Los que somos gallegos lo somos porque sí. Porque además de haber nacido allí, lo llevamos en la sangre, y no al estilo del famoso RH que se atribuía algún político, sino al nuestro. Hoy se celebra el día de esta región, que desde hace siete años es más triste por culpa de un tren, un accidente, muchas muertes, demasiados heridos y ningún responsable. Una pena. Aquel siniestro también fue gallego, porque lo hicimos nuestro los que viven allí, y los que están fuera de la tierriña. Angrois ya forma parte de esta jornada, por desgracia para los afectados.

Acaban de celebrarse las elecciones autonómicas y, como el Real Madrid en sus tiempos sin VAR -algunos dicen que el VAR post confinamiento es como la época sin VAR- la liga la ha vuelto a ganar Núñez Feijóo. Como Don Manuel, Feijóo ha superado la marca. El PP, la marca que ha pasado de la corrupción, del máster en destrucción de ordenadores, de aeropuertos vacíos del abuelo, al marketing de Casado, con sus estudios de Derecho sui generis, del ataque sin ton ni son, de la sospecha constante, de los palos en las ruedas europeas, de simbiosis cuando no mezcla con la ultraderecha fascista, de la bandera de España en pulseras, collares, lazos en los retrovisores de los coches y ahora en las mascarillas, ahora ya no es PP. Porque el gran triunfador que hoy celebra el Día de Galicia, era el baluarte de su propio partido, el Feijóo. Para muchos el nuevo PP de Casado, la marca, las siglas, es mejor esconderlas. Lo mismo que piensan muchos socialistas actuales de aquellos jarrones chinos que no dejan de dar lecciones de no sé qué tipo de política.

Y después del triunfo incontestable del 12 de julio pasado, Feijóo celebra esta jornada de fiesta cargado de razones para ser líder del PP. Lo será, tiempo al tiempo, y se irá de Galicia, seguro; y sustituirá las ansias de laboratorio político trasnochado de Casado, no hay duda. Por el bien de su partido y de España, porque una derecha como ésta, jugando a la cartas con las trampas de los ultras, no es higiénico democráticamente hablando.

Pero hoy Feijóo ha dado carnaza a los medios ultras y a esa parte de los que, siendo solo conservadores, a veces se dejan llevar por tiempos pasados y oscuros. Lo hace en el artículo que publica ELPLURAL.COM firmado por él con motivo del la celebración de la Fiesta del Día Nacional de Galicia (así la define él). En ese escrito, tira alguna que otra piedra contra los nacionalistas, los independentistas y los agitadores extremos. Pero, de todo, lo más interesante se encuentra en una palabra: país. Ahí está el quid de la cuestión.

Hace unas semanas, la ministra gallega de Trabajo, Yolanda Díaz, habló en sede parlamentaria de “Galicia, mi país”.  Lo hizo en repuesta a las preguntas realizadas por diputadores y senadores del PP. Esa alusión, que a los respondidos ni siquiera llamó la atención quizás por eran gallegos, encendió la ira patria de quienes dicen defender las esencias del españolismo verdadero, que en realidad es el más rancio. Son los mismos de las banderitas rojigualdas donde menos te lo esperas capaces de convertir el Que viva España de la canción creada por un belga en himno de rancio abolengo, sustrayéndola de su hábitat fiestero natural, en el que competía con Paquito el Chocolatero. Aquí incluso Marta Sánchez, gallega también, por cierto, aunque con acento de Madrid, gana enteros como creadora de 'su' himno nacional.

A Yolanda Díaz la machacaron los más españoles que nadie. Hoy, en su artículo El fogar dos galegos, el nuevo gurú de la derecha, centro derecha y más allá habla de... país, al referirse a Galicia. Lo hace en varias ocasiones. En concreto cuando asegura que “Galicia aporta la experiencia de un país insertado en el mundo global”, o “una nacionalidad histórica, un país, pero sobre todo un hogar grato que vamos ensanchando con el paso del tiempo”, o “todos sentimos que nuestro país está de moda en muchas facetas”. Y, en efecto, Feijóo está de moda. Esos medios que arremetieron con contundencia contra la ministra gallega, se van a convertir en “derechita cobarde”, como diría Abascal, no lo harán con el presidente gallego porque, más pronto que tarde, será el que mande en el segundo partido del país (España), tras dar el salto desde su país (Galicia).

A los gallegos ese tipo de expresiones no les extraña. Forman parte de la esencia galaica, como el pan do país, el viño do país, la pataca do país, y casi ya se puede hablar de o Citroën do país. Qué bueno sería que Alcoa quedara tamén no país.

Feijóo, probablemente, celebré hoy el Día Nacional más enchido de su historia política. Lo tiene todo atado y bien atado. En su fogar gallego y en su próxima residencia, en la calle Génova.

Por cierto, a Cayetana Álvarez de Toledo, alguien en su partido, el del marketing de Pablo Casado, debería explicarle que los gallegos sí saben si suben o bajan las escaleras. Y si no que se lo pregunte a Alberto Núñez Feijóo, que, a lo mejor, se lo deja claro con una pregunta ... retórica. Algo así como un ¿vamos saliendo?