Existen determinadas fechas en el calendario que merecen estar marcadas en rojo por lo que han significado para la historia, por el cambio que ha venido tras ellas o por lo que esos días han supuesto para el progreso del futuro. Pese a que estos cambios han venido dados en diferentes esferas sociales -en lo laboral, en lo económico, en lo político-, y siguen de hecho haciéndolo a día de hoy, uno de los ámbitos que más transformación ha experimentado, pero también mayor lucha y compromiso ha requerido, ha sido la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Todavía con un sinfín de objetivos por conseguir, llegamos al día de hoy habiendo superado importantes barreras que han posibilitado que esta igualdad de género se aleje cada vez más de esa utopía propia de siglos anteriores a una realidad que el siglo XXI promete traer de vuelta. 

1791, Declaración Universal de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana; 1893, Nueva Zelanda, primera vez en la historia en la que las mujeres pueden ejercer el derecho a voto; 1931, España, primera vez que las mujeres acuden a las urnas; 1947, Suecia, reconocimiento de la igualdad salarial entre hombres y mujeres; hasta llegar al siglo actual, con dos momentos clave que han marcado las últimas décadas. Estados Unidos, 2017, las mujeres de la industria cinematográfica del país salen a las calles bajo el movimiento del #MeToo para denunciar las agresiones y abusos sexuales en su ámbito tras la denuncia al productor Harvey Weinstein. España, 2018, multitudinaria e histórica manifestación feminista del 8 de marzo bajo el lema “Si nosotras paramos, se para el mundo”. 

Sin embargo, como en toda lucha y progreso, en ocasiones se dan contratiempos y amenazas que evocan a un pasado más oscuro donde todavía se carecía de tantas libertades y derechos conseguidos y, pese a que siguen estando muy lejos de llegar a eliminar lo conseguido, sí que pueden suponer una amenaza en cuanto al surgimiento de nuevas ideas contrarias se refiere. 

En las últimas semanas, en España se ha viralizado un movimiento, conocido como ‘Tradwife’. Lo cierto es que no es nada nuevo, ya que su origen real está en Estados Unidos. Este término fue acuñado para referirse a la mujer tradicional, en inglés ‘traditional wife’ y de ahí su nombre más conocido ‘tradwife’. Entre las pioneras en abanderarlo, destaca el nombre de Estee Williams, una joven que decidió abandonar sus estudios universitarios para dedicarse íntegramente al cuidado de la casa. En redes acumula 120 millones de seguidores y se define como tal. Además, en una publicación que compartió en mayo asegura estar “orgullosa de ser esposa, orgullosa de ser ama de casa, orgullosa de haber dejado atrás la universidad”. 

Entre otras, también resuena el nombre de Nara Smith, una modelo alemana que reside en Estados Unidos y cuyo contenido, tanto por TikTok como por Instagram, se basa en la preparación de recetas de cocina para los miembros de su familia.

Y es que en este país el movimiento ha conseguido consolidarse como una forma de vida igual de válida que el resto, llegando incluso a tener perfiles en redes que representan a estas mujeres. Ejemplo de ello es la cuenta de @thetradwivesclub donde en una de las publicaciones compartidas, señalan: “Mujeres: encontrad a un hombre bueno. Casaos. Si podéis y tenéis capacidad, tened muchos hijos. Aprended a cocinar, sed domésticas, es una mentira generacional que estas cosas te esclavizan. Lejos de eso, enriquecen tu existencia. La vida va sobre la familia, no sobre el trabajo”. 

El ‘Tradwife’ español: un negocio lejos de la realidad estadounidense

Pero de esto a lo que ahora ha llegado a España, hay una profunda aunque invisible diferencia. Y ahí precisamente es donde radica el peligro y la amenaza de la difusión que este mensaje ha alcanzado estas semanas. Fue a mitades de julio, cuando la joven Rocío Bueno, de 22 años, empezó a estar en boca de todos por los vídeos que viene publicando desde hace unos meses cuyo contenido mayoritario se basa en la preparación de recetas para Pablo, su novio, y todo tipo de detalles dedicados también a su pareja. 

Ella es autónoma, ella factura

Al principio, cuando empezaron a popularizarse los primeros vídeos, todavía muchos no sabían quién era Roro, ni qué hacía con su vida, estableciendo como cierto que era una joven que se limitaba a estar en casa al servicio de esta y de su novio. Pero esto no es así. “Ella es autónoma, ella factura. No dejemos de ser críticas, Rocío Bueno no es una mujer tradicional”, sostiene Silvia Díaz, socióloga de la Universidad Complutense de Madrid. De hecho, Rocío Bueno es graduada en Traducción e Interpretación por la Universidad Pontificia de Comillas. Su vida, como la de cualquier otro joven, escapa en su mayoría de las paredes de una cocina. Rocío estudiaba, trabaja, va al gimnasio y vive con sus padres en Madrid.

Por esto mismo, Díaz pone el foco en el riesgo de que otras mujeres quieran imitar el estilo de vida que difunde Roro en redes y abandonen sus respectivos trabajos, estudios o diferentes planes de vida. “El peligro está en que esta ideología que ella está vendiendo atraiga a mujeres que opten por abandonar esa vida de explotaciones, prisas, estrés, y entonces sí que se conviertan en tradwives dependientes de su marido. Roro no lo es, ella está vendiendo una fantasía muy ilusoria y muy falsa”, señala.

“Una burbuja de escapismo” exenta de regulación

En un sistema donde se premia el trabajo, sea lo que sea lo que tengas que renunciar para conseguirlo, donde el ritmo de vida coge cada vez más velocidad y donde en ocasiones cuesta entender que el descanso es una necesidad, esta realidad que nos ofrece el movimiento ‘Tradwife’ resulta de alto agrado al estar alejado de estos acelerados ritmos de vida. “En estos vídeos no hay jefes, no hay fechas de entrega, no hay horas extras, no hay reuniones de trabajo”, comenta Díaz. 

En la misma línea, la ilustradora y humorista gráfica, Anastasia Bengoechea, en redes conocida como @monstruoespagueti, señala: “En esa forma de vida que te están vendiendo es todo muy relajado, esa persona está todo el rato muy tranquila, hace cosas apetecibles, tiene una cocina limpia y ordenada. Es como si fuese una burbujita, tiene un toque de escapismo. Como cuando ves una película de ficción que estás relajada porque estás viendo ese mundo idílico”.

Sin embargo, esta vía de escape, también sostenida por Díaz, encuentra sus límites. “Lo que resulta peligroso es que cuando vas al cine a ver una película, sabes que estás viendo una película, pero aquí hay mucha gente joven que no va a captar eso”, señala Bengoechea. Añade además la falta de regulación que hay en redes sociales. “No está regulado lo que pasa en redes sociales. No hay regulación como sí hay en los anuncios de la televisión. Me parece peligroso que se esté propagando este mensaje porque me parece un mensaje de ideología”, aunque señala referirse a todo el movimiento ‘Tradwife’ y no exclusivamente a Roro.

Con todo ello, lejos de los anuncios de televisión de las décadas de los 80 y 90 donde aparecían representados valores e ideas “que ahora mismo serían inaceptables”, “en Instagram no existe esa regulación, el establishment encuentra formas muy inteligentes de venderte ideología”. 

La estética es un 50% de la ideología

En este sentido, Díaz señala que no solo es ideología aquello que te cuentan en el mensaje difundido, sino más bien cómo lo hacen. Por ello, señala que “la estética es un 50% de su ideología, cómo hablan, qué voz ponen, la ropa que enseñan, el tipo de pelo”. 

Y es que precisamente este ha sido uno de los temas más debatidos a raíz de los vídeos de Roro. El tono de voz que la joven muestra ha sido duramente criticado en redes e, incluso, de la mano de figuras destacadas de la esfera política como la portavoz de Más Madrid en la Asamblea, Rita Maestre. Recibe el nombre de “foundie baby voice” y se caracteriza por tener un tono suave y agudo que recuerda al que tienen las niñas y niños. Un estudio llevado a cabo por la vocóloga Kathryn Cunningham concluyó que esta voz es reflejo de sumisión y docilidad. Por ello, constituye uno de los platos fuertes del ‘Tradwife’ y de las críticas hacia este.

Con todo ello, es evidente que el grueso del tema no está en Roro, ni siquiera en sus supuestos gustos hacia la cocina, la costura y el cuidado del hogar. El asunto escapa de ello. Y donde se debe poner la atención es en la ausencia de realidad que hay tras los vídeos de Roro. No se pasa el día cocinando, ni limpiando, ni tampoco atendiendo a Pablo. Pero el producto que vende sí que limpia, cocina y atiende. Y este, ni tiene regulación ni contribuye a que todos los avances conseguidos hasta la fecha en materia de progreso y de igualdad sigan su camino y abran los ojos y la mente de aquellos que consideran el negocio de Roro como una fantasía a la que aspirar.

boton whatsapp 600