¿Quién no escucha de vez en cuando a ese niño interior que te llama a hacer algo que ansias o que pide que escuches lo que estás sintiendo? Está podría ser la premisa que presenta El taller de los niños interiores (Suma de Letras, Penguin Random House), la última novela de David Martínez Álvarez, más conocido como Rayden, que vuelve a dar rienda suelta a su faceta literaria para, esta vez, lanzar un alegato sobre la salud mental y las distintas caras que se muestran en la cotidianidad. 

Rayden conjuga en estas páginas la historia coral de hasta seis personajes, cada uno de una manera de ser que la hace únicos, y que todos ellos convergen al unísono con una psicóloga de lo más particular que les hace despertar ese sentimiento que callan de adultos, ese niño interior que está a la espera de volver a salir a la luz. El artista camaleónico, quien ha caminado por distintas ramas culturales a lo largo de su trayectoria, vuelve a dejarse llevar por la escritura con esta novela impregnada de realidades acuciantes.

PREGUNTA: Conocemos al Rayden músico, poeta y rapero, pero poco a poco vamos conociendo más esa faceta literaria. ¿Qué cabe esperar de tu nueva novela?

RESPUESTA: Sin sonar muy solemne, alguien me dijo que en la novela cabemos todos. Me encantaría que se pudiesen encontrar o reconocerse. Encontrarán algo que nos sucede a muchos, cuando sentimos que la autoimagen que nos hemos creado no nos define y pensamos en qué momento se hizo el nudo del cable cuando éramos niños.

P:  Es una trama muy distinta a lo que se vio en Votos en contra. ¿Por qué has querido abordar ahora la salud mental?

Como en la primera novela, El acercamiento a la mujer Cactus y Hombre Globo, que está basada en la canción, pues ésta está basada en la canción de Mi yo de ayer. Se dio en el momento al que llegué al concepto del ‘niño de la sombra y niño de las luces’, que hay estudios que dicen que el subconsciente se puede representar así, pero también a las heridas de la infancia: rechazo, abandono, traición, humillación e injusticia.

Entonces dije, ¿cómo sería personificar a estas personas? Eso me plantea como la vocación de cada uno, esa fuerza incombustible que nos empuja a desarrollar un trabajo que se nos da bien, es supeditado como una máscara para evitar esa herida. Quizás esa vocación es otra mentira que nos hemos dicho.

P: ¿Cómo es tu niño interior?

R: El niño de las luces, un turista que flipa con todo, soy muy impresionable y eso me encanta. El de las sombras, una persona que, con el rechazo y el abandono, he intentado estar a la altura de todo el mundo menos a la altura de mí.

P: ¿Por qué?

P: Me he sentido como que soy una mentira autocumplida, pero por cumplir las expectativas de los demás. No sé si de pequeño hubiese sido, de atreverme a ser por mí mismo, un trasto, pero al final fui el niño que se portaba bien, estaba calladito, que sabía estar, no la liaba y sacaba buenas notas. Creo que por no romper esa imagen que se tenía de mí empecé a ser más inmovilista.

La sociedad no le permite al adulto jugar.

P: ¿Deberíamos dejar salir más a menudo a ese niño interior, el que quizás nos mueve a hacer cosas que nos pueden dar vértigo?

R: Hay que tener en cuenta a los niños interiores, el adulto siempre media, pero que de vez en cuando hay que darles caprichos y eso se ha perdido. Me pasó hace poco que volví de Nepal, me hicieron después una entrevista y dije “voy a volver a jugar a hacer música”, y la gente que es fan celebró mi vuelta -vuelta que no va a ocurrir- y otra gente que me lo echaba en cara como si hubiese hecho una gira recaudatoria para luego volver otra vez a la música. El que yo pueda jugar en mi casa hacer música y que no la comparta, nadie lo contempla.

Me pareció brutal cómo la sociedad no le permite al adulto jugar, incluso si es a nivel de arte. Se piensa que hay que sacarle rédito, tipo “vas a hacer canciones y no va a ser para nada”.

P: Va a ser para ti.

R: Para mí y para los míos. A lo mejor este domingo que quedo con mi banda a hacer una barbacoa, pues a lo mejor cantamos eso y ya está. A nada que leyeras la entrevista, se veía que no voy a volver a la industria. No tengo ni un disco, ni una gira, sólo digo que ya no me da miedo jugar a hacer música. Hoy en día, siento que no hay marcha atrás, y si el día de mañana la hay, pues será también por jugar, pero no para responder ningún tipo de necesidad.

P: ¿No lo echas de menos?

R: No, porque lo que más podía echar de menos eran las personas que tengo al lado y las veo cada semana. Sí que es cierto que cuando terminé el último concierto ya hace medio año no volví a escribir canciones, y ahora ya le he perdido el miedo. Esto vino de que estuve en Nepal con muchos amigos y nos pusimos a tocar para un concierto de mujeres nepalíes y ellas cantaron y nosotros les cantamos. Me encantó esa forma honesta de compartir.

No encuentro los caminos para expresarme sin un componente de impresión.

P: Porque la música no está solamente para que esté en plataformas y la gente lo escuche, sino también para compartirla.

R: Fue la primera vez en muchísimo tiempo que utilicé la música como algo para expresar y no algo para impresionar. Y ahí sentí que ojalá pudiese hacer esto en mi día a día. Pero tal como está la industria, los ritmos y todo, es imposible. Ya no estoy en la música para impresionar, ya no, ya no me impresiona ni me seduce; para expresar sí, pero ahora no encuentro los caminos para expresarme sin que haya un componente grande de impresión. Entonces, no lo hago.

P: Volviendo a la novela, dado a que abordar varias temáticas que tienen que ver con la salud mental, en los últimos tiempos se están dando una especie de desapego a la intensidad y puede que un ejemplo de ello sean los prejuicios sobre la masculinidad frágil o el hecho de deconstruirse. ¿A qué se debe esta reacción?

R: Creo que el camino del hombre es de vaciarse de cordialidad y amabilidad y volver a recuperar la vulnerabilidad y ternura. La mayor acción de fuerza que podemos imponer, como el género masculino, es volver a reivindicar la ternura. Nosotros que crecimos y nos dijeron “de bueno eres tonto” o “lloras como una niña” y estas cosas que nos han inculcado. Al igual que las mujeres con la culpa. Es como un camino de vaciarse de culpas, de pudor.

Cuando se habla de masculinidad frágil parece que es un oxímoron, como hombre debilucho, pero en lo frágil está el poder. El otro día me dijo una amiga: “La vida es sencilla, lo complicado es hacerla sencilla”, pues igual. Dentro de la delicadeza hay una fortaleza brutal. Vivimos en tiempos de la impresión más que nunca y en donde si alguien se muestra “débil”, van todos a por él, entonces creen que se tienen que endurecer, es agotador ver cómo lo intenso se señala y persigue como una inquisición.

P: Sobre este punto de la impresión, también se da mucho en esa “doble faceta”, en redes sociales. ¿Dónde está el límite de mostrar una imagen y luego ser otra distinta?

R: Puedes impostar lo que tú creas, pero al final es la mentira que uno se cuenta, lo que quiere mostrar. Las redes sociales son mentiras autocumplidas, intento estar menos y verlo como una programación de lo que quiero mostrar y no como la ventana de mi mundo, pero hay otras generaciones donde parece que la vida les va en ello porque es su vida o muerte social, tener más o menos impresiones. El canal de expresión está más atrofiado para llenarse de impresiones de los demás, necesitamos del otro para completar nuestra propia esencia.

P: ¿Dónde crees que se puede situar la fina línea entre lo que es verdad y lo que es mentira?

R: La verdad es una mentira muchas veces repetida, e incluso lo que es verdad en un momento, luego deja de serlo. La vida lo único que te promete es estar en permanencia, donde o te subes a la serpiente y le sigues al ritmo o te vas a envenenar. Me gusta ver la belleza de la verdad en cada momento que se va a marchitar e intentar ser consecuente, no intentar vender una imagen. Las personas somos ideas, siempre estamos a tiempo de cambiar.

A la vida se viene a resultar, no a ser resultado.

P: Hay una cita en la novela que reza: “A la vida se viene a suceder”. Quiere decir, ¿venimos a existir o a dejar huella?

R: A la vida se viene a suceder, no a ser suceso; a la vida se viene a resultar, no a ser resultado. No somos tan importantes intentemos ser buenas personas y hagamos una experiencia vital de lo más nutritiva posible.

P: Pero somos protagonistas de nuestras vidas.

R: Sí, pero he visto a personas que viven por repetición de lo que fueron un día, para no contradecirse, pero ya no quieren ser eso. La vida y el contexto socioeconómico no te permite, también que yo pueda hablar en este libro de salud mental es un privilegio porque hay gente que no se lo puede permitir. Muchas veces no somos, sino que somos la repetición de lo que fuimos y debemos ser consecuentes.

P: Otro aspecto que se menciona es el síndrome del impostor, ¿crees que es una afección que ha caído en la generalización o que tiene un trasfondo más candente?

R: Esto también tiene que ver mucho con la poca calidad a nivel laboral que tenemos. Ahora parece que hay gente que tiene que mantener su currículum para que le acepten en trabajos porque si no está sobrecualificado. Siempre nos han vendido que teníamos que dar una serie de pasos para llegar a algo, hemos llegado, y nos hemos dado cuenta que al final del arcoíris no está el caldero con monedas, sino que hay un troll que se ríe de ti.

Nos han educado anulándonos tanto que, cuando somos aptos para algo, nos hacemos siempre de menos. Como sociedad, con el contexto socioeconómico, cultural y político, en este capitalismo voraz y este intento de vendernos que tienes que ser alguien, nos han traído de la mano un sidecar de “tú no eres nadie” o “quién te has creído tú para ser alguien”. Somos una sociedad atrofiada que duda de sí misma y quieren que dudemos de nosotros mismos y de nuestras capacidades. Por un lado hay mucho intrusismo, y te lo digo yo que coqueteo con todos los todas las vertientes de arte; pero, por otro lado, hay mucho síndrome del impostor.

P: ¿Ahí entra en juego todo lo que nos merma la autoestima? Se impone mucho desde fuera y se mira poco adentro.

R: Quiero pensar que la sociedad que viene ahora es la primera que se está parando y no está aceptando condiciones que no quiere a nivel de trabajo, el peaje de ritmo que se impone.

P: En clave más personal para finalizar, ¿cómo está la relación actual entre David y Rayden?

R: Siameses. De oreja para arriba, una relación cordial, hermanada y nos damos consejos uno al otro. Rayden se toma unas vacaciones largas, sin fecha de vuelta, tampoco se le espera, pero de vez en cuando le pido ayuda, sobre todo para ser extrovertido o tierno. Aunque seamos siameses, no perdemos en la distancia.