La crisis ha dejado en España un reguero de damnificados que mira el futuro desde una perspectiva nada halagüeña. Es el caso de los mayores de 45/50 años, que se han visto en el paro y con escasas posibilidades de reenganche laboral. O los jóvenes, que ni siquiera han dispuesto de la opción de estrenar un trabajo, más allá de aquellos que tienen la ‘fortuna’ de haberlo logrado, eso sí, bajo condiciones precarias.

Es este núcleo de población el que protagoniza la paradoja más sangrante. Representa la generación más preparada del país desde un punto de vista académico/formativo – de 3 millones de universitarios a mediados de los noventa, se ha pasado a cerca de 11 millones en 2016, según la Encuesta de Población Activa-, al tiempo que sufre índices de desempleo alarmantes.

Este incremento, en cualquier sociedad moderna, es muy positivo. Sin embargo, esconde un dato que revela una realidad preocupante. Si en los 90 existía una oferta de puestos de trabajo similar a la cantidad de titulados superiores, ahora mismo, esa cifra de empleos se queda, más o menos, en la mitad.

El fenómeno de la sobrecualificación

El problema no es menor y da lugar a otro fenómeno, el de la sobrecualificación, una consecuencia de “la expansión educativa” no acompañada de una demanda equivalente de trabajadores cualificados.

En la actualidad, “y en comparación con otros países, en España, el porcentaje de trabajadores sobrecualificados se sitúa cerca del 20%”, según María Ramos, investigadora postdoctoral en la Universidad Carlos III de Madrid y miembro del equipo de investigación del proyecto Reducir el paro estructural en España (REDPE) de la UNED. Además, un estudio en proceso de publicación señala que, en una década, “cuando se llega a los 35 años, el 30% de los titulados superiores no habían logrado un puesto acorde a su cualificación”.

Ramos aborda el asunto en un informe del Observatorio Social de “la Caixa” bajo el título de ‘Sobrecualificación y desempleo juvenil. Dinámicas de inserción laboral de los titulados universitarios’.

El dato de la EPA citado “no es una mala noticia para una economía que quiere ser avanzada y moderna”, dice. El problema es que “no han crecido tanto los puestos para esos profesionales altamente cualificados, que son los que ayudarían a liderar ese avance”.

Al hablar de sobrecualificación, enseguida vendrá a la cabeza el manido chascarrillo de que ‘España tiene a los camareros mejor formados del mundo’, que resume a la perfección la situación por la que atraviesan los titulados superiores.

Los camareros mejor formados

Para la autora “este no es el problema”, sino que “no haya ofertas de trabajo acordes a su titulación. Ese es el verdadero inconveniente”.

En 2016, las universidades españolas contaban con alrededor de 11 millones de estudiantes. (Foto: EFE)

Cuando un joven, mientras estudia o justo al terminar la carrera, trabaja en un puesto no ajustado a su cualificación “en teoría no tiene que ser una mala noticia, si es en los primeros meses. El problema es que se mantenga en el tiempo”. En este aspecto se centra el informe publicado por el Observatorio Social de “la Caixa”.

En el fenómeno de la sobrecualificación influyen diferentes factores. Uno de ellos es el de la elección de la carrera universitaria; otro, el origen social del estudiante. María Ramos, sobre este último indica que “es algo bastante estudiado”, porque, al fin y al cabo, “el origen social es importante para todo”.

No hablamos de ‘hijos de familias prominentes’ y sus ‘ventajas’ para acceder a determinados puestos de trabajo o de que las familias con mayor renta “coloquen” mejor a sus hijos. “El mecanismo del enchufismo sería aplicable a una pequeña parte”, explica la investigadora.

“Sabemos que, en la posibilidad de acceder a mejores puestos, influye la clase social tanto por la elección de carrera, como, sobre todo, por el llamado salario de reserva”. Quienes presentan condiciones socioeconómicas mejores “pueden seguir esperando, continuar formándose o adquirir un nivel de idiomas superior frente a aquellos que, al tener que entrar pronto en una empresa, empiezan por puestos menos o no cualificados”.

Ello conlleva lo que Ramos califica como “riesgos”, y que pasan por la perpetuación en esos empleos y, en particular, que “las habilidades adquiridas en la universidad se queden obsoletas, algo que sucede, o hay más opciones de que suceda, después de dos o tres años trabajando en un puesto no cualificado”. A esto hay que sumar la concatenación de empleos poco cualificados, algo que ofrece malas señales a los futuros empleadores.

No sobran titulados

Esta investigadora de la Universidad Carlos III de Madrid es contundente en su defensa de la formación universitaria.

Por ello, ante el argumento utilizado por sectores de la opinión pública que relaciona la sobrecualificación y el número de universitarios, considera que afirmar que “sobran o que hay demasiadas universidades, una en cada provincia, y que esto baja la calidad de los estudios, es un diagnóstico erróneo por completo”.

“No existen indicadores de que las competencias de los titulados actuales sean peores que en el pasado. No hay evidencia de esto, sino de todo lo contrario”, añade a ELPLURAL.COM.

A modo de conclusión, María Ramos muestra su convencimiento acerca de la solución a este fenómeno. “Ha de llegar a largo plazo, a través de la apuesta por la innovación y por el desarrollo de sectores productivos más cualificados. Es ahí donde los universitarios pueden encontrar su trabajo”.

Con motivo de la ‘crisis del ladrillo’ se habló, y mucho, de la necesidad de un cambio de modelo productivo como solución al descalabro económico y para labrarnos un futuro estable como país. A pesar de las llamadas de atención desde diferentes ámbitos económicos y sociales, las autoridades políticas apostaron por no moverse.

Ahora, años después, en lugar de I+D+i, el modelo parece querer fijar de nuevo una de sus bases (quizás la principal) en el ladrillo. Sube el precio de la vivienda, aumenta la construcción y no para de crecer la burbuja del alquiler. Mientras, nuestros titulados superiores no dejan de romper barreras, pero en otros países.

En el nuestro, la autora del estudio insiste en que “no se puede seguir recurriendo a lo de que sobran universitarios. En realidad, lo que hay que fomentar e impulsar es el número de puestos de trabajo destinados a ellos”. Ahí está, posiblemente, la solución al problema de la sobrecualificación… y al de todo el modelo productivo.