Las crisis económicas tienen el denominador común de atacar principalmente a los colectivos más vulnerables y aquí los niños nunca salen bien parados.

La casuística ha demostrado con el paso de los años que, ante unas condiciones socioeconómicas negativas, la distinción entre pequeños que residen en naciones con mayor o menor PIB no cabe. Esto se debe a que sus consecuencias se ceban con determinados ámbitos de población, con independencia de su lugar de residencia, origen o nacionalidad.

En este asunto incide el estudio ‘¿Cómo afecta la vulnerabilidad social a la salud infantil?’, publicado por el Observatorio Social de Obra Social “la Caixa” y elaborado por Isabel Iguacel y Luis Alberto Moreno, del grupo GENUD de la Universidad de Zaragoza.

Una de las claves del mismo es el llamado gradiente de salud que, según Iguacel, se refiere “al nivel socioeconómico que nos sitúa a todos en la sociedad en determinada posición”. La novedad en este caso es que, además de los considerados indicadores clásicos, “hemos introducido otros como la cantidad y calidad de redes sociales de apoyo, el tipo de estructura familiar, el desempleo y el origen geográfico de los progenitores”.

El resultado es un análisis fiable, basado en hasta siete países (Bélgica, Chipre, Estonia, Alemania, Hungría, Italia, Suecia y España), cuya principal conclusión es que, siguiendo lo que marca el citado gradiente socioeconómico “cuanto mayores son sus indicadores, mayores posibilidades existen de tener mejor salud tanto física como mental”, mientras que “dentro de los países, los datos muestran que en general cuanto más baja es la situación socioeconómica de una persona, peor salud tiene”.

Obesidad infantil

Uno de los elementos que más llaman la atención en este Observatorio tiene que ver con la obesidad infantil, que ha pasado de ser un elemento propio de los niños con estructuras familiares con mejor posición socioeconómica, a convertirse en el factor más claro de la incidencia de la crisis económica en la sociedad moderna.

Según la coautora de este trabajo, “esto es exactamente lo que ocurre en la actualidad”. En efecto, mientras en los denominados países subdesarrollados, el niño que tiene sobrepeso es de las familias más ricas, “en las naciones en vías de desarrollo y las desarrolladas, los pequeños con obesidad son los que presentan unas condiciones socioeconómicas familiares peores”.

Por el contrario, aquellos cuya vida se desenvuelve en entornos no afectados por las crisis económicas, suelen ser los más delgados.

La respuesta de por qué se produce esto, si bien algunos lo achacarán erróneamente a la evolución de la propia sociedad, Isabel Iguacel la sitúa en ese entorno. “La ‘comida basura’ es más barata, las ofertas de tres por dos suelen referirse a alimentos procesados que son los que adquieren las familias con unas condiciones socioeconómicas peores”. Mientras, en el otro lado de la balanza, “los que presentan más posibilidades, además de recurrir a una alimentación más sana”, lo complementan con unos hábitos de vida más saludables porque “a lo mejor sus padres no tienen dificultades para llevarlos a entrenar para practicar uno u otro deporte”.

Lo barato sale caro

Al final, parafraseando uno de los enunciados más utilizados en publicidad, lo barato sale caro (en términos de salud), es decir, “lo barato al final es la comida procesada, mientras que la buena comida o el comer sano es más caro”.

Los efectos de las crisis económicas, como la padecida en los últimos años, son devastadores. Al margen de otras consecuencias, se ceban con la salud de los más pequeños. Sin embargo, también arrojan un dato curioso. Este tipo de situaciones genera una especie de democratización de la pobreza –y sus efectos-, algo así como un proceso de igualación entre países ricos y pobres en términos socioeconómicos.

“Pues sí porque no somos conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor”, indica la autora del estudio a ELPLURAL.COM. Sus palabras son contundentes al decir que “a veces escuchamos aquello de que ‘el español no pasa hambre’, y no es verdad. Hay gente que pasa hambre, que lo está pasando mal y da igual que estés o no en un país más desarrollado”.

[[{"fid":"84895","view_mode":"ancho_total","fields":{},"type":"media","attributes":{"alt":"Imagen de la campaña 'Ningún niño sin bigote' impulsada por Obra Social \\\"la Caixa\\\" para recoger leche.","title":"Imagen de la campaña 'Ningún niño sin bigote' impulsada por Obra Social \\\"la Caixa\\\" para recoger leche.","class":"img-responsive media-element file-ancho-total"}}]]Imagen de la campaña 'Ningún niño sin bigote' impulsada por Obra Social "la Caixa" para recoger leche.

Un ejemplo pone los puntos sobre las íes sobre este particular. En la actualidad, EEUU, siendo el más poderoso económicamente del mundo, tiene una esperanza de vida que lo sitúa en el puesto 37 del ranking mundial, un lugar que en este apartado lo iguala con Cuba.

Ante este panorama cabe preguntarse si hay todavía esperanza. Isabel Iguacel reconoce que “depende de muchos factores”. Uno de ellos es, sin duda, el de la globalización que se traduce en que esas medidas correctoras que han de venir, principalmente, de los Gobiernos, ya no se adoptan desde España, sino desde Europa. En nuestro caso, como en otros, dependemos de lo que digan en Alemania, Francia o Bruselas.

Un cambio necesario

A pesar de esto, la coautora del estudio publicado por el Observatorio de Obra Social “la Caixa” afirma ser “positiva desde un punto de vista personal”. A su juicio y desde la perspectiva de quien se dedica al análisis de los factores socioecómicos sobre la salud de los más pequeños, como “cuando siendo niño ves que sí afecta este entorno, quienes toman las decisiones deberían trabajar desde esas edades bien tempranas”.

Insiste en ser “positiva”, si bien asevera que “se tienen que poner en marcha muchas políticas que no se están llevando a cabo. Lo observo con optimismo, pero creo que debe haber un cambio”.

Cifras reales como que, ahora mismo, España se encuentra entre los países con mayor obesidad y sobrepeso infantil del mundo no ayudan a esa visión, en particular, como demuestra este informe, cuando es evidente la conexión de ese fenómeno con la pobreza en esa etapa de la vida y, por ende, con la mayor vulnerabilidad desde el punto de vista de la salud de los niños.

La primera medida que adoptó Pedro Sánchez nada más llegar a La Moncloa fue el anuncio de la creación de un Alto Comisionado para la Pobreza Infantil.

Lo que parece un síntoma de ese cambio que reclaman Isabel Iguacel y otros expertos en la materia, no debe quedarse en un mero gesto.