Del ‘bienvenido Mr. Biden’ a la tournée de Boris Johnson en el Museo del Prado, del nuevo telón de acero que establece el Concepto Estratégico de Madrid a las alpargatas Castañer de las consortes, de la protección del flanco sur a la enhorabuena de Feijóo, de Rusia como “socio estratégico” a “mayor amenaza” para los aliados, de lo nuclear a lo híbrido y cibernético. La Cumbre de la OTAN ha afianzado su hoja de ruta para los próximos 10 años entre apretones de manos, un exceso de protocolo que ha paralizado una de las ciudades más bulliciosas del mundo y un tiempo mediterráneo que ha servido a los líderes de la Alianza para conectar lo pragmático con lo humano, las grandes decisiones con la esencia de Madrid, la “unión” frente a un mundo polarizado con las sonrisas de quienes aprecian que estas 48 horas devendrán en una respuesta de altura a un momento de crisis que no se recuerda desde la Guerra Fría o la II Guerra Mundial, dependiendo de quién haya sido el autor de la comparación.

El mensaje que traslada el Gobierno no puede ser más triunfalista: la cumbre de la OTAN ha sido un éxito atlantista y de país. Una victoria de los ideales de la libertad basada en reglas, del énfasis en mejorar la protección de cada socio bajo el amparo del mosquetero refrán de “todos para uno y uno para todos” que queda refrendado en el artículo 5 de la Alianza Atlántica. Pero no solo el Ejecutivo, con Pedro Sánchez a la cabeza en condición de anfitrión, ha narrado esta cumbre con acordes de alegría: si este cónclave se define con los adjetivos que han trasladado los diferentes plenipotenciarios de las negociaciones que han tenido lugar este miércoles y jueves en el recinto ferial de IFEMA (Madrid), los sinónimos que quedarán en el imaginario colectivo solo variarán entre “histórica”, “renovadora”, “ejemplar” o “magnífica”.

En términos operativos, los aliados han fijado una línea a seguir de mayores inversiones y responsabilidad colectiva. Los tiempos en los que EEUU servía de paraguas a quienes preferían no aumentar sus partidas en Defensa han acabado. Los 49 puntos del Concepto Estratégico de Madrid europeízan la Alianza, proyectan un futuro de entendimiento que acabará con Suecia y Finlandia dentro de la organización después del levantamiento del veto turco, fijan una protección “de cada centímetro” del territorio de los miembros -dotando de cobertura a Ceuta y Melilla, como reclamaba el Ejecutivo español-, estrechan lazos con los socios del Pacífico y fijan a Rusia y China como los grandes “desafíos” del orden mundial.

Un nuevo telón de acero que construye un mapa de grandes potencias. Un escenario de polarización frente a las “amenazas” de Rusia, quien busca "establecer esferas de influencia y un control directo a través de la coerción, subversión, agresión y anexión” (art.8); y el “desafío” de China, quien, pese a no ser una amenaza en palabras del secretario general, Jens Stoltenberg, “utiliza su influencia económica para crear dependencias estratégicas y potenciar su influencia subvirtiendo el orden internacional basado en reglas”.

Los socios de la organización, además, han escrito un reparto de responsabilidades a medio plazo, conocedores de que la guerra en Ucrania será más larga de lo esperado y que la inestabilidad es creciente por el terrorismo, la situación en el Sahel, las emergentes y disruptivas tecnologías y la guerra híbrida. Un plan de operaciones desde la trinchera de IFEMA para contrarrestar “un tiempo crítico para la seguridad, la paz y la estabilidad internacional”. Una apuesta por establecer unas capacidades disuasivas a la vanguardia de la guerra moderna, con un incremento de influencia militar de Estados Unidos en España y Europa -solo en la base naval de Rota, la Marina norteamericana sumará dos destructores más a los cuatro ya presentes-, un refuerzo del flanco oriental y la inclusión del flanco sur como terreno de inestabilidad. Un plan ambicioso, que, sin embargo, obligará a los estados miembros a acometer una renovación de sus presupuestos, incrementando sus partidas a Defensa hasta el 2% cumpliendo así con una reivindicación histórica de la Alianza que ya fue sometida a debate en la Cumbre de Versalles (Francia) que tuvo lugar el 10 y 11 de marzo de este mismo año.

La importancia de lo estético

El éxito organizativo de la Cumbre de Madrid es innegable. Además de la importancia de lo operativo, con un dispositivo policial que ha sitiado Madrid durante tres días con 10.000 agentes desplegados en el marco de la ‘Operación Eirene’, el cónclave ha dejado tras de sí un repertorio de imágenes que afianzan la sensación de unidad desde lo estético.

Desde Jill Biden colapsando la Milla de Oro de Madrid yendo de compras bajo recomendación de la reina Letizia hasta la presentación de Gauthier Destenay, marido del primer ministro de Luxemburgo, como muestra icónica del aperturismo de una Alianza que ha dejado la homofobia de Viktor Orbán, primer ministro de Hungría, como contrapunto en blanco y negro de unas jornadas de reconversión de la organización militar hacia puntos clave del futuro como la inclusión de la mujer o la lucha contra el cambio climático.

Del posado de las consortes frente al Guernica a la foto de familia de la totalidad de los aliados en el Museo del Prado, donde Boris Johnson demostró su perfil más intelectual al apartarse del resto de mandatarios y disfrutar de una de las joyas artísticas más importantes del continente. Del brindis de Felipe VI, maestro de ceremonias de los socios que ya habían aterrizado en Madrid el martes, a Pedro Sánchez luciendo su perfil más presidencial en una cumbre monopolizada por su imagen recepcionando con cordialidad a todos los invitados. Tanto es así que el propio líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, que hasta el momento se había ceñido a reprochar al Gobierno que no contestase a su plan de Estado y que mostrase división entre socios sobre la idoneidad de albergar el encuentro, no ha tenido más remedio que felicitar al presidente: “Felicito al Gobierno de Sánchez por la imagen positiva que ha dado España en la organización de esta cumbre”, ha afirmado Núñez Feijóo en delaraciones a los periodistas que cubren su viaje a Euskadi y Cataluña para mantener diversos encuentros con empresarios. 

El Gobierno, eufórico

El miedo a trasladar una imagen de división interna también ha quedado enterrado tras un acuerdo intramuros sellado en La Moncloa. Tras las muertes en Melilla y el alboroto que se había creado en el seno de la coalición, el entendimiento ha quedado refrendado en un pacto para que Unidas Podemos mantuviese un perfil bajo durante los días que Madrid monopolizaría la atención mediática del resto de los socios de la organización. Tampoco la contracumbre ha brillado: el control de los manifestantes, muy minoritarios, ha sido ejemplar, sin dejar imágenes de altercados ni cargas policiales que pudiesen empañar las buenas vibraciones que llegaban desde IFEMA.

Por todo ello, el Gobierno no ha escondido su euforia tras semanas en las que un éxito era necesario para revitalizar sus aspiraciones. Ni el mazazo electoral de Andalucía ni lo sucedido en Melilla han desestabilizado un plan, el de la organización de la cumbre, que había sido estudiado milimétricamente en el Ejecutivo. “España ha reforzado su posición en la escena internacional, nos hemos mostrado como un país moderno, sólido, que quiere trasladar un mensaje en defensa de un orden internacional basado en reglas”, ha manifestado el presidente Sánchez en la intervención que daba por zanjada la cumbre.

En la misma rueda de prensa, el líder del Ejecutivo ha aprovechado el viento a favor para pedir a socios parlamentarios y oposición que apoyen el gran aumento de gasto en Defensa al que se ha comprometido: “He reiterado ante los aliados que España cumplirá el 2%. Trabajamos ya para aumentar este año en los Presupuestos. Nuestro escenario es alcanzar ese 2% en ocho años, en 2029. Quiero que sea un gran acuerdo de país para reforzar la seguridad en Europa y en España”.