Las diferencias entre clases son cada vez mayores y en periodos de crisis o de tensionamiento de los precios de bienes y servicios de primera necesidad, la desigualdad entre las familias más pobres y las más ricas se agravan. Los hogares obreros quedan obligados a destinar gran parte de su presupuesto a cubrir gastos básicos, mientras los más adinerados desembolsan en ocio más dinero del total disponible en las cuentas humildes. Una realidad tan injusta como habitual que ha vuelto a confirmar la Encuesta de Presupuestos Familiares.

El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha publicado los datos correspondientes a 2023, de los que se desprende un aumento del gasto medio por hogar del 3,8%, hasta los 32.617. Sin embargo, el pan no está igual de duro en todos los hogares y aquellos que pertenecen a los estratos más pobres de la población gastan mucho menos, destinando gran parte del desembolso a la cobertura básica. En la otra orilla, las familias que más tienen gastan casi el doble de la media nacional. No obstante, más allá de volumen y crecimiento, la mayor diferenciación la marca el destino del dinero y la forzosa renuncia a determinadas opciones.

Diferencias entre pobres y ricos: comida y vivienda frente a ocio y restaurantes

Las tablas estadísticas del INE enfrentan a un tercio de la población con la minoría privilegiada: aquellos hogares cuyos ingresos mensuales son inferiores a los 1.500 euros (subdivididos en tres) y otros que cuentan con más de 3.000 euros limpios. Los primeros suponen un 28,31% de la población, repartida entre ingresos entre 1.499 y 1.000 euros (17%), entre 500 y 999 euros (9,4%) y menos de 500 euros (1,8%). Lo segundos están compuestos por aquellos que ingresan limpios 5.000 o más, tan solo un 6,2%.

Así, los hogares humildes destinan, en los casos más dramáticos (menos de 500 euros), hasta un 66,5% de su gasto a vivienda, suministros (agua, luz y gas) y comida; cuantía que representa más de la mitad los gastos (56,4%) para los menos castigados del grupo (entre 1.000 y 1.500 euros). En sentido contrario, los más pudientes destinan al pago de la vivienda y a comida decenas de puntos menos de su gasto, un 41%, y reparten su gasto entre otras alternativas.

El grupo de privilegiados destina más de un tercio de su desembolso (31,5%) al transporte, los restaurantes y hoteles y el ocio y la cultura, cantidad que asciende a los 19.364 euros a este conjunto. Es decir, esta minoría rica se deja en viajes, hoteles y ocio 3.000 euros más del total disponible en el 10% de familias menos pudientes y casi lo mismo que el 17% de los hogares que superan los 1.000 euros de ingresos pero no alcanzan los 1.500.  

El ocio, el disfrute de hoteles y restaurantes es casi un privilegio para los estratos poblacionales con menos ingresos, que apenas roza el 10% en el mejor de los casos. Añadiendo el desembolso imperativo en transporte, el mínimo para desplazarse, aquellos que ingresas menos de 1.500 euros destinan un 20% del gasto a estas partidas, porcentaje que cae hasta el 12,68% entre los que ingresan limpios menos de 1.000 euros y sube levemente al 14,5% entre los que no alcanzan ni los 500 euros.

Cinco veces más gasto en un extremo que en otro

Atendiendo a los datos totales de gasto, el grupo con un nivel de ingresos mensuales netos por hogar más bajo desembolsa 13.881 euros anuales, cuantía que se eleva hasta los 16.331 euros para los que cuentan con entre 500 y 999 euros y completan el 10% de familias más pobres. En contraposición, el 6% de los hogares más ricos (más de 5.000 euros al mes) se gasta anualmente 61.474 euros de media. Las grandes rupturas poblacionales se producen en la franja de los 2.000 euros.

Así, entre los 2.000 y los 2.500 euros se ubican casi el 14% de los hogares, dividiendo el 86% restante en dos grandes grupos de casi el mismo peso. Por debajo de los 2.000 euros, un 43% de la población, y por encima de los 2.500 euros otro 43%. Dentro de ambos, una gran diversidad de hogares y familias, cuyos ingresos y rentabilidad de estos varían en función del número de miembros de la unidad familiar. La gran diferencia, el pago de la vivienda, que tan solo en el tercio más rico no alcanza el 30% que activa la denominación de estrés financiero.  

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