Carlos Mazón se ríe de los valencianos. Mientras las familias de las 228 víctimas de la DANA siguen esperando justicia, mientras miles de damnificados se esfuerzan por reconstruir sus vidas, él ha conseguido lo que buscaba: su “paguita”. Su ansiada aspiración. El 13 de julio ha cumplido dos años al frente de la Generalitat Valenciana, lo suficiente para acceder al Consell Jurídic Consultiu y garantizarse un sueldo público de 75.000 euros anuales por el tiempo equivalente al que ha estado en el cargo, dos años. En plena crisis, con el dolor aún fresco, con su gestión bajo sospecha judicial, Mazón se aferra a su cargo por dinero. Y el Partido Popular, lejos de exigir responsabilidades, lo aplaude.

No hablamos de una figura menor ni de una anécdota política. Hablamos de un presidente autonómico que desapareció mientras una tragedia se cobraba vidas humanas. Un presidente que suprimió la Unidad Valenciana de Emergencias tachándola de “chiringuito” y que no activó a tiempo la alerta que podría haber evitado muertes. Un presidente cuya gestión ha sido descrita por una jueza como “gravísima inactividad con resultado mortal”. Y, a pesar de todo, ahí sigue: aferrado al poder, blindado por Feijóo, convertido en símbolo del cinismo político que el PP ha institucionalizado.

La ciudadanía no olvida. Lo ha dicho en las calles, no una vez ni dos, sino en ocho manifestaciones consecutivas. Y el próximo 29 de julio, cuando se cumplan nueve meses de aquella pesadilla, Catarroja volverá a alzar la voz con una novena protesta exigiendo lo que debería ser evidente: la dimisión de Mazón. Pero el problema no es solo Mazón. El problema es el Partido Popular, que lo ha convertido en protagonista estelar de su último Congreso Nacional, dándole un baño de multitudes mientras los familiares de las víctimas aún lloran en silencio.

¿Qué aplaudía exactamente el PP en IFEMA cuando vitoreaba a Mazón? ¿Aplaudían la dejación de funciones? ¿La muerte de 228 personas? ¿El silencio y la falta de explicaciones? ¿La supresión de servicios de emergencia por razones ideológicas? ¿La cobardía de no dar la cara ni pedir perdón? Porque lo único que ha ofrecido Mazón en estos meses han sido excusas, mentiras y la obsesiva determinación de resistir para cobrar su “paguita”.

Por cierto, Mazón ha conseguido la “paguita”, pero ahora tendrá el objetivo de agotar la legislatura, porque si lo logra tendría derecho a 15 años de salario. La ley además le asegura en todo caso dos asesores, un local, un coche oficial y chófer vitalicios.

Por eso, mientras Mazón sonríe, Feijóo calla. O peor: lo bendice. Mazón fue recibido entre ovaciones y sonrisas en el Congreso del PP como si fuera un héroe. Como si no cargara a sus espaldas una de las mayores negligencias políticas de nuestra historia reciente. ¿De verdad este es el PP que quiere gobernar España? ¿De verdad alguien en su sano juicio puede confiar el futuro del país a un partido que premia con aplausos a quien ha demostrado una total indiferencia por la vida de sus conciudadanos?

Feijóo ha demostrado con este gesto que no le importan las víctimas ni la verdad, solo la unidad de su partido. Ha cerrado filas con Mazón porque lo considera “uno de los suyos”, sin importar que esté señalado social y judicialmente por su falta de liderazgo durante la tragedia. Ha optado por blindar a un presidente amortizado, sin calle, sin credibilidad, sin dignidad, solo porque le garantiza poder territorial. Pero gobernar no es sumar escaños, gobernar es asumir responsabilidades. Y el PP ha renunciado a hacerlo.

¿Cuál será el premio de Mazón si Feijóo llega a la Moncloa? ¿Qué ministerio le dará al responsable de una gestión que ha dejado un reguero de muerte, dolor y rabia? ¿Interior? ¿Transición Ecológica? ¿Seguridad Ciudadana? ¿De verdad alguien cree que un partido que actúa así en la Comunidad Valenciana va a hacerlo distinto en el Gobierno de España?

Lo más indignante es que Mazón no puede ni salir a la calle. En la reciente inauguración del instituto IES Azorín de Petrer, ha sido recibido entre gritos de “asesino” y “dimisión”. La gente lo señala por su nombre. Lo recuerda por su ausencia. Sabe que no estaba donde tenía que estar. Y lo peor: que no quiso estar. Desapareció en El Ventorro mientras los fallecidos se acumulaban.

Las encuestas son claras: ocho de cada diez valencianos creen que Mazón debería dimitir. Nueve de cada diez no quieren que repita como candidato en 2027. Pero ahí sigue. Porque ha conseguido aguantar. Porque ha conseguido su ansiada recompensa. Porque el objetivo no era transformar nada, ni mejorar la vida de nadie. El objetivo era la “paguita”.

¿Y Feijóo? ¿Dónde está su discurso regenerador? ¿Dónde está esa ética pública de la que tanto presume? ¿Dónde está el liderazgo que se supone que quiere encarnar? En ninguna parte. Porque su liderazgo es una ficción. Porque su regeneración es una mentira. Porque su proyecto político no pasa por escuchar a las víctimas ni por exigir responsabilidades a sus barones, sino por blindarlos y ensalzarlos aunque la sociedad los repudie.

El problema de Mazón es estructural: su permanencia en el cargo es la demostración práctica de que, en el PP, todo vale. En el PP se puede mentir, fallar, desaparecer y aun así salir ovacionado. En el PP la gestión pública se ha convertido en una carrera de resistencia para cobrar privilegios. En el PP el dolor ajeno no interrumpe la ambición personal.

Y no, no lo olvidemos: el mérito más grande de Mazón desde que llegó a la Generalitat ha sido lograr que hasta el regreso de Francisco Camps parezca una idea menos escandalosa. Con eso lo decimos todo.

Pero los ciudadanos sí tienen memoria. Y también tienen dignidad. La que no demuestran ni Mazón ni su partido. La que seguirá llenando calles, institutos, plazas y redes sociales mientras siga impune una gestión que ha costado vidas. La que nos empuja a seguir denunciando esta vergüenza política que no puede quedar sin respuesta.

Por eso, no vamos a callar. Estaremos del lado de las víctimas, de sus familias, de quienes siguen exigiendo justicia y reparación. Seguiremos denunciando este escándalo todas las veces que haga falta. Esto no va de ideologías, va de dignidad, de ética pública y de respeto por la vida. Mazón debe dimitir. Y Feijóo debe explicar a los ciudadanos por qué sigue protegiéndolo.

La Comunidad Valenciana merece un presidente que sepa proteger, no que desaparezca. Que gobierne, no que resista. Que sirva al pueblo, no a su cuenta bancaria. Mazón no es un presidente: es el símbolo más cruel de una política vacía, oportunista y deshumanizada. Y el PP, su cómplice imprescindible.

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