No sólo en sus letras, sino también a través del papel, David Martínez Álvarez, más conocido artísticamente como Rayden, ha vuelto a abordar esas temáticas en clave de protesta que hacen movilizar a la gente, que tocan cuestiones de calado y que llaman a la reflexión. ¿Estamos creando una sociedad con escasa humanidad? ¿Hasta dónde llegan los límites de una mentira? ¿Cómo se concibe el concepto y sentimiento de patria en estos días? Todas las respuestas las intenta resolver Lea, la protagonista de 'Votos en contra' -Suma de Letras, Penguin Random House-, quien afronta una ruptura, busca un nuevo hogar con el mercado de la vivienda por las nubes y, sin comerlo ni beberlo, se ve envuelta en una realidad que existió antaño y que tan sólo pervive en el recuerdo Inocencio. 

Rayden presenta con esta premisa una historia que aborda la independencia de la mujer, la lucha por defender los ideales, el edadismo y el concepto de patria de la mano de unos hechos reales e históricos: la independencia del barrio madrileño apodado como Reino de Cerro Belmonte en la década de los 90. El artista nos desgrana todos los detalles en esta entrevista. 

Rayden presenta su segunda novela 'Votos en contra'. Marta Alberca.

Rayden presenta su segunda novela, 'Votos en contra'. Foto: Marta Alberca.

PREGUNTA (P): Con tu segunda novela, 'Votos en contra', dejas a un lado tu faceta más artística para inspirarte en una historia real con tintes sociopolíticos. ¿A qué se debe este cambio de registro?

RESPUESTA (R): En mis canciones siempre he tenido esa parte de protesta y en la anterior novela –‘El acercamiento de la mujer cactus y el hombre globo’- ponía sobre el tapete problemáticas como los falsos autónomos, la situación de los ‘ryders’ o la imposición la familia como único núcleo en esa búsqueda de afectos, de apegos evitativos y ansiosos y tocar por encima de la burbuja inmobiliaria.

En esta novela lo que he querido tratar era otras capas de la sociedad, como es que parece que ansía la juventud que se muera una generación para ocupar su espacio. El momento que cumples una edad parece que ya no eres apto ser válido socialmente. También, la burbuja sigue ahí con el tema de los fondos buitre. Y otras cosas como el concepto de patria e independentismo, como cuando en el año 90 hubo un barrio en Madrid que se independizó durante una semana, en concreto, qué ocurre cuando, en su lecho de muerte y con un tumor cerebral, un anciano sigue creyendo todavía que vive en ese Estado independiente.

P: Como bien describes, la historia se centra en una lucha vecinal en los años 90 por su independencia. ¿Crees que un hecho de similares características podría darse en los tiempos que corren ahora?

R: No porque cada vez está más blindado, sólo hay que ver la Ley de Vivienda cómo está: por mucho que se intente mejorar, se ve cómo referentes políticos se quejan de que no pueda haber un libre albedrío a la hora de poner precio en las casas de alquiler.

Sobre los fondos buitre, fue curioso porque dos días antes de sacar la novela, cerca de donde yo vivo, hay una casa que se puso a la venta en una propiedad también, como ocurre con la historia, en este caso de una mujer que tenía 65 años y quise llamar. Su hijo me contó que sólo era para invertir, para inversores. Pero, ¿y si yo quiero pagar a tocateja? No, la rueda sigue.

P: No hay humanidad.

R: No. Hay mucho sueño individualista de convertirse en un señorito o señorita rentista y creo que es ahí donde se pierde la humanidad.

P: Al hilo de esta temática, planteas una de las problemáticas más acuciantes de la actualidad: el difícil acceso a la vivienda, en especial para las generaciones jóvenes.

R: Sí, pero luego ves a gente diciendo que igual es que somos muy vagos, que pudiendo vivir en Madrid centro podríamos vivir en cualquier otro sitio. Son tiempos difíciles, no está equiparado.

Hay mentiras que arraigan y se convierten en verdades

P: La pregunta principal que planteas en la novela es sobre la fina línea que hay entre la verdad y la mentira. Una cuestión que no solamente es extrapolable a las relaciones sociales, sino también al ámbito político. ¿Crees que escuchamos a diario tanta mentira que hemos llegado a relativizarla?

R: La mentira ha estado siempre antes que la verdad. Hay verdades que nacieron como mentiras y que se han blindado con leyes, con derechos, con constituciones y se han delimitado líneas hasta llamarlas fronteras, pero nace de una persona que dice: ‘Esto es mío’.

Un ejemplo es el concepto de patria o población. Viene una persona y, desde su antropocentrismo, se ve con la potestad de decir que ese es su territorio, su terreno, que puede tirar líneas limítrofes para decir que, incluso, pasa a ser su reino y, si entras, o tienes que pagar y, en el caso de que intentes quedarte con él, pasan cosas y así con todo.

Hay mentiras que arraigan y se convierten en verdades, e incluso hay mentiras útiles que pueden beneficiar a la población, pero también mentiras favoritas que cada persona tenemos y en la que creemos y que, finalmente, se convierte en nuestra verdad, aunque es una verdad sesgada y segmentada, pero que nadie nos puede decir que es o no es verdad.

P: ¿Y hasta qué punto puede ser una mentira piadosa?

R: Hay mentiras que se tiran a la cara, que se dicen incluso mirando a los ojos, y hay mentiras piadosas. En ese punto entra la empatía, la empatía y desde qué punto: bien para ocultar y que no nos pillen, o por hacer bien a otra persona.

P: Este tipo de mentiras se suelen llevar a la práctica entre dos grupos: en la infancia o en la tercera edad. ¿Existe ese sesgo por el que es más habitual practicar con la mentira sin ánimo de herir?

R: En el momento en el que se da una personalidad tan singular como es la de Inocencio -personaje de la novela- con un tumor cerebral, un tumor que le está apretando y le está produciendo una regeneración y en la que cree que en 2023 sigue viviendo en aquella semana de 1990 de Reino del Monte, cuando los médicos llegan a decir que para que no entre en shock y para que no se haga más difícil, se pueda transitar en esa realidad y que por amor hacia él todo un barrio se convierte en un teatro ambulante, creo que ahí sí que está bien una mentira piadosa.

Y no tiene que ver con el edadismo de tratar como niños a los mayores, aunque sí que es cierto que hay momentos que, al igual que a una persona sonámbula no la despiertas, a una persona que con una enfermedad con la que le queda poco tiempo de vida, tampoco la despiertas.

P: ¿Crees que esta tónica narrativa de la mentira que vemos a diario ha mermado la credibilidad en los políticos?

R: Sí, pero en especial con la irrupción de un partido político que de lo único que vive es de decir la burrada más grande para que miren el dedo y para hacer ver que siguen ahí. La política siempre juega con la oratoria y retórica que se puede llenar con florituras, pero de un tiempo a esta parte la posverdad, y ya no la posverdad, sino ya la cara de soltar una cantidad ingente de burradas que no te da ni tiempo a contrastar. De hecho, si pierdes tiempo en contrastar, no vas a controlar tú el relato.

Esto no se había dado tanto aquí en España, en otros lugares sí, pero son tiempos dónde se está viendo esa forma de hacer política fallida, sin altura, y que somos los demás los perjudicados.

Cuando para la gente no es un problema que vayan a tener menos acceso a la cultura, es difícil que te sientas entendido

P: A través de redes sociales también te has pronunciado en varias ocasiones sobre este partido político, ya que se ha visto con muchos ejemplos a nivel autonómico y municipal de censura de obras de teatros y otras representaciones artísticas. ¿Cree que en España estamos ante un escenario en el que se está atentando contra la libre expresión artística?

R: Ya son años que lo llevan haciendo. Lo que pasa es que ahora sí que se ve más que nunca. Y ahí sí que veo que parece que la población ya no empatiza con ello. De todas formas, creo que en España uno de los de los fracasos como población es que creo que no empatiza con el mundo del arte porque puede primar el pensamiento general de que somos unos mantenidos, que vivimos de subvenciones y paguitas, que vivimos del cuento. El pensamiento de que parece que los artistas tenemos segundas y terceras casas en Miami y cosas así de raras.

Es difícil porque cuando luego ves que hay partidos que intentan censurarte o poner trabas o quitar la financiación para festivales. Me llamaron para acudir el viernes a Pescueza, una población de Cáceres, que quieren quitarle todos los fondos del festival que hacían, que es el festival más pequeño de España, El Festivalino, y de otros recursos que tienen que ver con la cultura.

Cuando para la gente eso no es un problema, que vayan a tener menos acceso a la cultura, es difícil que te sientas entendido o que defienden tus causas, y te lo digo yo que creo que soy uno de los primeros casos que censura a un ayuntamiento, en el caso de Alcalá de Henares. Son tiempos raros.

P: ¿Crees que por estos motivos los círculos artísticos se deberían significar aún más en política?

R: Me hace mucha gracia y me despierta mucha expectación cuando me pronuncio políticamente, si me preguntan, y la gente me dice que no me meta en política. ‘Es que tú deberías dedicarte a la música, no a la política’. No perdona, creo que la política lo es todo. Le ponemos un nombre, pero es ahí donde se debaten y se esgrime todo lo que va a afectar y a condicionar nuestro día a día como personas.  

Antes de dedicarme a la música o dedicarme a la escritura, soy una persona. Claro que voy a hablar de cosas que me afectan y creo que el arte, especialmente el que es sensible de censurar, que parece que es el que provoca, es el que resulta incómodo y que luego pone sobre el tapete cuestiones que también salen en la política.

No considero que las personas tengan que estar todo el rato posicionándose porque hay gente que se posiciona desde su propia marca personal y otra que siente que hay cosas que te tocan de cerca y que quieren verbalizarlo. Lo mejor que puede hacer un artista es hacer arte que acoja sensibilidades y que defienda esas causas.

Este partido político lo único que quiere es financiar la anticultura

P: Esto también sirve como conducto para las generaciones jóvenes en aras de significarse en términos políticos, para conocer más realidades.

R: Sí, un conducto o una vía de escape. Puede ser una forma de sentirte entendido. Es curioso que este partido político lo único que quiere es financiar la anticultura, como la exaltación de matar a un animal o de ciertas cosas que promueven una incultura o anticrecimiento mental y educacional.

P: Un episodio así fue lo que pasó en el Benidorm Fest, cuando tu edición llegó incluso al Congreso de los Diputados cuando al llevar a debate la elección del jurado. Es un ejemplo bastante significativo.

R: Sí, curiosamente en el Benidorm Fest una de las canciones mejor posicionadas fua la de una mujer de más de 50 años que no intenta parecer que tiene menos edad y con un mensaje de empoderamiento de la mujer. El Benidorm Fest sí que es un buen motor para evidenciar y presumir que se deberían cambiar en la sociedad.

Parece que hay cosas que son una amenaza para la cohesión del país, como las lenguas cooficiales que sean eso, cooficiales, que no haya lenguas de primera o de segunda; o cosas como que en el arte quieran rememorar la memoria histórica, sobre todo para no repetir ciertas heridas, y ponerles nombres, abrirlas y sanarlas es una forma de avanzar hacia adelante y de crear. Es una forma de que al final todos nos sintamos acogidos cuando alguien enseña una bandera y que no se la apropien bajo ese manto sobre el que ocurran cosas que puedan limitar libertades.

P: A la hora de posicionarse en política, siendo una personalidad artística relevante, hay bastantes ejemplos de artistas que han dicho públicamente que han recibido propuestas para posicionarse en un partido u otro o apoyar ciertas campañas. ¿Cómo lo valoras?

R: A mí me han llamado partidos por afinidad a mis ideas para tocar en sus mítines y he dicho que no. Lo mío no es un mitin político. Tengo colegas en diferentes partidos, creo que menos en el de Vox y no hay problema alguno. Puedo hablar según qué cosas pero si me dicen que hablar a su favor… no.