La violencia de género, como decimos siempre que tratamos un tema que tan poco gusta, pero del que, por desgracia, sigue siendo necesario hablar, alcanza varios ámbitos. Esta máxima irrefutable viene como anillo al dedo para introducir algo que tampoco es ningún secreto: la violencia machista también se da entre adolescentes.

Con todo, y pese a lo muchísimo que aún queda por hacer -pues la acción morada será necesaria hasta que ninguna mujer sea víctima- la primera parte de estas líneas invita a soñar para que la tan ansiada utopía cada vez lo sea menos.

Parece que poco a poco se va ganando terreno. Así se desprende del libro Prevenir la violencia educando en valores (Pirámide), de María José Díaz-Aguado, en el que se recogen los resultados y reflexiones de dos décadas de investigación sobre cómo prevenir la violencia, un manual de instrucciones dedicado especialmente a educadores y que, por capítulos, emplaza a quien lo tenga en cuenta a creer que otro mundo es posible. Con su autora, directora de la Unidad de Psicología Preventiva en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), nos ponemos en contacto para que nos dé algunos detalles más de la situación actual hasta dónde llega uno de los estudios citados en el libro (febrero 2020).

La juventud sopla vientos de cambio

Las denuncias por violencia de género han vuelto a subir, tal y como demuestran los datos correspondientes al último trimestre de este 2022, un 12,33% más que en el primer trimestre según el informe anual sobre violencia de género que dio a conocer el mes pasado el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del CGPJ.

Lo mismo ocurre con el número de víctimas, que han ascendido en un 10% sobre el periodo comprendido entre enero y marzo de este año y prácticamente en el mismo porcentaje respecto al segundo semestre del año pasado (10,89%). Estos datos a bote pronto se corresponden con toda la población, pero también se ha dado un aumento en el número de denuncias y condenas por y hacia adolescentes.

Sin embargo, la situación en la juventud va despejando el cielo. Así lo asegura Díaz-Aguado, y así lo corrobora el estudio realizado con una muestra de 26.334 adolescentes, para la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género con la colaboración del Ministerio de Educación y las Comunidades Autónomas, citado en el libro mencionado, en el que se detecta que la violencia psicológica y de control ha ido decrescendo en la última década.

Si bien esta experimentó un aumento entre 2010 y 2013, disminuyó significativamente entre este año y 2020. Los cambios detectados en este estudio encontraron un claro punto de inflexión en la manifestación del 8M de 2018 en toda España, aunque la imagen más icónica pertenece desde ese día y para siempre, seguramente, a un Madrid abarrotado.

"La juventud evaluada en 2020 se siente con más capacidad para transformar la sociedad, vive más empoderada", celebra la también catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación. "Se ve en los datos y en las calles", añade. Todo ello guarda relación "con lo que dicen las chicas que han sufrido, lo que dicen los chicos que han ejercido, un mayor rechazo al machismo, un cambio en las familias, el trabajo de las escuelas y hasta de los medios de comunicación".

También es digno de mención que en los resultados de 2020 de la investigación dirigida por Díaz-Aguado se aprecia un aumento significativo de la identificación con la igualdad tanto en las chicas como en los chicos, que la destacan como uno de los principales valores con los que se identifican (un 18% más en ellas y un 5% más en ellos, aproximadamente).

Estos resultados concuerdan con los de otros estudios, como el del Informe Juventud en España 2020, en el que se observa que en dicho año 9 de cada 10 mujeres jóvenes y casi 8 de cada 10 hombres ven la violencia de género como uno de los principales problemas; o que en 2006 las personas de entre 15 y 29 años estaban más cerca del consumismo, el presentimiento, la rebeldía y el egoísmo y a partir de 2019 lo están con el trabajo, la honradez o la tolerancia, según la Fundación FAD Juventud.

"De hecho fueron las manifestaciones a favor de la Igualdad y en contra de la violencia contra las mujeres las que más parecen haber influido en la confianza mostrada en 2020 en su capacidad para transformar la sociedad”, añade Díaz-Aguado.

Manifestación del 8 de marzo en Madrid. Fernando Coto
Manifestación del 8M. Foto de Fernando Coto para ElPlural.com.
 

"Vacuna" para una pandemia (muchas veces) silenciosa

El libro resulta muy completo y casi de obligada consulta para poder desgranar lo aquí expuesto, aunque conviene aprovechar estas líneas para mencionar otros resultados del estudio sobre la década 2010-2020, como la disminución significativa de chicas y chicos que reconoce haber vivido o ejercido las situaciones de maltrato a las que habían respondido en la etapa anterior, algunas de ellas relacionadas con la violencia psicológica y de tener en cuenta hasta el mínimo detalle de lo que tu pareja lleva puesto, por poner solo un ejemplo.

El hecho aquí subrayado no es escogido al azar, ya que la mayoría de las campañas de concienciación de 2020 apuntan en esta dirección y están dando su fruto aún con las nuevas tecnologías en contra muchas veces. Ante la evidencia que corroboran otros organismos oficiales que aparecen en el manual, se puede hacer la lectura de que muchas de las denuncias en adolescentes podrían haberse visto favorecidas por ese cambio colectivo.

Los resultados obtenidos en 2020 reflejan, sin embargo, que queda un largo camino por recorrer. Surgen nuevas formas de violencia contra las mujeres que debemos prevenir, como el acoso sexual online, que afecta a un porcentaje muy elevado de adolescentes. Además, el tratamiento educativo específico contra la violencia de género debe llegar al 100% de la población adolescente, "ahora llega al 50%", ejemplifica. “Es como una especie de vacuna, no tiene efectos secundarios y está dentro de nuestras posibilidades. Hagámoslo remando en la misma dirección desde todos los contextos en los que se reproduce o transforma la cultura. Las acciones están funcionando... ¿y cómo no iba a ser así con los enormes esfuerzos que se hacen?”, pregunta. "Pero un solo caso, una sola víctima, ya es demasiado", apostilla.

Las otras víctimas: no todo son golpes ni control 'directos'

Desde el equipo de Díaz-Aguado y por impulso de la Delegación de Gobierno contra la Violencia de Género se ha realizado en 2019 un estudio sin precedentes en el que han participado 10.465 adolescentes y que muestra la realidad de la que podríamos calificar como las otras víctimas: los niños y adolescentes que sufren violencia de género en su familia. Esto es, que el padre, padrastro, etc, abusa de la madre o de la propia menor.

Del análisis, de 373 páginas, se pueden asimismo extraer conclusiones sobre dónde se puede encontrar la base del problema, las consecuencias del mismo, cuantos de los adolescentes han acabado sus estudios, la relación de estos con los agresores y un largo etcétera en el que han trabajado cientos de profesionales.

Se necesitaría otro artículo aparte para desgranar todos los datos, pero el grueso del trabajo merece, cuanto menos, incluir alguno. Así las cosas, es importante destacar que el 19% de la adolescencia en España reconoce haber conocido que su madre ha vivido de forma repetida situaciones de violencia de género y que en el 77% de los casos el hombre que maltrató a la madre también maltrató a su hijo o hija.

Las reacciones de quienes han sufrido dicha violencia de forma más repetida y grave tampoco son baladí: el 50, 8% se ha alejado del lugar del conflicto, pero hasta un 37,1% se ha quedado paralizado, mientras que el 66,4% ha pedido ayuda y casi un 57,8% ha resultado agredido físicamente por el maltratador

Para esta cuestión nos ponemos también en contacto con Diana Díaz, presidenta de las líneas de ayuda de ANAR. La asociación trabaja en varias direcciones de orientación especial para determinados casos, como son aquellos en los que la violencia se ejerce en el ámbito dentro de la propia familia (casi un 90% de las llamadas recibidas de orientación especial recibidas por la asociación en 2021 tienen que ver con ello). "La violencia familiar -no solo- está directamente relacionada con la conducta suicida, contra la madre o contra la menor", expone rescatando datos del estudio Conducta suicida y salud mental en la infancia y adolescencia en España.

Y es que este es el paso último después de una vida de agresiones, ya sea hacia una misma o proyectada sobre otro ser muy cercano. De este modo, hasta un 3% de las consultas atendidas entre 2012 y 2022 por la organización por violencia de género están aparejadas con una conducta suicida.

Otro dato que pone los pelos de punta del Informe de 2019 de la Delegación de Gobierno contra la Violencia de Género muestra que mientras el 4,7% de las mujeres de 16 o más años que nunca han sufrido violencia de género reconoce haber tenido pensamientos suicidas alguna vez en su vida, el porcentaje asciende al 25,5% entre quienes han vivido violencia física o sexual de su pareja, y al 18,5% entre las que han vivido algún tipo de violencia de género en dicho ámbito.

Dos niñas sujetan una pancarta contra la violencia de género
Dos niñas sujetan una pancarta contra la violencia de género. Foto de EP.
 

Covid y nuevos retos

En todo este baile de fechas hay otra que no hay que pasar por alto: el confinamiento. ElPlural.com ha explicado en otros artículos las consecuencias que tuvo la pandemia para la violencia de género y la evidencia queda patente también aquí.

Así las cosas, en lo que a violencia machista se refiere, pudo ser positivo contra el machismo dentro de la pareja adolescente, ya que muchas se distanciaron, pero ocurrió todo lo contrario entre quienes sí vivían con sus agresores o, en el caso de la violencia intrafamiliar, también con los agresores de sus progenitoras. En este sentido, Díaz recuerda que muchos niños y adolescentes “tuvieron que vivir con los agresores” y que, además, “no podían acceder a referentes” como otros familiares o profesionales escolares.

“La situación de soledad fue absoluta, incluso cuando los menores, a veces más de uno por casa, porque muchas veces hay hermanos en la familia, no veían directamente la violencia sobre la madre. Sabemos que la violencia de género puede llegar a ser muy sutil”, expone Díaz. “Además en un niño es muy complicado percibirla porque les cuesta más entender lo que pasa. Y todo esto guarda relación igualmente con la conducta suicida”, añade.

Prueba de esa sutileza dañina de la que habla la responsable de las líneas de ayuda de la asociación, y siempre obedeciendo a las llamadas recibidas por ANAR, más del 40% de las adolescentes no identifican estar en una situación de esta envergadura, y son muchas veces los padres quienes toman la decisión de llamar “porque acaban viendo señales de riesgo en su hija, como que se encuentra más aislada y controlada (este tipo de violencia se aprecia en el 90% de los casos). “Es muy raro que la adolescente pida ayuda porque es algo que tiene normalizado”, lamenta Díaz.

Asociado a ello, la autora de Prevenir la violencia educando en valores recordaba otro dato esperanzador a partir de la amplia muestra que se toma en el estudio primero aquí mencionado: el 75% de las chicas y el 56,4% de los chicos hablaron con sus padres alguna vez sobre lo que hacían a través de internet.

Desde ANAR también aplauden que “hemos evolucionado y sacado la violencia de género a un ámbito más público”, aunque queda un largo camino por andar “para alcanzar una relación afectiva saludable”.

Un futuro de mucho trabajo

Como evidencias de lo aquí expuesto y tras los análisis apoyados por estas expertas, queda claro que la juventud está más concienciada con la violencia hacia las mujeres, o que la actualidad plantea nuevos retos como son las redes sociales u otras inimaginables como la pandemia del Covid, convirtiendo la lucha por la igualdad en una pugna entre lo logrado y a lo que nos enfrentamos.

También las dimensiones de la violencia machista, que puede incluso llegar a derivar en el suicidio. O los esfuerzos que hacen falta para erradicarla de una vez por todas. Y, por supuesto, que nunca deja solamente una víctima.