Salvador Illa parece encaminado a gobernar en minoría dada la negativa expresada hasta ahora por ERC a formar parte de un tripartito de izquierdas con los Comuns-Sumar. Aun así, para ser investido presidente necesitará bien el voto a favor de ERC y los Comuns-Sumar o bien la abstención de los republicanos y de Junts. Hay una tercera vía teórica, la de aceptar el eventual apoyo envenenado de PP y Vox, hipótesis descartada por el propio Illa, pero alimentada por algunos sectores independentistas como la mejor salida para sus intereses. La complejidad de la gestión de los resultados electorales es lo que mantiene viva la aspiración de Carles Puigdemont de disputarle la presidencia al PSC, exigiéndole para ello la abstención a los propios socialistas. De nada han servido hasta ahora los pronunciamientos tajantes de Illa y Pedro Sánchez en el sentido de que esta carambola no se va a producir en ningún caso.

Pedro Sánchez ha asegurado apoyar incondicionalmente la investidura de Salvador Illa, frente al cuento de la lechera de Puigdemont, acompañando sus declaraciones con referencias directas a las exigencias habituales de ERC. Illa necesita los 20 votos afirmativos de los republicanos y los 6 de los Comuns-Sumar para ser investido presidente, aunque después vaya a gobernar en solitario. La abstención de ERC no sería suficiente en el caso de que Junts, PP, Vox, CUP y Aliança Catalana votaran en contra, ya que alcanzarían los 67 votos frente a los 48 favorables de PSC y Comuns-Sumar.

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Hace unos días, Sánchez aseguró a ERC que de ser investido Illa como presidente de la Generalitat todos los compromisos adquiridos hasta ahora con ellos se mantendrán. En su intervención en el Cercle d’Economia, el presidente del gobierno citó expresamente una nueva financiación, un aumento de la inversión en infraestructuras, la condonación de la deuda autonómica, el traspaso de Cercanías y el respeto a la lengua, la cultura y la historia de Cataluña. Además de obviar la cuestión de referéndum, tampoco añadió a la nueva financiación el adjetivo de “singular”, tal como reivindica ERC. Los republicanos no han respondido en público a la oferta socialista, lo que no descarta que los contactos avancen discretamente.

La singularidad exigida por ERC a una nueva financiación podría compensarse por una fórmula que aumentara notablemente los ingresos recibidos del estado; otra cosa es la reclamación del referéndum. Difícilmente los republicanos pueden abdicar de esta reclamación esencial en su pugna con Junts; pero los socialistas no han dado hasta ahora con la formulación de una consulta satisfactoria, al menos, para los independentistas más pragmáticos. Parece evidente que un día Cataluña votará sobre algo relativo a sus ambiciones nacionales, aunque, de momento, la naturaleza de este “algo” es complicado de precisar. Podrían ser los acuerdos de la mesa de negociación o un nuevo estatuto, sin embargo, estas dos propuestas están muy lejos del ejercicio de la autodeterminación reivindicado por el independentismo.

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La negociación para facilitar la investidura de Illa no parece sencilla, a pesar de que el PP repite a diario que el PSC pactará con Junts y ERC. ERC, mantiene la incógnita, alegando que corresponde a PSC y Junts evitar la repetición electoral. Carles Puigdemont, por su parte, mantiene su candidatura a la investidura, afirmando que no le temblará el pulso para provocar nuevas elecciones de no salirse con la suya. Pero detrás de este ruido, es perfectamente detectable en los sectores del independentismo radical un miedo atroz a que finalmente PSC y ERC alcancen un acuerdo de mínimos que suponga la presidencia de Illa y la derrota de Puigdemont.

Para evitar este desenlace, el pressing a ERC para que se mantenga en el voto en contra al PSC aumenta progresivamente. Algunos prescriptores mediáticos del independentismo, especialmente en los medios digitales más atentos a los intereses de Junts, apuestan por forzar a Salvador Illa a tener que sumar con PP y Vox para sacar adelante su investidura. Esta combinación alcanzaría la mayoría absoluta y vendría a ser una variante agravada de la utilizada por Jaume Collboni para convertirse en alcalde de Barcelona. Esta hipótesis choca abiertamente con las promesas del PSC de no negociar nada con Vox, pero esto no es obstáculo para los teóricos del cuanto peor mejor. A algunos de estos analistas les parece mucho mejor la materialización de esta “alianza españolista” que la repetición electoral, cuyo resultado siempre podría empeorar los obtenidos por el independentismo el 12-M.

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