El Partido Popular (PP) ha experimentado un notable ascenso en las recientes elecciones catalanas, pasando de tres a quince escaños, un logro que ha sido ampliamente celebrado por la sede central del partido en Génova. Este resultado posiciona al PP como la cuarta fuerza política en el Parlament -solamente por detrás de PSC, Junts y ERC, respectivamente. Un avance significativo que refleja un cambio en el panorama político catalán.
Sin embargo, este éxito no oculta ciertas realidades subyacentes. A pesar de haber endurecido su discurso, adoptando parte de la retórica de Vox como el intento de criminalizar a la población inmigrante, el PP no ha conseguido desplazar a la formación ultraderechista, que incluso ha aumentado su número de votos en 30.000 respecto a las elecciones de 2021. Para ser más precisos, los ultraderechistas, con Ignacio Garriga a la cabeza, han pasado de 218.121 votos a 248.554. Un hecho que pone de manifiesto que el endurecimiento de la postura del PP no ha tenido el efecto deseado sobre el electorado de Vox.
Asimismo, el análisis los datos electorales revela que el incremento de escaños del PP se debe en gran medida a la desaparición de Ciudadanos del espectro político. Así, en estos comicios la suma de los votos de PP (342.584) y Vox (248.554) supera el medio millón (591.138), una cifra que se mantiene constante si se compara con la suma de los votos que obtuvieron PP (109.453), Vox (218.121) y Ciudadanos (158.606) en la cita electoral de 2021. Una aritmética parlamentaria que sugiere que el crecimiento del PP no se debe tanto a una captación de nuevos votantes, sino a una redistribución de los votos de partidos de ideologías similares.
Por otra parte, a pesar de los elogios que actualmente recibe Alejandro Fernández, líder del PP catalán, es importante destacar que su ascenso no contó con el respaldo de Alberto Núñez Feijóo ni de la dirección nacional del partido en Génova, que esperaron hasta el último momento para confirmar a Fernández como candidato de los populares.
El PP “vuelve a la irrelevancia”
Los populares empezaron a construir su nueva narrativa en torno al ecuador del escrutinio. Con apenas el 50% de los votos por escrutar, la directora de la campaña de Alejandro Fernández, Dolors Montserrat, desfilaba ante los medios de comunicación con hinchada de orgullo y reivindicando que el Partido Popular volvió a ser un “referente clave” en el tablero catalán. Los conservadores neutralizaron la agresiva campaña antiinmigración de Vox y de Aliança Catalana acoplando y endureciendo su discurso, pero la explicación de esos 15 escaños está en el proceso de “autocrítica”, forzada tras la debacle del 2021.
Al menos así lo consideró Alejandro Fernández a última hora de la noche electoral. El candidato admitió por primera vez las fallas estratégicas y argumentales en Cataluña desde 2017, especialmente agravadas tras reducir su peso parlamentario a tan sólo tres diputados hace tres años. “Supimos reaccionar y decidimos luchar, no darnos por vencidos”, argumentó el líder de los conservadores en Cataluña, quien aprovechó la coyuntura para agradecer el apoyo incondicional a Génova durante “los días más duros del procés” hasta dar este “paso de gigante” que se traduce en su regreso a los números que Alejo Vidal Cuadras y Alicia Sánchez Camacho consiguieron en 2010 (18 escaños) y en 2012 (19).
La resaca electoral no ha impedido que en Génova continúen volando los corchos de las botellas de cava. El portavoz orgánico del PP, Borja Sémper, lo escenificaba en rueda de prensa con una sonrisa de oreja a oreja y un rosario de halagos al trabajo de un Alejandro Fernández que recibió la bendición tardía de la dirección nacional. Las dudas de la cúpula conservadora, de hecho, han conducido a Sémper este lunes a evitar el farragoso debate de la sucesión en el PP catalán. Incluso ha evitado ratificar al de los populares como candidatable a asumir la dirección del partido en Cataluña. “No es lo urgente”, resolvía, al tiempo que redundaba en que están “muy contentos” con los 15 parlamentarios.
Las dosis de azúcar de Génova las disuelven en Ferraz entre litros de ironía. Recién acabado el escrutinio, fuentes próximas a la Ejecutiva socialista valoraban en su justa medida el ascenso del Partido Popular, subrayando que los conservadores han cosechado “dos cuartos puestos seguidos” en las dos últimas elecciones celebradas en España: Euskadi y Cataluña. En el PSOE atisban ahora las europeas como una suerte de “plebiscito” para un Alberto Núñez Feijóo que “ha asumido un discurso ultraderechista” para calmar la única aspiración posible, que no era sino “superar a Vox” en el Parlament.
Los socialistas abundan en la “irrelevancia” del Partido Popular en las últimas dos elecciones, deslizando la incompatibilidad discursiva de Génova con la realidad social de Cataluña y Euskadi, donde hace tiempo renunciaron a la crispación de antaño. Un partido de ámbito nacional y con las aspiraciones que se marcan en la dirección nacional conservadora “no puede vertebrar España” con resultados “tan raquíticos” en territorios “tan importantes” como estos. Estas mismas voces rematan con un dardo envenado directo a la planta siete del cuartel general del PP: “Queremos felicitar también a Feijóo por la cuarta plaza”. Un mensaje que no hace sino abundar en la imagen de una fuerza política a la deriva y ajena a los fuegos de la cocina que pretende dominar.
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