La violencia de género tiene muchas máscaras: desprecios, insultos, humillaciones, golpes (psicológicos y físicos), un “no te pongas eso” o “no me gusta que salgas con aquel”. Se trata de antecedentes que funcionan como las capas de la ropa en invierno, pero estos, si bien avisan, no protegen. No es nada fácil salir de ahí. Por eso, si alguien está leyendo esto y se encuentra en una situación similar, que haga caso a sus amigos, a sus padres... Que se agarren a la cuerda que le están tirando, pues este sería el mejor reconocimiento a las líneas aquí escritas por un servidor.

Más allá de prolegómenos, la violencia de género o machista, por muchos que algunos se empeñen en cambiarle el nombre, es hacia las mujeres por el hecho de serlo y porque quien la lleva a cabo considera que tiene poder sobre estas.

Partiendo de dicha base el profesor titular en Criminología Aplicada a Espacios Digitales e Investigador del Grupo de Conocimiento e Investigación en Problemática Sociales de la Universidad Europea, Jorge Ramiro, celebra que las personas de edades tempranas muestren en muchos casos un enorme compromiso contra esta lacra y por la igualdad total (la prueba más palpable de ello es el movimiento feminista), pero tampoco deja de lado esa parte que todavía niega la mayor. Y ahí la política, guste más o menos, juega un papel fundamental: “Hay quienes creen que se trata de un invento de la izquierda, y nada más lejos de la realidad. Pero tampoco de la derecha, sino que debería ser algo transversal que nos atañe a cualquiera”.

Por eso, en declaraciones a ElPlural.com se refiere a la importancia de emprender acciones que apunten hacia todas las direcciones y que permitan frenar un problema que está todavía muy presente en la actualidad. Prueba de ello es que en pleno 2022, 38 mujeres han sido asesinadas a manos de su pareja o expareja en España.

“Es algo que forma parte de la ciudadanía, las instituciones, los partidos y hay que tratarla con rigor científico, contando siempre con profesionales sociales, jurídicos, culturales, económicos y políticos, pero sin que sirva de enfrentamiento entre las formaciones”, apunta mientras se refiere a su ámbito concreto de estudio: “Los criminólogos y las criminólogas (por ejemplo) están formados con grandes herramientas para la contención de esta violencia y para el tratamiento de personas que han sido víctimas de ellas”.

Por tanto, y como idea principal, todoS formamos parte del sistema y, por ende, somos contribuyentes a posibles soluciones, cada uno desde su posición en el terreno de juego: educadores, juristas y divulgadores (que no propagandistas) desempeñan asimismo papeles clave. “Hace falta profesionales que sensibilicen, que den confianza a las mujeres para con el sistema, que dejen de lado y permitan dejar de lado las construcciones de los roles de género…”, apunta. “Un caso muy concreto es el de la victimización, hay que hacer que la mujer se sienta acompañada en todo este proceso tan íntimo, sin culparla tampoco si no decide denunciar, entender sus tiempos, etc”.

El peligro de negar la mayor

El discurso político tiene gran repercusión en todo lo que tiene que ver con los derechos. Así las cosas, no es casualidad que las palabras de la extrema derecha calen en la sociedad o que surjan las voces negacionistas en torno a un problema tan grave.

El investigador en Problemática Sociales apela a los líderes a “dejar de lado los discursos yermos”, así como las “actitudes bochornosas que nos dejan día sí y día también en el Congreso y hasta en redes” porque a fin de cuentas “estamos hablando de derechos humanos”.

“Lo cual no implica que no puedan existir voces disidentes (con aspectos más concretos), pero, ¿cuestionar que existe la violencia de género? Esto es algo bastante peligroso”. El mero hecho de reconocer la mayor, sostiene Ramiro, no emplaza a obviar que se dan otros tipos de violencia en paralelo como la que se produce contra los niños o los mayores.

En el otro lado, el profesor de la Universidad Europea apunta a la “fórmula mágica” de algunos sectores, porque “una ley no va a hacer que desaparezca la violencia”. En el momento en el que se defiende esta tesis, se obvia lo que tiene que ver con el contexto amplio, social y que es responsabilidad de todos, al que ya se ha hecho alusión a lo largo de este texto.

Violencia de género en la juventud

En lo que tiene que ver con violencia de género -con cualquier violencia en realidad- es importante prestar especial atención a la población joven, ya que es aquí donde en muchas ocasiones empieza el problema; pero también quienes tienen la llave para comenzar a erradicarlo. Las redes sociales son capaces de empujar en ambos sentidos.

“Hay una gran sensibilización por parte de la Justicia y de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado en este sentido, y eso es muy positivo, pero hay otros que no lo son tanto como es el tema de internet, donde es más fácil ejercer ese control sobre la otra persona”, detalla. “Ese '¿qué llevas puesto?', '¿con quien andas?'…Este tipo de cosas”, asume sin abandonar más problemáticas: “Los espacios digitales se pueden convertir en un foro también para el hiper narcisismo, la gordofobia, una concepción de género sobre qué es lo masculino o femenino”.

Directamente relacionado con ello, se encuentra el “amor romántico”: “Se nos enseña que quien te quiere te hace sufrir, que el amor todo lo puede, que unos pocos de celos son normales, que solo estás completa con tu media naranja. Y esto no es así”, recuerda.

¿Y nuestra responsabilidad si conocemos a alguien pasando por esta situación? Intentar sacarle de ahí, por complicado que sea. “Debemos entender que la violencia de género tiene una parte fenomenológica social cuando el agresor secuestra a la víctima de nuestro entorno, y una psicológica, cuando de tanto oírlo la víctima termina creyendo que realmente no vale para nada”, apunta el docente especializado en Criminología Aplicada a Espacios Digitales, quien enumera asimismo que hay muchos subtipos de violencia a las que hay que dar igualmente respuesta: “Tenemos también la manifestación económica, cuando alguien es dependiente y el agresor lo utiliza en su contra, o el hecho de hacer pensar a alguien que es lo que es gracias a otra persona”. Todo ello hay que tenerlo también en cuenta.

Otro arma poderosa contra esta lacra es la educación “afectivo sexual”: “Hay cada vez más educación sexual, afortunadamente, pero también hace falta enseñar a cuidar a la otra persona, la responsabilidad afectiva para con nosotros y con el resto o el correcto uso de las redes para conocer gente, algo que en la sociedad actual se pierde, tratándonos a veces como si fuéramos productos".

En definitiva, la sociedad en su conjunto puede encontrar soluciones ante la violencia machista y en pos de una sociedad igualitaria. Desde nuestro espacio profesional, en nuestro círculo familiar y de amigos y, por supuesto, aplicando la teoría a la práctica a la hora de vivir en pareja o cuando coincidimos en el aspecto afectivo sexual con una persona.