A comienzos del año 2009, el Gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, que había ganado unos segundos comicios solo nueve meses antes, terminó por aceptar que España experimentaba una grave recesión económica.

Para mitigarla, el ejecutivo puso en marcha el ‘Plan E’, un conjunto de inversiones públicas que servirían para renovar infraestructuras locales y, de paso, para reactivar a unas constructoras que siempre habían dependido excesivamente de la contratación pública.

El 'Plan E' detuvo la sangría del desempleo, pero lo hizo coincidiendo con las elecciones europeas del mes de mayo de aquel año; previo anuncio de ‘brotes verdes’, expresión copiada del presidente estadounidense Barack Obama. En dichas elecciones, el PSOE logró salvar los muebles pese a perder frente a un Partido Popular encabezado por Jaime Mayor Oreja. Una pequeña formación escindida de IU, Izquierda Anticapitalista, apenas consiguió 20.000 votos, pero se convertiría en un actor político clave solo un lustro después.

A aquellos comicios comunitarios de los que el bipartidismo salió reforzado, concurrió una extraña coalición llamada ‘Libertas’ que, liderada por un multimillonario irlandés antiabortista, incluía en su seno al partido Ciutadans-Ciudadanos. El partido presidido por el diputado del parlamento catalán Albert Rivera colocó en dicha coalición a José Manuel Villegas, junto a un elenco de ultraconservadores de diversas naciones. El liberalismo de tercera vía brillaba por su ausencia, pero el partido necesitaba financiarse de algún modo.

Las elecciones al País Vasco de la primavera de 2009 habían dejado fuera al hasta entonces diputado autonómico Santiago Abascal. Quizá por su defensa de los ‘principios originales’ del Partido Popular, Abascal pasó a dirigir la Agencia de Protección de Datos de la Comunidad de Madrid presidida por Esperanza Aguirre. De los principios a los datos.

La dama de hierro castiza había promovido y financiado diferentes plataformas de lucha contra la inminente ruptura de España, como DENAES, y el futuro presidente de Vox se refugió en ellas hasta que en 2013 se acabó el dinero.

La izquierda ‘a la izquierda del PSOE’, una vez más refundada y encabezada por Cayo Lara, seguía anunciando ‘otoños calientes’, lo que probaba que seguía, al menos, al corriente del calendario.

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En un pueblecito de la sierra de Segovia se reunían con frecuencia estudiantes, doctorandos y profesores de Ciencia Política que en un futuro presentarían su Trabajo Final de Máster, su Tesis Doctoral Aplicada sobre la política española. Se trataba de Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero, entre otros. Combinaban un vasto conocimiento teórico con una interesante capacidad de iniciativa y organización.

Pedro Sánchez, integrante junior del equipo de economistas que había asesorado al candidato ‘ZP’ para las elecciones generales del año 2004, colaboraba con el ministro de Industria, Miguel Sebastián, en un gobierno que comenzaba a sufrir el desgaste de la crisis y del desencanto de una población que estaba volviendo a asociar el incremento del paro a los gobiernos socialistas. 

Del 2009, al 2019

Diez años después, en 2019, a pesar de los cambios que se han producido, muchas situaciones se repiten o riman. Aquellas hipotecas fallidas que las familias no pudieron pagar han sido adquiridas por fondos de inversión buitre dirigidos por los hijos de quienes inflaron la burbuja –como ha afirmado el periodista Pere Rusiñol en la revista Mongolia. Muchos ejecutivos de los bancos de inversión que detonaron la gran crisis han pasado a comprar las gangas resultado de la explosión financiera o a dirigir la aplicación de planes de austeridad desde los ministerios gubernamentales.

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El desempleo sigue a niveles insoportables, más aún cuando, gracias a siete años de gobierno conservador, se han impulsado modalidades de contratación que incrementan la pobreza, la inseguridad y la frustración.

Nada queda del espíritu de aquel 'Plan E', y la ministra que en un principio se encargó de distribuir sus fondos por las distintas Administraciones, Elena Salgado, ha pasado ya por todo tipo de consejos de administración, abarcando eléctricas, farmacéuticas, gestoras de autopistas y fondos de inversión.

Aquellos brotes verdes electoralistas de 2009 lo son en 2019 de podredumbre xenófoba, nacionalista y machista. Santiago Abascal, después de presidir los chiringuitos autonómicos más inútiles a sueldo de príncipe, ha amenazado de muerte, desde la montura de un resignado caballo, al Estado autonómico que le dio de comer durante las dos décadas previas. Lo peor es que sus proclamas y el odio desatado contra la inmigración y el independentismo le van a abrir las puertas en todas las instituciones democráticas. 

Frente a esta ofensiva, la ‘alerta antifascista’ de Podemos se ha quedado en una broma. El Trabajo Fin de Máster de Iglesias-Errejón, el asalto a la presidencia del Gobierno español, no va a poder seguir adelante porque el equipo se ha roto definitivamente. La naturaleza confederal de la formación progresista, el embargo político y mediático al que ha sido sometida desde que naciera en 2014 y decisiones demasiado centradas en el corto plazo parecen haber dejado a esta formación fuera de juego.

El Gobierno del entonces aprendiz Pedro Sánchez, que ya es doctor en Economía y que ha reclutado para su gobierno a altos cargos tecnocráticos de los ejecutivos de Zapatero, se encuentra acorralado ante el desafío independentista y la edebilidad de sus apoyos parlamentarios y políticos. Qué tiempos los de 2009, con un Estatut aprobado en cortes y en un referéndum, cuando el Tribunal Constitucional no había todavía sentenciado a favor del recurso del Partido Popular, lo que contribuiría a disparar la carrera hacia delante del soberanismo. 

Con la entronización definitiva de Pablo Casado como líder del PP y el arrope de José María Aznar, una de las escasas esperanzas que restan para evitar que la avalancha ultraderechista se lo lleve todo por delante reside en un pacto Ciudadanos-PSOE en todas las instituciones posibles. Acuerdo que podría tener su contrapartida en los ayuntamientos donde las ‘confluencias’ de Podemos consiguieran posiciones electoralmente ventajosas.

Pero al borroso y difuso proyecto de Estado del PSOE y a las infinitas divisiones de Podemos hay que añadir lo que Abascal, con cierta lucidez, ha denominado ‘la veleta naranja’. Aquellas europeas de 2009 y la coalición Libertas representan una prueba irrefutable de esta actitud política del presidenciable Albert Rivera.

La incertidumbre es casi deseable cuando crece la certidumbre de la derrota, de la reacción y del retroceso social. Mejor no pensar en más #Tenyearschallenge y más en soluciones factibles para salvarnos del desastre.