La pandemia global que se encuentra en plena expansión con la segunda ola, además de noticias terribles relacionadas con las muertes que provoca, trae consigo una consecuencia que, ni siquiera las cumbres de líderes a nivel mundial habían logrado en tan corto espacio de tiempo: la mejora de la calidad del aire.

Ecologistas en Acción acaba de publicar su informe ‘Efectos de la crisis de la COVID-19 sobre la calidad del aire urbano en España’ del que se desprenden datos importantes y llamativos relativos a Galicia.

Así, en las dos principales ciudades gallegas, Vigo y A Coruña, los niveles de dióxido de nitrógeno se redujeron más de un 50 por ciento (52.5%) a lo largo del primer estado de alarma decretado por el Gobierno central. La cifra es en comparación con los valores medios de la década anterior.

Curiosamente, tras la desescalada, Galicia fue la primera en entrar en la llamada ‘nueva normalidad’. Este cambio abierto el 15 de junio que conllevó la apertura paulatina de establecimientos, empresas y, sobre todo, la multiplicación de los desplazamientos, también se dejó notar en la calidad del aire.

En concreto, en la época con mayor movilidad hacia lugares de veraneo, se detecta que esa mejoría es menor. Según los ecologistas, del 21 de julio al 31 de agosto el descenso de los niveles de NO2 se redujo al 43,5%, un dato que aún refleja una disminución menos acusada durante los meses otoñales de septiembre y octubre (36,5 por ciento), que “apunta una tendencia a la recuperación de los niveles de contaminación urbana con la vuelta a la actividad económica habitual”, indican desde Ecoloxistas.

En el caso gallego, el informe se centra en las mediciones realizadas en las citadas urbes de Vigo y A Coruña. Curiosamente, en ambas, el nivel de descenso fue similar pero superior en 10 puntos porcentuales a la media de todo el Estado.

El dato no es menor, puesto que, como recuerdan desde Ecologistas en Acción el dióxido de nitrógeno es el contaminante típico de los vehículos a motor, de ahí que su evolución esté unida de forma directa a la mayor o menor cantidad de coches, camiones y motocicletas que estén en circulación.

Esto, a su vez y aunque algún dirigente político sea capaz de poner en duda la realidad, el NO2, tal y como subraya la organización mencionando los datos del Instituto de Salud Carlos III y de la Agencia Europea de Medio Ambiente, cada año provoca la muerte prematura de aproximadamente 6.000 personas en España.