En la noche más vigilada de Europa, con bien de fuegos artificiales y discursos prefabricados sobre la importancia de estar unidos, un espejismo se impuso sin opción a réplica: el de un apoyo incontestable a Israel, alzado como símbolo de triunfo en un escenario donde solo uno compite. Eurovisión se ha elevado por los aires como un escaparate global que lleva por bandera la neutralidad... pero que ha acabado siendo un espejo roto por la polarización que sacude al viejo continente.
¿Qué quiere decir esta reflexión? Fácil. Mientras los votos del público a Israel se contaban por decenas y se convertían en motivo de orgullo político, no existía cifra posible para quienes quisieran alzar la voz por Palestina. La ausencia del país de Medio Oriente no solo es geográfica, también simbólica en este caso. Muy a pesar de los fieles seguidores del certamen, Eurovisión ya no puede disimular el fango ideológico en el que chapotea. Y España no ha permanecido neutral en esta ocasión.
Es absurdo hablar del televoto como síntoma de triunfo político
Sí, Israel ha utilizado las votaciones en Eurovisión como síntoma de un triunfo político entre las masas. De la marabunta de opiniones sobresalió una voz con poder institucional: la de la portavoz de la Embajada israelí en Madrid. "Una artista israelí, superviviente de una masacre brutal, participa en Eurovisión, queda segunda y recibe el máximo de puntos del público español y ¿la reacción? Un berrinche colectivo lleno de teorías conspirativas y antisemitismo encubierto", declaró.
¿Berrinche colectivo? ¿Teorías conspirativas? No es ninguna mentira que hay investigaciones de la Unión Europea de Radiodifusión (UER) que apuntan al empleo de publicidad institucional para fomentar el voto por Israel en Eurovisión. Tampoco es una conspiración recordar que algunas personas han utilizado su influencia —que no persuasión— para mostrar su veintena de votos por el país. Para Berrinche el de los apasionados de Eurovisión, que han visto como su Festival de cabecera se ha resquebrajado por completo.

Para nada es fruto de una rabieta que Televisión Española (TVE) haya hecho pública su postura —entre otros motivos porque ocurrió antes de que Israel actuase en Eurovisión—, alineándose con el Gobierno de España. El Festival siempre fue un espacio para el diálogo y la reivindicación, axioma al que Tony Aguilar y Julia Varela se agarraron durante la Segunda Semifinal: "Las víctimas de los ataques israelíes en Gaza superan ya las 50.000 y, entre ellas, más de 15.000 niños y niñas, según Naciones Unidas".
Sin conocer los resultados del televoto, TVE emitió un mensaje previo a la Final donde se podía leer: "Frente a los derechos humanos, el silencio no es una opción. Paz y Justicia para Palestina". De nuevo, un mensaje sobreimpresionado en pantalla antes de que se conociera la posición de Israel en la clasificación. Estas acciones no son una respuesta a ese televoto tan cuestionado, son iniciativas con una clara voluntad: hacer un llamamiento abierto a la ciudadanía.
Ni bloque homogéneo de apoyo a Israel ni aplausos en el estadio
Más allá de TVE, distintos países han alzado la voz contra Israel antes, durante y después de Eurovisión. Previamente al inicio del Festival, cuatro países pidieron a través de distintas figuras con relevancia institucional que se abriese un debate respecto a la participación. Mientras se celebraba, la televisión belga cortó su actuación en señal de oposición. Cuando terminó, el caos se apoderó de la competición incluso con rumores que apuntaban a una reflexión de Martin Österdahl: dimitir como responsable de Eurovisión.
Lo que tampoco puede perderse de vista es que la actuación de Israel para nada fue un cuento de hadas. Cuando Yuval Raphael cantaba New day will rise, el estadio St. Jakobshalle de Basilea se llenaba de abucheos y pitos que, sorpresa, no se escucharon a través de la emisión. Esta realidad rompe la narrativa de un apoyo incontestable y evidencia que ese "éxito" fue un espejismo del que los políticos pretenden aprovecharse. Sea por el motivo que sea, el discurso no termina de cuajar bien.
El resultado del televoto carece de un significado irrebatible
No es para nada difícil de entender por qué su gran resultado en el televoto carece de todo el significado que se le ha intentado adjudicar. Israel participó en la Final de Eurovisión 2025 junto con otros 25 países, pero ninguno de ellos era Palestina. Ya de base, ese carácter plebiscitario que se le intenta aplicar al certamen se cae por completo. Lógicamente, en una situación de conflicto bélico como esta, la sociedad reacciona ante cualquiera de las partes. Pero es que aquí solo había una de las implicadas.
Es decir, si el conflicto provoca movilizaciones y solo Israel está presente... Israel será el único capaz de obtener algún rédito. Ocurrió algo muy similar en 2022 tras la expulsión de Rusia: el televoto se volcó como nunca antes con Ucrania. De hecho, los centenares de puntos otorgados por el público sí que elevaron al Stefania de Kalush Orchestra hasta lo más alto de la clasificación. Puede que sí sea motivo de berrinche para Israel que Ucrania ganase Eurovisión y ellos se quedasen a las puertas.
Si Eurovisión quiere seguir siendo algo más que un espectáculo de fuegos artificiales, deberá decidir si su neutralidad es un valor… o una simple excusa.