Un robot, tras conseguir su título universitario, ejerce como médico de familia; en marcha el primer hotel atendido solo por máquinas; la inteligencia artificial supera, por vez primera, al ser humano en comprensión lectora. Son tres noticias que a más de uno provocarán un escalofrío.

Es la famosa y manida transformación digital. La llegada de las máquinas, de la inteligencia artificial, de la modernidad en forma de robots o de la computerización, ha encendido las alarmas por su repercusión en el empleo.

La información y los análisis son recurrentes en el último año. Uno de los más interesantes es del Observatorio Social de “la Caixa”. Se titula ‘Ocupaciones en transformación: ¿A quién afectará el cambio tecnológico?’.

Analiza el impacto de las nuevas tecnologías en el mercado laboral. Entre otras conclusiones establece que España tiene un riesgo de computerización por encima del 0´50 (en una escala de 0 a 1), una afirmación a la que, según su autora, Aina Gallego, profesora del Instituto Barcelona de Estudios Internacionales, llega utilizando uno de los métodos habituales de análisis.

Algoritmo y comparación

Esa conclusión se alcanza tras “hacer una lista de ocupaciones para una muestra, codificar las que se pueden prever que en un futuro próximo no desaparecerán y otras que sí puede hacerlo porque las tareas que se realizan en esas ocupaciones son susceptibles de ser hechas por máquinas”. A partir de ahí entra en escena un algoritmo y las comparaciones entre múltiples profesiones.

En nuestro país, la burbuja inmobiliaria provocó, entre otras cosas, un abandono escolar pronunciado. Lo que entonces la clase política no consideró un problema urgente porque lo tapaba el crecimiento económico, puede tener ahora su repercusión en este proceso de transformación digital.

En palabras de Gallego, “hay tareas que requieren mucha formación, como los analistas financieros” susceptibles de ser “sustituidos por máquinas”. No obstante, y aquí está la diferencia, es que esos analistas y las personas con mayor formación “pueden ir adaptándose a otras tareas e, incluso, complementar a las propias máquinas”.

En el lado contrario, sin saber en qué porcentaje, seguro que muchos de aquellos jóvenes que dejaron sus estudios por el boom del ladrillo, cuentan con empleos de baja cualificación. La amenaza de la computerización es mayor para ellos.

Para Gallego, “aquellos con un trabajo más rutinario, por ejemplo, poniendo tuercas en una cadena de montaje, tienen más riesgo” y, a diferencia del mencionado analista financiero, a priori, “menos posibilidades para adaptarse cuando aparezca la máquina”.

“Hay que hablar de la variedad de habilidades y también de la capacidad de aprender”, señala.

Una de las conclusiones de la investigación (que aquí puedes consultar) es que la clase política tiene que jugar un papel activo en todo este proceso.

Una manera sería la articulación de medidas para hacer frente a las consecuencias laborales del cambio tecnológico. Por ejemplo, el establecimiento de una renta mínima de ciudadanía, como alternativa que, entre otras cosas, ayudaría a incentivar el consumo. Algo que se está haciendo en EEUU y algún país nórdico.

“Es muy importante -dice Gallego- que, además de la gente, también los partidos políticos se impliquen para que la transformación sea más sencilla”.

Y ¿cómo reacciona la ciudadanía ante el fenómeno de la computerización? Tal y como sugieren diferentes estudios, las personas con menos formación son también las que menos participan o se interesan por la política.

Robot creado por la marca japonesa Toshiba. 

El análisis del Observatorio Social “la Caixa” establece, como hipótesis de la propia autora, que no es lo mismo sentirse amenazado si la empresa decide trasladarse a otro país, que esa amenaza sea un ordenador.

Brexit o Trump

El primer caso, “provoca un cierto rechazo hacia esa nación, tienes algo así como un enemigo contra el que luchar. Tiene un efecto activador”, asevera. Los ejemplos más recientes serían el Brexit o Donald Trump.

Sin embargo, si el riesgo del desempleo lo representa una máquina, “las consecuencias para la movilización política son muy diferentes porque me voy a sentir menos valioso, pierdo el orgullo de la ocupación y las políticas para frenar el cambio tecnológico son menos obvias”. Por eso concluye que “el hecho mismo de estar amenazado, puede llevar a la desmovilización política”.

El debate en torno a la transformación digital es tan intenso como su repercusión sociolaboral. En algo coinciden los expertos: no es nuevo. La humanidad, en varios momentos, ha vivido procesos de 'modernización' que, de una u otra manera, se han materializado en la llegada de máquinas.

“Desde que existen Nuevas Tecnologías se da el fenómeno de trabajadores desplazados que pierden sus empleos”. Es la parte negativa; la positiva pasa porque las NNTT “no solo provocan pérdida de empleos, sino que también generan nuevos trabajos”.

Ante un fenómeno tan global es clave determinar “si la velocidad a la que se crean nuevos empleos es equivalente a los que se destruyen”, insistiendo Aina Gallego de nuevo en el papel “fundamental” que deben jugar “las políticas del Gobierno”. Si hubiera, asegura, “más políticas dirigidas a pensar qué tareas puede hacer esta gente, el problema social sería mucho menor”.

Ocurra lo que ocurra, la transformación, la llegada de las máquinas ya está aquí, con sus pros y contras.