Primeras consecuencias en Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) tras el hundimiento en las elecciones catalanas. Pere Aragonès convocaba a los medios de comunicación en medio de un ambiente enrarecido. Si bien no ha habido filtraciones que apuntaran a su salida, el president de la Generalitat ha cogido el toro por los cuernos y ha asumido la "responsabilidad" de varios "ciclos electorales negativos". Por ello, ha anunciado dejará la primera línea política y no recogerá su acta de diputado. 

Esquerra ha citado este lunes a su permanente. Un gabinete de crisis que barruntaba alguna que otra consecuencia, aunque sin cristalizar en nada en las horas previas. La comparecencia nocturna de Pere Aragonès así lo indicaba. De su rueda de prensa se desprendía una legislatura de “oposición” para ERC, aunque su futuro era una incógnita. Finalmente, tras digerir el severo correctivo de las urnas, el president ha desfilado por la sala de prensa del cuartel general republicano a mediodía de este lunes. Con semblante serio, emitió una breve intervención antes de someterse al interrogatorio de los periodistas para anunciar su renuncia.

Aragonès ha comunicado su decisión a la cúpula de ERC en la tempranera cita de este lunes. Así lo ha confirmado en su comparecencia. Asume la “responsabilidad” del ciclo electoral decadente de su partido que les ha llevad hasta una de las mayores debacles de la historia reciente republicana. La permanente ha evaluado los malos resultados obtenidos por el candidato este 12M, que se traducen en una pérdida de 13 asientos en el Parlament de Catalunya y el retroceso en más de 178.000 votos con respecto al 2021. La debacle es mayor si se comparan las cifras con el 2017, año en el que el 155 obligó a convocar elecciones autonómicas. En aquellos comicios marcados por el fuerte enfrentamiento con el Estado, los republicanos obtuvieron 508.000 sufragios más.

El expresidente de la Generalitat y eurodiputado de Junts, Carles Puigdemont, durante una conferencia, en Mairie d'Elne (Ayuntamiento de Elna), a 21 de marzo de 2024. EP.
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El president de la Generalitat arrancaba sus primeras palabras apelando a la “responsabilidad y honestidad” que deberían caracterizar a la política; señal inequívoca de lo que se avecinaba. “Dejo la primera línea”, continuaba un Aragonès hundido y que asumía con cierta gallardía la titularidad del hundimiento de su formación. A partir de ahora, iniciará una nueva etapa con un idéntico compromiso, pero lo hará desde “otro lugar”. El también coordinador general de Esquerra ha dado el pistoletazo de salida a la carrera sucesoria, siendo un engranaje más de la correa de transmisión para la transición tanto en el plano institucional como orgánico, aun sin conocer las intenciones de un Oriol Junqueras que se colocará en la pole para asumir el relevo.

Turno para Junts y PSC

En público, como lo ha hecho el propio Aragonès, y en privado, en ERC reconocen el varapalo y no temen a calificarlo como “batacazo”. En virtud de este análisis y en consonancia con las reacciones de madrugada, el president en funciones ha insistido en que su formación engrosará el cupo de la oposición en esta legislatura. También ha cerrado la puerta a la propuesta que este mismo lunes ha puesto sobre la mesa Carles Puigdemont, quien anunciaba que presentaría candidatura para la investidura y la articulación de un nuevo Govern independentista, aunque esta vez en minoría.

La respuesta ha sido una rotunda negativa. Aragonès ha subrayado que tanto socialistas como neoconvergentes “han mejorado los resultados” y es en sus respectivos tejados donde está ahora la pelota. “Les corresponde a ellos”, ha precisado. Esquerra asume así “la decisión de la ciudadanía” y ya busca sitio en la oposición, encargando a Junts y PSC la tarea de “entenderse y saber cómo gestionar” la nueva etapa que se abre en Cataluña. El president en funciones ha dejado en el aire los planes de su grupo de cara a la investidura, pero sí ha señalado a sus dos principales adversarios del “bloqueo permanente” que ha provocado que este 12M la región haya “girado a la derecha”.

Puigdemont mantiene la presión

Previo a la dimisión de Aragonès, el líder de los neoconvergentes insistía en desoír el mandato de las urnas y articular un Govern que no se desvía de la senda de la independencia de Cataluña. La estrategia en Junts es clara y pasa por descargar toda la presión sobre sus antiguos socios. De hecho, el expresident catalán ha avanzado que ya ha iniciado contactos con los republicanos no para “establecer un marco negociador”, dado que asume que están lejos de ese escenario, sino para ponderar si “hay posibilidades de hacerlo”.

Puigdemont rechaza la vía de la sociovergencia y mantiene vivas las opciones de “ir a la investidura” y evitar tanto el tripartito progresista como una eventual repetición electoral. Considera que tiene más opciones de ser ungido como president en segunda vuelta, habida cuenta de que, según sus cálculos, el Govern de Illa se articularía sobre una suma de 48 diputados, frente a la horquilla de 55 a 59 del bloque separatista. Con todo, no descarta una posible reedición de los pactos que llevaron a Jaume Collboni a la Alcaldía de Barcelona, aunque para ello necesitarían de una “abstención de Vox”. “Tendríamos que preguntarle si el acuerdo de no aceptar votos por acción  u omisión de la ultraderecha sigue siendo vigente”, argumentaba el dirigente neoconvergente en alusión al cordón sanitario tanto a los de Abascal como a la formación xenófoba independentista de Silvia Orriols, Aliança Catalana.

En cualquier caso, aboga por “agrupar una mayoría coherente”, que no absoluta, pero más “amplia” de la que dispondría eventualmente Salvador Illa. Puigdemont insiste en sacar a ERC del marco de los pactos con socialistas y comunes, abonándose a la narrativa de reconstrucción de puentes con los republicanos. Con todo, el expresident ha lanzado una amenaza velada a Ferraz, recordando al PSOE que el Gobierno en Madrid está sujeto al cumplimiento del “Acuerdo de Bruselas”. “Si el PSC se abraza al PP dejaría sin sentido el pacto que tenemos con el PSOE en Madrid”, ha puntualizado, aunque descarta un escenario de “boicot” a los acuerdos de investidura, supeditando su supervivencia a la palabra dada por los socialistas independientemente de lo que ocurra en Cataluña.

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