Recesión es una palabra que los economistas y el resto de los expertos llevan meses pronunciando en silencio, con el temor de generar una de esas catastróficas “profecías autocumplidas”. Una recesión que amenaza como una sombra invisible la economía mundial, con unas funestas previsiones de cara a este otoño que se prolongarán durante el próximo año. Unas previsiones sobre las que ya alertan el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, advertencias en las que aún se escuchan ecos de una crisis global, quizá no tan lejana en el tiempo.

Todos los expertos ven con dificultad un aterrizaje sin contratiempos de todas las economías, teniendo como pilotos a los Bancos Centrales que intentan sofrenar la desbocada inflación a golpe de subidas de tipos. Una espiral creciente que aún no ha tocado techo, derivada del complicado contexto geopolítico y de los problemas energéticos.

No obstante, la temida recesión que, en ocasiones, puede infundir un miedo irracional no debe calar en el discurso económico debido al impacto que puede tener sobre los hábitos de consumo de empresas y familias. Una recesión técnica que se acerca cada vez más deprisa, pero acotada en tiempo y en intensidad. Así pues, el aterrizaje no será suave, pero con suerte no se habrá de lamentar heridos.

Las previsiones del Banco Central y el FMI

"Hay un riesgo real de recesión el año entrante", ha advertido el estadounidense David Malpass, presidente del Banco Mundial, durante una charla con la directora gerente del FMI, la búlgara Kristalina Georgieva, quien se ha mostrado de acuerdo en el mayor riesgo de recesión. "Estoy de acuerdo en que el riesgo de recesión ha aumentado", ha apuntado.

En este sentido, Malplass ha destacado la desaceleración en curso de las economías avanzadas, así como el impacto que representa en las economías emergentes y en desarrollo la depreciación de las monedas respecto del dólar, que ha agravado los problemas de deuda, para lo que las subidas de los tipos de interés implican "una carga adicional".

Por otro lado, Georgieva ha advertido de que alrededor de una tercera parte de la economía mundial sufrirá dos trimestres consecutivos de contracción, lo que se define como recesión técnica.

El PMI, la curva de tipos y el petróleo como principales indicadores

Un primer dato que refuerza la teoría de los economistas es el valor del PMI Manufacturero Global, índice que mide el nivel de actividad del sector privado, que en septiembre marcó los 49,8 puntos (por debajo de 50 puntos se considera recesión). No obstante, este valor no ha descendido en picado con respecto a la cifra límite pues numerosas actividades del sector privado aún no se han recuperado de las consecuencias económicas de la pandemia.

Otro dato que pone sobre aviso a los expertos es el comportamiento de la curva de interés, que en estos momentos se encuentra invertida. Una curva que muestra de manera gráfica el comportamiento de los tipos de interés. De manera que los tipos de interés serán mayores cuanto mayor sea su plazo de vencimiento.

No obstante, la curva actual se encuentra invertida, esto quiere decir que los tipos de interés actuales son iguales o mayores a los que se pagan a largo plazo. Esta inversión de la curva tiende a darse en momentos de incertidumbre económica como el actual con el objetivo de liquidar deuda cuanto antes. Sin embargo, que los precios a largo plazo no se disparen arroja un dato esperanzador pues refleja la confianza de los mercados.

Otra señal preocupante que aparece en las bolas de cristal de los gurús económicos es el precio del petróleo y la problemática de la equiparación entre el dólar y el euro. Tras varios meses consecutivos a la baja, tanto el carburante como el crudo han comenzado -de nuevo- a elevar su precio, sobre todo tras la decisión de la OPEP, con Rusia a la cabeza, de recortar en dos millones de barriles la producción diaria de crudo.

A esta problemática se le suma la debilidad del euro frente al dólar que ya casi equiparan su valor. Esta debilidad al cambio perjudica gravemente al mercado europeo, pues los intercambios en el mercado del petróleo se hacen en dólares, divisa que anteriormente se situaba por debajo de la moneda europea y abarataba enormemente los costes de importación.

Derribando el mito: desaceleración no es igual a recesión

La negra sombra de la recesión se cierne sobre una Europa que espera insomne un invierno que promete ser caliente en materia bélica pero frío en materia energética. Sin embargo, es Estados Unidos -la primera economía del mundo- la que se encuentra ya en recesión técnica.

El PIB estadounidense descendió unas décimas durante el primer y el segundo semestre del año. No obstante, a pesar del convulso contexto económico sigue manteniendo niveles de desempleo en mínimos y su economía se ha visto relativamente poco afectada.

Así pues, dos trimestres consecutivos de caídas en el mundo económico significan recesión técnica, término que no se puede equiparar al de recesión (decrecimiento económico, destrucción de empleo…). Una recesión técnica -matiz a menudo incomprensible para el ciudadano de a pie- se asemeja más bien a una ralentización del crecimiento.

Sin embargo, todas las previsiones para España apuntan a un crecimiento del PIB del 1,4%, de acuerdo con el Banco de España, previsiones que el Gobierno eleva en un punto situándolo en un 2,1%. Sea cual sea el crecimiento, no se podría hablar de recesión en ningún caso, como mucho de una desaceleración.

De esta manera, los organismos económicos que demandan estabilidad gubernamental y financiera y temen a Gobiernos extremistas, no deberían alimentar el discurso del miedo, atizando con el látigo de la recesión, que lo único que hace es espolear a la ultraderecha para alzarse con el poder. En cambio, las instituciones económicas han de predicar con el ejemplo e impulsar políticas activas que permitan, si no evitar el aterrizaje forzoso de la economía, por lo menos evitar las víctimas.