Con el cambio de régimen en Siria, se está registrando un auge de violencia sectaria que está poniendo de relieve las consecuencias de la conversión de lo que una vez era un país multiconfesional a uno islámico.

Israel ha pisado fuerte en la zona para “proteger a sus hermanos drusos” en la ciudad sureña de Sweida tras el choque frontal que están sufriendo los drusos con la facción sunní de los beduinos. “El régimen envió tropas al sur de Damasco”, señala un comunicado del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, acusándolo de “empezar a masacrar a los drusos”. 

Ante la inacción del gobierno sirio, el Estado judío lanzó un segundo ataque en la puerta del Ministerio de Defensa, consiguiendo que el recién llegado gobierno liderado por Ahmed al-Sharaa (también conocido como Abu Mohammad al-Jolani) retirase sus soldados de la zona para establecer una tregua que permitiera que las “autoridades locales” gestionasen el conflicto.

Frente a la muerte de más de 1.100 personas en una semana, según cifras del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, órgano basado en Gran Bretaña, este nuevo gobierno ha decidido reubicar a la población beduina de la zona para evitar más muertes. Para entender este conflicto, producto de un cambio de régimen que ha posicionado a Hayat Tahrir al-Shaam (HTS) al frente del poder, a pesar de ser la antigua facción siria de Al Qaeda de la que afirma haberse separado, este periódico ha entrevistado al periodista que ha sido corresponsal de guerra durante 10 años y autor del libro Siria en perspectiva, Pablo Sapag.

¿Por qué ha irrumpido el conflicto entre los beduinos y los drusos?

El portavoz del Ministerio de Interior sirio, Noureddine Al-Baba, ha afirmado que el conflicto actual entre los beduinos y los drusos se centra fundamentalmente en el derecho de cada grupo a las tierras, pero esta justificación no es consistente con el funcionamiento de la sociedad siria ni con la naturaleza nómada de la población beduina. “Evidentemente es una afirmación que pretende cubrir la incompetencia de las propias autoridades a cargo de una parte de lo que queda del Estado sirio”, explica Sapag.

Dada la fragmentación que ha creado el cambio de régimen en el país, lo que reconfigura todas las partes que componen el Estado, esto también conlleva tensiones religiosas. Tras décadas de un Estado en el que cada evento simbólico del gobierno traía consigo la presencia de los líderes religiosos de todas las denominaciones religiosas del país, y donde nunca se hablaba de “minorías” o “mayorías”, la imposición de un poder y una ley islámica está provocando una transición sangrienta.

Sapag explica que, en el caso de la ciudad sureña siria que comparte frontera con Israel, “las milicias beduinas estaban aliadas con fuerzas del nuevo régimen en construcción sirio y cuando estas fuerzas fueron reforzadas por milicias bajo control directo de las autoridades de Damasco, esto se desbordó y se generaron las masacres”.

Por qué intervino Israel en Siria

Pese a una percepción popular de que Israel está hambrienta por la guerra, el razonamiento detrás de su ofensiva en Siria de la semana pasada se fundamenta en la amenaza de la nueva autoridad siria por sus rasgos yihadistas. Israel afirmó que su intervención estaba motivada por la “hermandad” que tiene su propia población drusa con la siria, pero Sapag refuta este razonamiento.

Tras reuniones entre Damasco y Jerusalén para negociar la retirada de tropas israelíes en el país, Sapag señala: “Al parecer, de esa reunión, las autoridades del régimen sirio en construcción interpretaron que los israelíes aceptarían un despliegue de tropas dependientes del Ministerio de Defensa sirio en la provincia de Sueida, fronteriza con Israel. Evidentemente, eso no era el caso", afirma, añadiendo que cuando la violencia se "desbordó": 

Israel, que ha dejado muy claro que no va a permitir que haya milicias yihadistas en el sur de Siria, intervino

El desorden de las milicias que operan bajo el paraguas del Ministerio de Defensa sirio, donde cada una tiene su propia doctrina, son de tipo islamistas, y algunos yihadistas, junto con lo que el autor y periodista describe como “muy poca pericia desde el punto de vista de lo que son las relaciones exteriores del Estado”, se ha provocado una reacción del Estado judío.  

Dado que los grupos que derrocaron el antiguo régimen de Bashar al-Assad estaban formados por grupos que estaban compuestos por diferentes milicias, no se han podido unificar en un solo cuerpo o policía. Sapag destaca que cada una de estas, además, tienen sus propios líderes religiosos “que instruyen respecto algunas cosas que deben hacer cada una de esas milicias, aunque se diga que están bajo el paraguas del Ministerio de Defensa”.

Por ello, esta ideología individual y la falta de hegemonía supone una amenaza para Israel, especialmente dado que algunas facciones con ideología yihadista rechazan a los judíos. En consecuencia, al estar además liderados por dirigentes religiosos, Sapag explica que estas milicias “en cualquier momento se pueden sublevar contra esa autoridad y abrir un frente de combate en esa zona de Siria [Sweida] con Israel y, por lo tanto, para Israel es una cuestión de supervivencia en torno a su propia seguridad”.

El foco sobre Israel para unificar un régimen “impuesto”

El relato del dirigente sirio ha cambiado drásticamente en los últimos meses. Al caer el antiguo régimen el 8 de diciembre de 2024, Al-Sharaa afirmó que Israel ya no era una amenaza para el Estado -cabe destacar que una parte de los Altos del Golán pertenecientes a Siria están ocupados ilegalmente según el derecho internacional por Israel- y que habían iniciado negociaciones para el reconocimiento del estado judío.

Sin embargo, esta perspectiva ha cambiado en las últimas semanas, cuando el nuevo presidente sirio apuntó a Israel en la televisión nacional por ser el instigador del desorden del país: “La intervención israelí ha empujado al país a un lugar peligroso que puede suponer un peligro para su estabilidad”. No obstante, la inestabilidad es lo que caracteriza la transición de un régimen que carece de fuerzas policiales, un ejército unificado o un cuerpo de ley aceptado por la población.

Cuando este periódico le pregunta a Sapag sobre este cambio, aclara que "el régimen instalado en Damasco, que además ha quedado en evidencia que, territorialmente, no controla Siria, tiene que buscar un enemigo externo que le permita de alguna manera recomponerse o más bien dicho componerse respecto a la población”. “Lo que evidencia claramente es una debilidad extrema desde el punto de vista político, ideológico y organizativo y la enorme dependencia de factores que se le escapan a quien dice ser el gobernante de Siria”, añade.  

“Por lo tanto, la evidencia es la de una crisis de un régimen estatal en construcción que no tiene las suficientes bases sólidas para consolidarse, entre otras cosas, porque fue impuesto desde fuera de Siria”. Así, la creación de un enemigo utilizando “la histórica enemistad con Israel”, como señala Sapag, intenta unificar una población fragmentada.

Preguntando sobre los poderes detrás de esta imposición, el autor destaca a Turquía, Catar, Israel, Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea y el Reino Unido.

Siria: “El único Estado que le plantaba cara a Israel”

Frente a la incertidumbre a la que se enfrenta Siria, la cantonización parece ser la única vía por la que puede avanzar el país y por la que algunos de los ciudadanos apuestan. Sin embargo, “la fragmentación de Siria va en el mejor interés de las potencias que decidieron eso”, recalca Sapag, especialmente Israel.

¿Por qué?

“Frente al único Estado que venía plantándole cara a Israel desde que Egipto firmó los acuerdos de Camp David en 1978 con Israel”, explica Sapag, refiriéndose a un acuerdo hallado entre ambos países donde El Cairo reconoció oficialmente al Estado de Israel, algo que muchos estados de Oriente Próximo no han hecho hasta ahora, “el único estado con capacidad estatal de enfrentarse al estado de Israel, de defender la causa palestina, la retirada de los israelíes de los territorios árabes como los Altos del Golán, como de la Granja de Shebaa en el Líbano, etc., era el Estado de la República Árabe de Siria”.

“Era un Estado unitario con un gobierno que ejercía poder, poder territorial porque tenía un ejército, tenía unas estructuras, etc., era un estado fuerte”, expresa. En cambio: 

Hoy, Siria difícilmente puede ser catalogado más allá de un Estado débil o disfuncional o incluso fallido

“Esto es muy útil para Israel porque entonces ya no tiene una amenaza”, pero no es el único beneficio que podría sentir.

Frente a una cantonización que ya se está cristalizando, esto le concede a Israel “una enorme victoria ideológica”, según el autor. Dado que Israel era el único Estado en Oriente Próximo que se definía por su confesionalidad, la creación de regiones basados en la religión permitirá que: “Israel va a poder decir, y con toda la razón, ‘¿qué problema hay con que haya un estado judío en esta zona del mundo si ahí hay un estado suní, allí hay uno chií, etc.?’”.

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