Uno de los aspectos que más me han impresionado en estos días es el relacionado con los entierros. Una no da importancia a las cosas hasta que no se pueden hacer, y eso es lo que ha pasado con esto.

Siempre había oído a personas decir que a ellas no les van los entierros, que quieren recordar a la persona cuando estaba con vida, y un montón de lugares comunes más. Algo parecido a lo que se dice respecto a los hospitales: que si yo no soporto el olor, que si me pongo muy nervioso al pisar sus pasillos y unas cuantas simplezas más. Como si al resto del mundo nos pusieran estas situaciones locas de contento, vaya.

Por duros que fueran estos trances, se hacían porque se tenían que hacer. Era la último que podías hacer por una persona que se había ido, y de lo poco que podías hacer por sus seres queridos. Pero ahora, ya no se puede hacer lo que se tenía que hacer. Y eso nos deja descolocados y con un dolor dentro que ni siquiera puede salir.

Me hablaba una amiga de una familiar de su pareja que, tras saber que su padre había fallecido -y no de coronavirus- en pleno estado de alerta, quiso acompañar a su madre, sola en tan duro trance y, por circunstancias de la vida. a muchos kilómetros de su familia. Pese a la restricción de movilidad, se arriesgó y emprendió la marcha, a bordo de su coche, con rumbo al lugar donde había muerto su padre. A mitad camino, un guardia civil con mucha amabilidad, pero también con mucha razón, le obligó a volverse a casa. Y no le quedó más remedio que llorar a solas, igual que su madre.

Esta historia es muy ilustrativa de lo que está ocurriendo, por desgraciao. Las personas no pueden acompañar a sus seres queridos mientras están muriend ni, en muchos casos, pueden decirles adiós como quisieran. En el mejor de los casos, una despedida con solo tres personas que encoge el estómago tanto por las ausencias como por las presencias. Incluso en muchos casos hay que elegir quién de los hijos o hijas se queda fuera y quién entra al sepelio.

Es una época dura en la vida, pero lo es aún más en la muerte. Para los que se van y también para los que se quedan.

El duelo sin duelo es menos duelo y más dolor. Descansen en paz.