La carrera por poner en el mercado una vacuna contra el Covid-19 abre muchos más interrogantes. Por eso, dieciocho expertos de campos como la filosofía, la política, el derecho y, por supuesto, la ética; procedentes de países tan dispares como Estados Unidos, Etiopía, Holanda, Canadá, Argentina y Noruega –por citar solo algunos- han unido esfuerzos para crear un marco teórico que sirva de modelo ético para la distribución de la vacuna, una vez que esta sea viable.  

Los autores han publicado su modelo en la revista Science. “Una vez que las vacunas contra la enfermedad del coronavirus 2019 (Covid-19) se hayan desarrollado, serán escasas. Esto presenta la cuestión de cómo distribuirlas de forma justa por los diferentes países. La distribución de la vacuna entre los países genera problemas complejos y controvertidos que afectan a la opinión pública, la diplomacia, la economía, la salud pública y otras consideraciones. Aun así, muchos líderes nacionales, organizaciones internacionales y fabricantes de vacunas reconocen que un factor central para la toma de decisiones es la ética. Sin embargo, se ha progresado poco hacia la delineación de lo que constituye una distribución internacional justa de la vacuna”, afirman.  

Se ha progresado poco hacia la delineación de una distribución internacional justa de la vacuna 

Vacunas nacionalistas 

Su análisis se centra, en primer lugar, en lo que denominan “nacionalismo de vacunas”: “El sentimiento público en algunos países de retener las vacunas desarrolladas dentro de sus fronteras es fuerte”, explican. Pero “los gobiernos nacionales tienen responsabilidades internacionales para ayudar a satisfacer necesidades fundamentales como la sanidad básica, en especial en una emergencia sanitaria global”.  

Para los autores hay “tres valores que son particularmente relevantes: beneficiar a las personas y limitar el daño, dar prioridad a los desfavorecidos y la equidad como preocupación moral”. Porque, como señalan, “la distribución justa de una vacuna contra el Covid-19 entre los países es un problema de justicia distributiva. Aunque los gobiernos serán los receptores iniciales, la distribución justa entre los países debe reflejar una preocupación moral por los receptores últimos: las personas”.  

La distribución justa entre los países debe reflejar una preocupación moral por los receptores últimos: las personas 

Modelo justo 

Su propuesta es el denominado Fair Priority Model [modelo de prioridad justa]: “Nos centramos en tres tipos de daños causados por el Covid-19 de forma directa o indirecta. En primer lugar, mata a las personas y provoca daños permanentes en su organismo. En segundo lugar, la pandemia daña de forma indirecta la salud incluso para quienes no se infectan, al generar tensión en los sistemas sanitarios, incrementar los índices de mortalidad por condiciones comunes, causar estrés que daña la salud mental y acelerar la extensión de la enfermedad al dificultar las inmunizaciones. Tercero, la pandemia ha devastado la economía global, ha provocado desempleo, descenso de la economía, pobreza y hambre. La economía y la salud interactúan: un empeoramiento de las condiciones económica daña la salud y un empeoramiento de la pandemia daña la economía”. 

Su modelo se estructura en tres fases. En la fase 1, busca “reducir muertes tempranas y otros impactos irreversibles en la salud directos e indirectos”. La segunda fase continúa con ese planteamiento pero añade “la reducción de carencias económicas y sociales como el cierre de negocios no esenciales y las escuelas. Restablecer estas actividades disminuirá el desempleo, reducirá la pobreza y mejorará la salud”. Por último, en la fase 3, el objetivo es “reducir la transmisión en la comunidad, que reduce la diseminación ente países y permite la restauración de las libertades y las actividades sociales y económicas previas a la pandemia”.  

Un empeoramiento de las condiciones económica daña la salud y un empeoramiento de la pandemia daña la economía 

Flexibilidad 

Uno de sus aspectos principales es la flexibilidad, porque “no existe un indicador socioeconómico único que por sí mismo integre el beneficio para las personas y la priorización de los desfavorecidos”.  

Por eso, su objetivo es la reducción de todos los fallecimientos, pero sobre todo de los más tempranos. Así se consigue “integrar los objetivos de limitar el daño y priorizar a los menos favorecidos, porque las muertes tempranas son más frecuentes en países con bajo nivel de vida”.  

Según los autores, “el Fair Priority Model encarna mejor que ningún otro los valores éticos de limitar el daño, beneficiar a los más desfavorecidos y reconocer una preocupación igualitaria. La responsabilidad de implementar el modelo descansa sobre los países, las organizaciones internacionales y los fabricantes de vacunas. (...) Las organizaciones también juegan un papel indispensable a la hora de determinar de forma empírica cómo afecta la distribución de la vacuna a los países”. 

Es decir, “un modelo que ofrece a los gobiernos a las organizaciones internacionales y a los fabricantes de vacunas una forma práctica de hacer realidad sus promesas de distribuir la vacuna de forma justa y equitativa y traducir sus palabras en hechos”.