Desde que el Partido Popular ha perdido el gobierno de España, algunos están que trinan y las aguas andan más que revueltas. El pastel ha cambiado de manos y los populares parecen no aceptar la derrota, aunque no sea consecuencia más que de su empeño en “saquear” el país y en desdeñar a los ciudadanos y sus derechos. Y la derecha vuelve a atribuir a los otros las malas artes propias, lo cual es una táctica de manipulación que caracteriza tradicionalmente su modus operandi; y se convierten en perfectos militantes de aquello que dejó escrito, en El Príncipe, Maquiavelo: “El fin justifica los medios”. Es, en definitiva, el todo vale, lo cual es uno de los preceptos más crueles y destructivos del pensamiento humano, la expresión más extrema de la ausencia de empatía, y quizás la herramienta más maligna de las personas o los grupos perversos.

Y andan desesperados vociferando maldades y mal imitando a Goebels por si se hicieran verdad, una vez más, alguna de sus mezquinas mentiras a fuerza de repetirlas. Y se valen de voceros despreciables, de terroristas de las ideas y de las palabras que, pagados a sueldo, son capaces de verter por sus bocas o por sus plumas las mayores atrocidades a sabiendas de que son mentira, y a sabiendas de que hay en España una buena turba de fanáticos que las creen, bien habituados, adictos y adeptos al pensamiento acrítico y a la fe ciega. Y van diciendo que el Gobierno de Pedro Sánchez ha sido producto de un golpe de Estado, y dicen que su tesis doctoral es plagiada, y dicen tantas barbaridades que llega a dar grima, y asco, o quizás pena, pararse a leer la actualidad política del día.

Es curioso que algunos de esos voceros más iracundos son asiduos a tertulias o son fichajes de cadenas televisivas o de radio propiedad de los obispos. Costaría creer, de no estar bien informados, que los que dicen ocuparse de la moral y la espiritualidad de los españoles permitan que en sus ámbitos y medios de comunicación se divulguen premisas y mentiras tan promiscuas, tan golpistas y tan obscenas; aunque, la verdad, desde hace años ya nos tienen, de sobra, habituados.

Sánchez ha llegado a La Moncloa a través de una herramienta democrática del todo legítima, la moción de censura

Fernando Sánchez Dragó, tan moderado siempre como sus amigos de la derecha, se sumaba a esta matralla de acoso y derribo y escribía en una columna de opinión del pasado domingo una especie de apología de la dictura, la franquista y de todas las dictaduras en general, haciendo alarde, ya digo, de ese espíritu coherente, lúcido y moderado que, por la otra punta, le caracteriza. “El golpe de Estado ejecutado por Francisco Franco era necesario”, “El alzamiento del 18 de julio fue contra los extremistas totalitarios que se habían adueñado de la República”, son algunas de sus “moderadas” afirmaciones, incitando, de algún modo, a un nuevo “golpe de Estado” contra Pedro Sánchez, a quien llama “intruso en la Moncloa”.

En fin, tanta lucidez, tanto conocimiento de la historia, tanta inteligencia y tanta grandeza de espíritu me obnubilan, es decir, tanta inquina me da nauseas. Porque parece una ecuación matemática que cuando la derecha sale del poder encañonan de la manera más deleznable a aquél que haya osado quitársele. Le encañonan, y, por supuesto, le disparan a quemarropa. Es ése el espíritu democrático que les caracteriza. Porque Sánchez ha llegado a La Moncloa a través de una herramienta democrática del todo legítima, la moción de censura. Si hay que hablar de maneras fraudulentas de llegar al poder, podrían estos acólitos de la derecha recordar el Tamayazo en Madrid, o la financiación de muchas campañas electorales de sus amigos del Partido Popular, o el gran paradigma de golpes de Estado en España que es el que se llevó a cabo en 1.936 contra el gobierno legítimo de la República, golpe de Estado con el que algunos tanto empatizan.

Y Aznar, mientras tanto, se autoerige como el adalid contra la corrupción en sus declaraciones ante la comisión de investigación en el Congreso sobre la financiación del PP. Niega la existencia de una caja B, niega haber contratado a Correa, y afirma que el PP nunca ha sido un partido corrupto. Y afirma que él siempre ha luchado contra la corrupción. Como si no supiéramos que la mentira preside muchas tribunas políticas, y como si no supiéramos que él introdujo en España la estafa del neoliberalismo, y que doce de los catorce ministros que componían su gobierno en 2002 están imputados, encarcelados o relacionados con casos escabrosos de corrupción. Es decir, no ya corruptos, sino técnicamente delincuentes y/o criminales.

Por cierto, que yo sepa Pedro Sánchez es Doctor en Ciencias Económicas y ha publicado su tesis en internet para acabar con bulos malintencionados. Esperamos lo mismo de Casado y de Albert Rivera. Que la haya obtenido en una Universidad privada, algo que también le critican, es algo que a la derecha le tendría que satisfacer mucho, porque se ha dedicado a favorecer la enseñanza privada mientras ha asolado y desprestigiado la pública. Y, por cierto, Pablo Iglesias Turrión es Doctor en Ciencias Políticas. Ya quisiéramos esa cualificación académica, aunque sobre todo humana y personal, en otros líderes de la derecha. Aunque los másters expres no cuentan.