La amnistía ha resultado un caramelo envenenado para el independentismo catalán. Todos los protagonistas del procés se beneficiarán de una medida de gracia que, a la postre, les ha arrebatado la hegemonía en Cataluña. Por primera vez en la historia de la democracia el ticket soberanista no suma. Carles Puigdemont ha animado a Junts per Catalunya, pero la contrapartida de los neoconvergentes, Esquerra Republicana de Catalunya, se hunden como tercera fuerza política tras perder 13 parlamentarios. Resultado histórico que, además, deja en una delicada situación a los de Pere Aragonés, cuyos 20 asientos se antojarían cruciales para la investidura de Salvador Illa como nuevo president de la Generalitat.

El independentismo ha sufrido un rejonazo tremebundo este 12 de mayo. La triple entente soberanista que conforman Junts, ERC y la CUP ha pasado de los 2.078.000 votos en las elecciones de 2017 provocadas por la activación del 155, a la suma de 1.418.000 de sufragios siete años después. Severo correctivo cuya autoría hay quien se la anota al Partido Socialista y su agenda de “convivencia y distensión” en Cataluña. Prueba de ello son esos 42 parlamentarios que sentará en el Parlament el PSC en esta nueva legislatura.

Salvador Illa tiene en sus manos la posibilidad de gestar el primer gobierno de signo no independentista desde que en 2010 la Convergencia i Unió de Artur Mas desbancó al PSC de José Montilla. Ahora bien, la unción del exministro de Sanidad como nuevo president dependerá de Esquerra Republicana de Catalunya. El mal resultado del independentismo se explica en parte por la caída de ERC, que ha pasado de canalizar el sentir separatista a golpe de negociación con el Estado español, a tener en su propiedad las llaves del próximo Govern.

Drama independentista

Los números son cristalinos. El constitucionalismo ha derrotado tanto en votos como en escaños al independentismo. Aprovechándose de la potencia del motor PSC, el cómputo global de votos cosechados por los socialistas, Comunes, Partido Popular, Vox y Ciudadanos se sitúa por encima del 1.600.000. O lo que es lo mismo, un porcentaje que colinda con el 55% y un total de 74 diputados en el Parlament. Cifras que contrastan con los 1.300.000 votos del espectro identitario compuesto por Junts, ERC, CUP y Aliança Catalana. Un resultado que, a la postre, coincide con el último barómetro del CEO de abril, que arrojaba que el 50% de los catalanes rechazaba la independencia frente al 42% que se mantenía fiel a la unilateralidad.

El dramatismo se dispara al comprobar que el bloque constitucionalista no aventajaba en votos al independentismo desde el año 2017, con el triunfo de Ciudadanos en los comicios. No obstante, en aquellas elecciones fruto del 155, la mayoría en escaños la conservó la triple entente identitaria. Cuatro años después, las fuerzas secesionistas recuperaron la ventaja en votos y rozaron con la yema de los dedos el 60% de los sufragios. Junts ha sido la única fuerza soberanista que ha crecido en este 12M, pasando de los 32 a los 35 asientos en el Parlament.

Funeral republicano…

No había cabida para la alegría entre los independentistas, pero aún menos para ERC. Los republicanos han recibido un severo correctivo de las urnas, cayendo estrepitosamente desde el 21 al 13,6%. Son los peores resultados desde el año 2011, año en el que Oriol Junqueras y Marta Rovira toman las riendas de la formación independentista. Ni siquiera el consuelo de haber pasado más de ocho décadas sin tocar la presidencia de la Generalitat amortigua el impacto de esta pérdida de influencia. La comunión con Cataluña ya no es tal y el camino iniciado con la política de diálogo con Madrid, ahora lo recorrerán otros.

Lo cierto que el resultado no es lo peor. ERC afrontará ahora una nueva etapa. Es momento para la resignificación. Una suerte de enmienda a la totalidad para dirimir si dan la espalda al independentismo como eje vertebrador de su discurso en detrimento de políticas de izquierdas. En otras palabras: o avalar a Illa o seguir a rebufo de Carles Puigdemont. En cualquiera de los dos casos, los republicanos están ante un momento crucial de su historia que desembocará en un acalorado debate orgánico mientras Illa presionará por un lado y Junts por el otro. Vienen curvas y muy pronunciadas.

Puigdemont presiona a ERC

Pese a la derrota colectiva, los neoconvergentes sacan pecho por ser el único partido de corte independentista con beneficios en estas elecciones. Carles Puigdemont ha hecho gala del optimismo, envuelto en capas de fábula, al erigirse como formación proclive a construir un “Govern sólido de obediencia netamente catalana”. “A eso dedicaremos las próximas horas con el objetivo de que haya un Govern coherente, con un buen liderazgo en el Parlament y evitar la repetición electoral, que sería una mala noticia para el país”, ha destacado el líder de Junts desde Argelès (Francia)”.

Enfrente, Aragonès no ha sido del todo explícito en relación a su política de pactos, esgrimiendo que lo importante es hablar del qué y no del quién, aunque su número dos, Laura Vilagrà, sí rechazó pactar con Illa en una entrevista de Europa Press. Este mismo domingo, Aragonès ya ha avanzado que trabajarán "en la oposición" tras unos resultados que ha calificado de muy malos.

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