Un alza en los precios del petróleo genera un incremento notable de los precios y los bancos centrales se ven impelidos a actuar subiendo los tipos de interés. Economías muy endeudadas comienzan a tener problemas de repago de las deudas, generando tensiones en los balances de algunos bancos comerciales. Se produce una primera quiebra.

Hasta aquí, no sabríamos si estamos hablando del año 2007 o del año 2023. En 2007, la crisis financiera internacional arrancó con la quiebra de algunas instituciones financieras norteamericanas, como Bearn Stearns, en marzo de 2008, y Lehman Brothers, en septiembre de ese mismo año. La caída de estos dos bancos de inversión dio carta de naturaleza a una crisis internacional que se había iniciado en 2007 y que estalló en 2008, llevándose por delante a gran parte del sistema financiero internacional y del que su historia ha sido ya largamente analizada y narrada.

En 2023, la historia se repite hasta el caso de Silicon Valley Bank, el Banco de Silicon Valley, creado en 1983, y uno de los banco más grandes de Estados Unidos. La semana pasada, el SVB fue intervenido por las autoridades bancarias, se declaró en quiebra y fue absorbido por la Corporación Federal de Seguros de Depósitos. Durante su vida, el SVB se especializó en la financiación propia de la industria de las start ups tecnológicas de Estados Unidos, aportando tanto préstamos como inversiones en capital riesgo. En los años en los que la industria tecnológica ofrecía fuertes rendimientos, el SVB obtenía así fuertes resultados, con importantes depósitos que se invertían en deuda pública norteamericana. La subida de los tipos de interés hizo que el precio de los bonos federales bajasen de precio, al tiempo que la paralización del mercado del capital riesgo, debido también a los altos tipos de interés, redujo notablemente los depósitos que tenían muchas startups en su balance. El movimiento combinado de fuertes retiradas de depósitos y caídas de los activos en los que esos depósitos estaban invertidos ha terminado afectando la solvencia de la entidad hasta el punto de tener que declarar la quiebra.

La caída de la entidad es también causa y consecuencia de la pérdida de valor de muchas criptomonedas, que habían sido base para la creación de muchas startups, como el ruinoso negocio de FTX, una plataforma de intercambio de criptomonedas que cerró en noviembre de 2022 en una sonada quiebra.

Sin estar todavía en la senda financiera de 2007, las caídas del valor de las criptomonedas, que han perdido gran parte de su valor en los últimos meses y el fin de la financiación barata tras años de tipos de interés nulos o negativos, expone las debilidades de un sistema financiero que parece no haber aprendido todas las lecciones necesarias de la crisis financiera internacional de hace ahora 15 años. Así, se incrementan los temores de riesgo de contagio, tanto en el sector tecnológico, como en el sector financiero, motores ambos, como sabemos, del crecimiento económico de las tres últimas décadas, con dos crisis entre medias: el pinchazo de la burbuja de las .com en el año 2000, y la crisis financiera internacional de 2008. Wall Street lo ha pasado mal esta semana, con fuertes caídas cercanas al 5%, arrastrando con ello a los mercados financieros internacionales.

Una nueva crisis financiera llegaría en un pésimo momento en el que la economía internacional está en una débil situación debido a la crisis de precios y la guerra en Ucrania. A nuestro favor, todo lo que hemos aprendido en los últimos quince años sobre cómo gestionar crisis financieras de estas características. En nuestra contra, los niveles de endeudamiento público actuales son muy superiores a los existentes en la década de 2007, y el crecimiento económico mucho más frágil y, en algunos países como España, con las heridas sociales de la crisis de 2008 sin terminar de cicatrizar.

En definitiva, la historia se puede repetir: la primera vez como tragedia, la segunda, como farsa. Las medidas macroprudenciales establecidas durante la pasada década deberían servir para evitar que la cosa vaya a mayores, pero en la anterior crisis, el principal mecanismo financiero de transmisión fue la denominada banca en la sombra, que se forma con fondos de inversión, fondos de cobertura y vehículos de titulización fuera de balance. Si los fondos de criptomonedas han jugado ese mismo papel en los últimos meses, fuera del control de las autoridades financieras y monetarias, es posible que tengamos ahí una grieta más grande de lo que ahora mismo somos capaces de evaluar. Justo lo mismo que pasó en 2007. Veamos.