijóo perdiese, no tomase igualmente el avión a Madrid.

Hoy, por lo de pronto, Sánchez se ha ido a Euskadi. Allí se juega... nada, o Galicia y Madrid, vía presupuestos.