Escribo estas líneas a la mañana siguiente de mi primera noche en Torre Pacheco. Veo en algunos titulares que los jóvenes que anoche estaban en las calle “sembraron el terror” y yo pienso, ¿pero dónde estuvo esta gente? Porque en Torre Pacheco, no. Anoche había medio centenar de críos, porque eran críos, protestando. Si bien es cierto que llevaban las caras tapadas y algunos tenían cadenas y palos, la realidad es que no paso nada. Eran adolescentes expresando su descontento a gritos, sin violencia de ningún tipo.
La Guardia Civil, en un momento determinado, hizo un conato de carga, que para los que tenemos la espalda pelada de cubrir manifestaciones sabemos que tan solo fue un aviso a navegantes. Tras ese instante de tensión, el único de toda la noche, los manifestantes llamaron a un periodista para hablar. Fui yo, señores y señoras, la que se acercó a ver qué nos querían contar.
Al llegar me explicaron que solo querían a los que habían destrozado el negocio de un vecino la noche anterior, que ellos no querían pegar a nadie ni, mucho menos, destrozar nada, pero que querían tener delante a los fascistas que trataron de destrozar su barrio. Les dije que están detenidos pero, al principio, no me creían. Cuando se lo volví a explicar, todos asintieron. Les expliqué que debían irse a casa porque la Guardia Civil avisa una vez, pero no dos. ¿Qué hicieron? Irse a casa.
Una realidad dolorosa
Anoche viví una realidad dolorosa, la de unos jóvenes desencantados, hartos de ser discriminados por el color de su piel, su nacionalidad o su acento. Una generación de niños, muchos nacidos en España, que son tan españoles como yo, pero que han sido sistemáticamente rechazados. Una juventud que anoche se rebeló contra el racismo latente que llevan años sufriendo.
Son unos críos que han crecido rodeados de las miradas de soslayo de sus vecinos, del sentir en la propias carnes el rechazo real de una sociedad que no duda en cruzarse de acera cuando les ve, el escuchar moro de mierda cuando pasan al lado de alguien ha sido el día a día de estos niños. Una sociedad que ha tratado de hacerles creer que ellos eran menos personas. Sin embargo, y pese al racismo que llevan sufriendo desde que nacieron, anoche simplemente protestaron ante una trato que no solo es indecente, sino que debería estar erradicado hace muchos años.
España es un país de migrantes, lo ha sido siempre. Pero España también es un país donde por desgracia la memoria es muy corta. Hoy hay prevista una manifestación de fascistas en Torre Pacheco, de hecho quien suscribe estas lineas ha sido testigo de cómo un policía local invitaba a una de las caras más visibles del fascismo patrio. Así, sin despeinarse ni nada. Miedo me da lo que pueda suceder porque, tanto racismo y tanta incomprensión, han convertido este municipio murciano en un auténtico polvorín donde la tensión se respira en cada esquina. Sinceramente espero que impere la cordura, pero viendo la gentuza que está por llegar, miedo, pero mucho miedo, me da la noche de este martes. Ojalá mañana pueda escribir sobre un pinchazo histórico. Ojalá.