¿Qué suena dentro de nuestras mentes? En algunos casos, preocupaciones del día a día; en otros, una vorágine de pensamientos cruzados. Quien no tiene duda alguna es Santi Balmes quien, a través de su nuevo libro, 'Un día en mi cabeza' (Lunwerg Editores, Planeta de Libros), construye un relato de lo más cotidiano cargado de humor, con un tono desenfadado y que invita a poner banda sonora a la rutina. 

El vocalista de Love of Lesbian no sigue un guion estructurado en estas líneas, sino que plasma las vivencias de un día de lo más aleatorio trazando una hoja de ruta con aquellas canciones que conectan con la acción que esté realizando, bien sea pasear al perro o meterse a la ducha. Para todos estos escenarios dispares, construye playlist personalizas con las que ameniza lo que parece un día gris para transformarlo en toda una aventura.

Santi Balmes desmenuza en esta entrevista algún que otro detalle más sobre qué es lo que resuena en su cabeza.

PREGUNTA (P): Espero que antes de la entrevista ya ha sonado la playlist de ‘canciones para levantarte con buen humor’.

RESPUESTA (R): Esperemos (risas). Sí, bueno, sino tiene que sonar en tu cabeza.

P: En tu nuevo libro, los lectores se harán una idea de cómo suena tu cabeza, como bien dice título del libro. ¿Siempre hay música sonando ahí dentro?

R: No. Siempre puede haber como especulaciones de canciones nuevas más que canciones del exterior, esas las he escuchado mucho. En mi particular silencio, hay como un trabajo de buscar melodías todo el rato.

P: Siempre se dice que las canciones llegan al corazón, no a la cabeza. ¿Cómo suena el corazón de Santi Balmes?

R: Los seres humanos somos bastante menos auténticos de los que nos solemos imaginar, somos bastante manipulables, la música tiene poder. Tenemos todas las emociones ahí pendientes de que alguien las toque con un botoncito. Nos convertimos en eso.

Si me dices como sueno yo dentro de mi interior, qué es lo que resuena, sería algo bastante contradictorio, sería como un melodrama.

P: También dices que el libro, si no hubiese sido escrito en el momento en el que fue. Sería totalmente distinto. ¿Por qué?

R: Es un día en mi cabeza. Fue ese día que sucedió todo eso. Tiene un punto random.

P: ¿Cómo crees que envejecerá el sentido del libro en sí?

R: Nunca fue mi objetivo que fuera un libro que tuviera un buen envejecer, ha sido el libro más impulsivo que he escrito en mi puñetera vida. Tardé una semana en escribirlo y dos semanas más en editarlo. Obedecía al impulso, a la curiosidad científica de verme a mí como cobaya y ser científico, decir qué pasa en la cabeza de este señor durante un día. Si se pudiera verbalizar todo, tendría forma de libro. Sería un libro entretenido, era para mí un juego, ese es el juego que estoy proponiendo al lector.

Los humanos somos menos auténticos de lo que nos solemos imaginar, somos bastante manipulables

P: No es la primera vez que conjuga música en un libro, ya lo hiciste en ‘Bajaré de la Luna en tirolina’, pero en esta ocasión es más personal. ¿Por qué lo defines como un libro que está indicado para personas (no) normales?

R: Es un guiño a Love of Lesbian, a todos los raros fuimos al concierto. A esas personas que tienen la sensación de que no rigen del todo, que les falta una patata para llegar al kilo. Es la mejor manera de estar sanos.

P: Dices que ‘somos seres mutantes, lo único constante en nuestra vida es el cambio’. Es decir, por norma general, tendemos a buscar la tranquilidad y estabilidad en el día a día, pero los cambios siempre van a estar a la vuelta de la esquina. No podemos evitarlo, ¿no?

R: Necesitamos una capital, un puerto donde nuestro barco llegue después del temporal o de salir a pescar, donde todo esté plácido. Es inevitable el cambio en el sentido en el que hay tiene mutabilidades propias de la vida. La vida es movimiento todo el rato. No somos la misma persona de hace uno o diez años. Somos la copia de la copia de una fotocopia de otra fotocopia, con nuevos detalles y nuevos colores. Quiero pensar eso porque, sino, no habría demasiado camino para mejorar.

P: Dices que perteneces a la vieja escuela, aquella que “devoraba” las discográficas enteras de sus grupos y cantantes favoritos, añadiendo como crítica que la ‘generación de cristal’ adopta un aire de consumismo más fugaz. La realidad parece dispar: por un lado, así se muestra en redes sociales con TikTok y la fugacidad de los contenidos virales; por otro, cuando Taylor Swift saca álbum, se convierte casi en motivo de investigación para sus fans. ¿Bebes de esta nueva era del consumismo cultural voraz?

R: No lo digo con ánimo de meterme con la gente joven, ni mucho menos. Es lo que se han encontrado. En mi casa ha habido como la pelea de poner música de viaje con mis hijas y sí me doy cuenta de que ellas son ‘generación playlist’, pero si les gusta muchísimo algo entran en el disco de ese artista, pero es algo muy excepcional.

Nos están fragmentando el cerebro en un millón de trocitos y es muy difícil centrarse en algo

P: Pero la historia se repite. Parece que ha vuelto la moda de los vinilos, al igual que las tendencias de los años 2000.

R: Sí, todo es cíclico, todo vuelve. Ese debate está, el hecho de dosificar la cantidad infinita de información que tienen a su disposición y centrarse en las cosas que les gustan. Yo me doy cuenta de que soy una generación que creció escuchando discos y leyendo libros, pero en estos momentos estoy igual de viciado a las redes sociales que mis hijas.

Cuando me paso diez minutos viendo gatos por Instagram o caídas estúpidas, cuando escucho ahora una canción de dos minutos me parece de cuatro, una eternidad. Nos están fragmentando el cerebro en un millón de trocitos y es muy difícil centrarse en algo. Cosa que permite que Israel esté haciendo lo que está haciendo en Gaza, te indignas, pero te indignas durante diez segundos. Al cabo de 15 estás viendo cómo un oso panda se cae por una ladera. Ahí está la cosa.

P: Ese consumismo voraz no entiende de edades. El hecho de ver algo tan impactante como lo que sucede en Israel o Ucrania al final capta la atención durante unos minutos…

R: Todo acaba teniendo la misma importancia. Se pone en una línea horizontal: ficción, realidad; humor, drama. Todo en un convenientemente atomizado y dosificado para que le des la misma importancia y que esté todo en el mismo plano. Si al ser humano ya le cuesta de por sí solidarizarse con el dolor que no ve físicamente, porque somos seres que nos hemos criado en aldeas y en ciudades, ver detrás de una pantalla el dolor lo sentimos de una manera diferente.

Creo que genéticamente estamos hechos para solidarizarnos y ayudar al que tenemos justo aquí al lado, pero lo que pasa a miles de kilómetros… Si luego ves un anuncio de Danacol, ¿sabes? Todo se queda muy ficcional, es muy complicado centrarte en algo en estos momentos, en leer un libro o ver una película sin mirar el móvil.

P: Como artista, ¿este escenario cómo afecta a la hora de crear y lanzar un proyecto elaborado?

R: El aspecto musical es un poco complicado porque el otro día estábamos discutiendo con la banda, con el nuevo disco, y piensas, ¿pero quién va a escuchar el disco del tirón? Muchos de nuestros fans que estaban acostumbrados a escucharlo así, ahora ya no lo hacen, escuchan sus preferidas. Aunque sí que sigue habiendo gente que quiere escuchar el disco del tirón pensando que hay un orden reflexionado del autor.

En el caso de este libro, me he aliado con la mentalidad ‘scrooling’ y es casi un bombardeo de imágenes semejantes al que te encuentras en redes sociales. Me quería aliar al enemigo y creo que es un libro jodidamente actual, la verdad.