Juan Carlos I no acudirá este verano a Mallorca, a la habitual regata de la Copa de Vela del Rey. No habrá competición entre padre e hijo en las aguas del Mediterráneo, ni foto oficial, ni abrazo familiar, para que quede claro que todo va bien, cuando la situación está tocando sus límites.

Según certifican los especialistas, el fantasma de una lesión de muñeca ha ido a más y el exceso de actividad no resulta conveniente. Felipe VI lo reiteró este fin de semana en el posado fotográfico de cada verano con la Reina y sus hijas: “Mi padre está fastidiado, tenía muchas ganas de venir…”

Los entendidos en el entorno de la Casa Real habían asegurado que el Rey emérito contaba los días para aparecer por Palma y sentir el viento contra la cara a bordo del Bribón. Casi tanto lo deseaba, como los fotógrafos ansiaban disponer de una foto de los dos juntos, en supuesta armonía.

Cuando el nuevo Gobierno socialista intenta marcar su propio campo de juego, después de tantos años de corrupción, la debilidad que está demostrando la Monarquía facilita una vuelta atrás

Tal como están las cosas, todo esto llega en un momento en el que hay abierto demasiados frentes a la vez. A los defensores de la llamada República catalana, les favorecen estos conflictos. Y cuando el nuevo Gobierno socialista intenta marcar su propio campo de juego, después de tantos años de corrupción, la debilidad que está demostrando la Monarquía facilita una vuelta atrás.

Además de la antigua lesión en la articulación de la muñeca derecha, sobrevuela en el horizonte, como las gaviotas del puerto mallorquín, la silueta de Corinna Zu SaynWittgenstein, amiga del antiguo monarca. De aquellos polvos de vinieron estos lodos de desconfianza, y de un horizonte judicial que inquieta en la Zarzuela. Y no es para menos. La Fiscalía Anticorrupción investiga las grabaciones que escondía el comisario Villarejo, protagonista de una compleja maraña de secretos y de asuntos económicos, con la atractiva comisionista alemana de una parte, y la sospecha persiguiendo a don Juan Juan Carlos por otra.

La situación se ha agravado porque todo lo que haya sucedido después de 2014, fecha de la abdicación, puede ser motivo de indagación judicial. Ahora, el juez ha de considerar si se dirige al Tribunal Supremo, órgano competente para llamar a declarar a los aforados, como es el caso del padre de Felipe VI.

Así que, la ausencia en Mallorca del Rey emérito, habrá tranquilizado momentáneamente a los que velan por la imagen de su hijo. Ellos conocen bien el sufrimiento de presentar una apariencia de normalidad para un Rey que tiene el enemigo en casa: cuñado, hermana, padre, amante del padre… e, incluso, los prontos explosivos de la reina Letizia. ¿Víctimas de sí mismos, los Borbones están tocando a su fin?