El cine y la televisión han sido (y siguen siéndolo) durante mucho tiempo, espejos de la sociedad, reflejando sus normas, valores y percepciones sobre género, raza y clase. En este sentido, el papel de las mujeres en la pantalla ha sido especialmente revelador de los cambios culturales y sociales. Desde las primeras películas mudas hasta las producciones más recientes, hemos sido testigos de una evolución notable en la representación de personajes femeninos. Inicialmente limitadas a estereotipos unidimensionales relegados a un segundo plano, las mujeres en la pantalla ahora son retratadas como figuras complejas y multifacéticas, capaces de desafiar las expectativas y ocupar roles diversos y poderosos. Esta transformación no solo refleja una mayor conciencia y sensibilidad hacia las experiencias femeninas, sino que también ha contribuido a redefinir las percepciones de género en la sociedad.

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Así, en los primeros años del cine y la televisión, las mujeres solían ser retratadas de manera estereotipada, limitadas a roles de esposas, madres o damiselas en apuros. Eran personajes secundarios cuya única función era servir como interés romántico del héroe masculino o como figura de apoyo en la trama. Estos personajes, aunque a menudo carismáticos, carecían de profundidad y complejidad, reducidos a simples tropos que perpetuaban las expectativas de género de la época.

Sin embargo, a medida que avanzaba el tiempo, la sociedad experimentaba cambios radicales y el movimiento feminista empezaba a despegar, la representación de las mujeres en la pantalla también comenzó a transformarse. En la década de 1960, surgieron figuras como Mary Tyler Moore en ‘The Mary Tyler Moore Show’, que desafiaron los roles de género tradicionales al retratar a una mujer soltera y trabajadora, independiente y segura de sí misma. Este programa marcó un hito al abordar temas como la igualdad de género y la autonomía femenina de una manera que antes no se había visto en la televisión.

En el cine, personajes como Clarice Starling en The Silence of the Lambs (El silencio de los corderos) interpretada por Jodie Foster, rompieron moldes al presentar a una mujer como protagonista de un thriller psicológico, mostrando no solo valentía y determinación, sino también vulnerabilidad y complejidad emocional. Esta película no solo fue un éxito comercial, sino que también ganó varios premios de la Academia, demostrando que las historias centradas en personajes femeninos podían ser igual de cautivadoras y relevantes que las protagonizadas por hombres.

En las últimas décadas, hemos visto un aumento en la diversidad y representación de mujeres en la pantalla. Personajes como Carrie Bradshaw en Sex and the City (Sexo en Nueva York), interpretada por Sarah Jessica Parker, desafiaron las normas sociales al explorar abiertamente temas como la sexualidad, las relaciones y la identidad femenina de una manera franca y sin disculpas. Esta serie no solo se convirtió en un fenómeno cultural, sino que también inspiró a una generación de mujeres a ser más independientes y empoderadas.

Además, el cine y la televisión han sido plataformas importantes para destacar la diversidad racial y étnica entre las mujeres. Personajes como Olivia Pope en ‘Scandal’, interpretada por Kerry Washington, rompieron barreras al convertirse en la primera protagonista afroamericana de un drama televisivo en horario estelar en más de 40 años. Este personaje complejo y multifacético desafió los estereotipos raciales al presentar a una mujer negra como una poderosa abogada y estratega política, cuyas acciones tenían repercusiones profundas en el mundo que la rodeaba.

El impacto en la cultura popular de la evolución del rol femenino

Por otra parte, este impacto de los personajes femeninos icónicos en la cultura popular y la percepción pública de las mujeres ha sido profundo y duradero. Más allá de simplemente entretener, estas representaciones han servido como catalizadores para cambios sociales y actitudes hacia el género. Como se señalaba en las líneas anteriores, al desafiar las normas tradicionales de género, estos personajes han abierto el camino para una mayor aceptación y reconocimiento de la diversidad de experiencias y aspiraciones de las mujeres en la sociedad.

Al ver a mujeres en la pantalla que no se conforman con los roles predefinidos, las audiencias han sido testigos de la posibilidad de una vida más allá de las expectativas impuestas por la sociedad. Estos personajes han demostrado que las mujeres pueden ser líderes, profesionales exitosas, madres amorosas y aventureras intrépidas, todo al mismo tiempo. Además, la representación de mujeres diversas en la pantalla ha contribuido a una mayor visibilidad y reconocimiento de las experiencias de mujeres de diferentes orígenes étnicos, culturales y socioeconómicos. Al ver a mujeres de todas las razas y etnias ocupando roles diversos y complejos, las audiencias han sido confrontadas con la realidad de la multiplicidad de voces y perspectivas dentro de la experiencia femenina. Esto ha llevado a una mayor sensibilización sobre las injusticias y desigualdades que enfrentan las mujeres marginalizadas, y ha generado un impulso renovado para abogar por la inclusión y la equidad en todos los ámbitos de la sociedad.

Las teorías feministas lucharon contra el placer visual instaurado por Hollywood

Desde los inicios del séptimo arte, el inconsciente de la sociedad patriarcal ha estructurado la forma del cine. La magia del estilo de Hollywood durante sus primeros momentos gloriosos se construyó sobre la manipulación del placer visual. De esta manera, la mujer era un mero sujeto pasivo de la acción, aunque totalmente imprescindible, y su función no era otra que ser portadora de la mirada. Ellas eran exhibidas, observadas y deseadas, mientras que ellos controlaban la acción del film y guiaban al espectador a través de su control.

Dentro de esta pasividad, comenzaron a surgir algunos personajes femeninos que hacían avanzar la narración. Es el caso de Lisa en La Ventana Indiscreta de Hitchcock o de Shanghai Lily en El Expresso de Shanghai. Pese a despertar el interés sexual de los hombres, ambas se convierten también en protagonistas; son mujeres valientes y con convicción, que terminan cargando con el peso narrativo y precipitando los acontecimientos.

Pero, sin duda alguna, la revolución comenzó a fraguarse con el auge de las teorías feministas. La década de los 70 llegó de la mano de un espíritu renovador que dejó patente la necesidad de cambiar las condiciones de numerosos colectivos que habían sido históricamente discriminados. Las mujeres ya no se conformaban con el sufragio universal sino que pedían la liberación sexual y ocupar su verdadero lugar, alejado de aquel donde el patriarcado las había dejado relegadas. En este contexto surgieron las teorías fílmicas feministas, que lucharon contra los estereotipos que el cine había asociado a las mujeres.

Estos estudios estuvieron encabezados por Molly Haskell, de la mano de su obra From Reverence to Rape, donde la norteamericana criticó el reaccionarismo antifeminista de Hollywood y la "representación de la mujer bajo estereotipos negativos –vírgenes, putas, vampiresas, descerebradas, bollycaos, yogurines, caza fortunas, institutrices, chismosas, juguetes eróticos— que infantilizaban a las mujeres, o las demonizaban o las convertían en exuberantes objetos sexuales". Laura Mulvey fue otra de estas pioneras. En su ensayo Visual Pleasure and Narrative Cinema, la británica luchó contra la "mirada masculina" -male gaze- impuesta por el cine y argumentó que la única manera de aniquilar el sistema patriarcal de Hollywood era desafiar radicalmente las estrategias cinematográficas.

Hollywood, ¿has entendido algo?

Haskell, Mulvey y todas las que vinieron después pelearon por el cambio de los códigos, porque las mujeres dejaran de ser secundarias, simplementes miradas y deseadas. Y aunque es evidente que sí, que el séptimo arte ha ido renovando sus engranajes, la pregunta es: ¿realmente ha evolucionado tanto el cine como pensamos? ¿Tanto hemos evolucionado como sociedad? Quizás podremos encontrar alguna respuesta en un caso concreto: 'Barbie'. 

De forma fácil, fue catalogada por muchos como una película para niños antes de estrenarse y como una película de chicas una vez llegó a las salas, pero lo cierto es que Barbie no ha dejado indiferente a nadie. Y es que, pese a lo que se pueda creer, el largometraje es toda una declaración de intenciones, y ha supuesto reflejo de lo que, a día de hoy, todavía tienen que enfrentarse las mujeres. Su directora, Greta Gerwig, no solo se quedaba en la intención feminista, sino que la convertía en la trama. Barbie sale al mundo real y soporta las "necesarias" explicaciones que un hombre debe hacerle porque si no, nunca podría llegar a entenderlo, se enfrenta a los piropos callejeros, observa las presiones a las que son sometidas las mujeres desde niñas y aguanta los desprecios de un Ken que descubre sus privilegios al ser engullido por el patriarcado. 

Barbie habla de feminismo y feminidad, de lo que continúa ocurriendo en pleno siglo XXI. Greta Gerwig, Margot Robbie y el resto de mujeres que componen el elenco ponen al espectador frente a un espejo que refleja lo que ocurre en las calles. Y aunque la crítica la alaba y las cifras la acompañan, parece que Hollywood no ha entendido el mensaje. La Academia anunciaba los nominados a los Oscar el pasado 23 de enero y el largometraje solo aparecía en ocho categorías. Pero, ¿qué es lo más curioso? Su directora y su protagonista no aparecen en las listas, aunque sí lo hace Ryan Gosling -Ken en la ficción-. Hollywood, ¿has entendido algo?

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