La sorpresa de la Mesa del Parlament contrasta con el optimismo que subyace del acuerdo para el Ayuntamiento de Barcelona. Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) está jugando al despiste tanto con Junts como con el PSC. Los equipos negociadores trabajan con la vista puesta en el 25 de junio, fecha límite para cerrar un acuerdo de investidura en cualquier los sentidos. Moncloa trata de meter la cuchara en el plato de Junts, en su plan por seducir a la descabezada formación republicana y abonar la unción de Salvador Illa. La financiación autonómica es un elemento troncal en las conversaciones y desde el Gobierno ya han puesto la primera piedra para allanar el camino del exministro a la Generalitat.
En las semanas previas a la campaña, ante la previsión de un complejo reparto de escaños, Esquerra sembraba sus reivindicaciones para sentarse a negociar con el Partido Socialista de Catalunya. La demanda troncal de los republicanos pasa por sellar un acuerdo del que se extraiga un nuevo sistema de “financiación singular” que ponderase las “peculiaridades” de la región, además de la condonación de los 15.000 millones de euros de deuda que arrancaron al equipo negociador del PSOE como contraprestación a su voto favorable en la investidura de Pedro Sánchez.
El marco de la “financiación singular” ya lo trabajan en Moncloa, siendo la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda la primera en comprar los términos de ERC. María Jesús Montero lo ha verbalizado este mismo jueves, en declaraciones a Radio Nacional de España, al precisar que Cataluña “tendrá que ver satisfechas sus necesidades”. La oferta se enmarca en la reforma del sistema de financiación. Desde el Gobierno justifican que se acometerá entre los márgenes de un “modelo válido” y extrapolable “para todas las comunidades”, contando con las particularidades que puedan presentar determinados territorios por cuestiones “históricas, características propias u orografía”.
La remodelación del sistema no estará encapsulada en los trabajos de la mesa bilateral con Cataluña, a pesar de que así ocurrió en el último Consejo de Política Fiscal y Financiero al que no acudió ningún emisario del Govern porque se negociaron previamente sus reclamaciones con la ministra del ramo. Montero ha evitado aportar más detalles sobre el plan de financiación y qué implica la “singularidad” que apuntaban los independentistas y que ahora hace suya Moncloa. No obstante, las demandas republicanas son de sobra conocidas, partiendo de la exigencia de una suerte de concierto similar al de Euskadi que emane de una mayor capacidad fiscal, gestión de los impuestos y un organismo regional en clave tributaria; aunque ha rechazado la tutela impositiva de la autonomía.
Pese a que la vicepresidenta primera se ha esmerado por separar la investidura de la legislatura, sus declaraciones componen la fotografía de un escenario en el que ERC emerge como catalizador de la eventual unción de Salvador Illa como president. Además, cuentan con la reciente aprobación definitiva de la Ley de Amnistía y su preceptiva publicación en el Boletín Oficial del Estado (BOE). Con todo, la por ahora dirigente interina de los republicanos, Marta Rovira, ya advirtió a las partes interesadas en contar con sus escaños que ya saben dónde están y para qué trabajan: “No pondremos nuestros votos para un president sin programa en Cataluña”.
El factor Rovira
La figura de la número dos del partido es puntal para descifrar el nuevo -o viejo, según se mire- rumbo de Esquerra. La hecatombe del 12 de mayo se cobró la vida política de un debilitado Pere Aragonès que hizo suya la derrota electoral y anunció su retirada de la vanguarda política. Al todavía jefe del Ejecutivo catalán le siguió el líder espiritual de la formación republicana: Oriol Junqueras. El presidente del partido fue el precursor del aperturismo hacia el bloque progresista en lugar de encallarse en el independentismo clásico. Sin embargo, mientras efectuaba su adiós definitivo este mismo lunes, su -a priori- mano derecha daba un golpe de timón para reencontrarse con Junts. ERC dio la espalda al PSC para regresar con su socio histórico y hacerse con el control de la Mesa del Parlament.
El resultado de las catalanas ha enrarecido el ambiente orgánico del partido, potenciando a la facción de Marta Rovira que cada vez cuenta con mayor arraigo interno. Contraria a la tesis de Junqueras de “ampliar la base” con la izquierda constitucionalista, la secretaria general reconduce el barco republicano hacia sus esencias con la vista puesta en el cónclave del próximo mes de noviembre. La dirigente de ERC maniobra en la búsqueda de un candidato capacitado para disputarle la presidencia del partido al propio Junqueras. Hasta entonces, mueve ficha para aglutinar el máximo apoyo posible en todos los escalafones de la fuerza soberanista.
De ahí se desprende el acuerdo con Junts para armar una Mesa del Parlament de tinte “antirrepresivo” con Josep Rull (Junts) como presidente. Un pacto que se selló el mismo día de la despedida de Junqueras. Rovira viajó a Suiza, según El Periódico, para respaldar la apuesta de Carles Puigdemont que apunta a la repetición electoral y entregar la llave de la Cámara autonómica a los neoconvergentes. El expresident viajó a Ginebra para certificar la alianza, adelantándose así a un PSC que se topó con el ‘sí’ de ERC a sus socios independentistas.
Así, Rovira ha neutralizado a la guardia pretoriana de Junqueras, conformada por el portavoz parlamentario, Gabriel Rufián; su predecesor, Joan Tardà; el exconseller de Territori, Juli Fernández; y el secretario de Organización, Pau Morales; entre otros. Sin embargo, llamó la atención que, 24 horas después de echarse a los brazos de Puigdemont, Esquerra sellaba un acuerdo para entrar en el Ayuntamiento de Barcelona y que ahora está en manos de las bases de la Federación de Barcelona. He aquí el primer gran escollo de la secretaria general.
Rovira telefoneó el miércoles a la presidenta de la sucursal republicana en la Ciudad Condal, Eva Baró, para urgirla a aplazar la asamblea que estaba prevista para este jueves y que debía bendecir la entrada de Esquerra en el equipo municipal del socialista Collboni. El acuerdo se sometería al escrutinio de unos 200 militantes, pero las intenciones de la facción contestataria caminan en otra dirección. La secretaria general quiere evitar a toda costa el acuerdo con Collboni, posición que comparten otros miembros de calado de la formación como el president Aragonès o la consellera de Territorio, Ester Capella. Ambos hacen campaña interna por el ‘no’ al acuerdo, mientras la número dos de Junqueras, según El Confidencial, amenazaba a Baró con la disolución de la federación.
Rovira extiende sus redes ahora por el grupo parlamentario de ERC además de en otras terminales. A su tren se han subido nombres como el del viceconseller de Estrategia, Sergi Sabrià, o el portavoz del grupo, Josep María Jové, así como Laura Vilagrà, vicepresidenta en el marco de la Generalitat. De estos nombres surgió la propuesta del adelanto electoral y sobre ellos pivotará el regreso a los postulados independentistas como elemento vertebrador del discurso republicano, que a su vez conducirán a evitar acuerdos con formaciones constitucionalistas como el PSC. Fuera de la órbita de legislativo catalán, cuenta con el respaldo de la diputada nacional Teresa Jordà o el del presidente de las juventudes, Pol Baldomà, quienes ya se han pronunciado en contra del pacto con Collboni.
Aun con estos movimientos internos, en el seno del Partido Socialista y de Moncloa creen que los republicanos están condenados a entenderse con el equipo de Salvador Illa. Una repetición electoral, recitan en reductos próximos a la dirección del PSOE, dejaría a los republicanos heridos de muerte, incluso por debajo de la barrera psicológica de los 20 escaños; mientras que la papeleta del PSC continuaría con su tendencia alcista.
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