El coronavirus nos ha expuesto como sociedad. A los problemas sanitarios y económicos imposibles de prever le han acompañado otros que siempre han estado ahí (aunque durante décadas pasaron desapercibidos y todavía hoy algunos eluden) y que se han visto agravados por la pandemia.

Uno de ellos es, sin duda, la violencia de género, una lacra de la que las mujeres aún no se han desprendido y que las amenaza día a día por el hecho de ser mujeres.

En esta línea, la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género recoge 42 asesinatos machistas en 2020, el último de ellos en la provincia gallega de Pontevedra.

Aumento de casos durante el confinamiento

En declaraciones a El Plural, la activista Ana María Pérez del Campo (84 años), cofundadora de la Asociación de Mujeres Separadas Legalmente y pionera en los derechos de las mujeres durante la dictadura y la Transición (donde participó en la redacción del borrador de la Ley del Divorcio de 1981) señala que el confinamiento “ha sido catastrófico” para los datos de violencia machista.

“A las mujeres maltratadas el confinamiento les ha hecho mucho mal porque el maltratador no les ha dado ningún respiro, como irse a trabajar. También hemos tenido que atender a mujeres que ya estaban separadas, que dejan el niño al padre y este no se lo devuelve”.

La activista Ana María Pérez del Campo
La activista Ana María Pérez del Campo
 

La concejala de Igualdad, Diversidad y Familias de San Sebastián de los Reyes, Rebeca Peral, cuenta también en primera persona la situación que atravesaron las mujeres maltratadas en esta localidad entre los meses de marzo y junio e, incluso, durante la desescalada, ya que fue aquí donde los maltratadores perdieron de nuevo el control total que creen tener sobre sus parejas.

“Al año a lo mejor registramos 2 o 3 urgencias. Es decir, casos en los que tenemos que intervenir nosotras directamente, y en solo dos meses hemos tenido cuatro urgencias”, explica.

Por otro lado, sostiene que la asistencia psicológica y jurídica hacia la mujer ha aumentado “alrededor del 40%” durante este periodo, una máxima que, se ha mantenido en todos los lugares. “Hablando con otros pueblos y sus delegadas de Igualdad, venimos contando más o menos lo mismo casi todas: que ha habido un aumento en las llamadas”, sostiene.

Olga fue víctima de violencia de género hace 15 años. Salió del atolladero con ayuda de su hermana y la federación de Ana María. “Fueron mis ojos. Yo como mujer maltratada no me reconocía”, admite.
 
En su testimonio cuenta cómo es el día a día de una mujer que sufre malos tratos por parte de su pareja: “Asumes que es la vida que te ha tocado vivir. Envidias la vida de otras personas, pero te resignas e intentas dentro de la situación agarrarte a los pocos días buenos, a que de repente te hace un regalo, te dice que te quiere… y vas justificando todo”, explica.

“Las mujeres no se revelan porque el maltratador no llega pegando, llega conquistando. Después se pasa a la descalificación de palabra de la conducta del otro, después el puñetazo, al zarandeo, te pega, y mientras tanto la víctima ha ido perdiendo la identidad”, añade Ana María.

Afortunadamente ahora Olga lleva una vida “como la de todo el mundo, con problemas normales”, pero siempre que puede cuenta su experiencia para tratar de dar voz a otras mujeres con las que mantiene contacto y siguen inmersas en esta situación.

Explica el daño que a muchas de ellas les ha hecho el confinamiento: “Se produce el retroceso de que muchas que iban a dar el paso vuelven al no es para tanto o es que los niños… y no se atreven a seguir adelante con lo que ellas querían”, relata.

Atribuye también a esa falta de falsa libertad que una víctima siente cuando su agresor sale de casa, el aumento de casos entre los meses de marzo y junio: “El sometimiento es mayor, la ansiedad crece, el estado de vigilancia también y no puedes hacer absolutamente nada”, destaca.

Llamadas al 016 en abril de 2020, en gráficos
Llamadas al 016 en abril de este año. EpData
 

De la ‘mascarillas 19’ al mensaje de Whatsapp

Ante este incremento de casos y la imposibilidad de muchas víctimas para pedir ayuda desde casa o acudiendo a una asociación, las administraciones buscaron alternativas para poder atenderlas sin que corrieran peligro.

Muchas farmacias lanzaron la mascarilla 19. Una especie de señal muy sencilla pero que permitió actuar desde la clandestinidad y salvar vidas: quienes estaban sufriendo malos tratos acudían a una farmacia y pedían muy concretamente una mascarilla 19. De este modo el farmacéutico o la farmacéutica sabían que se trataba de un caso de violencia de género y podía ponerlo en conocimiento de las autoridades.

Igual de conocida ha sido la aplicación ALERTCOPS, que creó el Ministerio del Interior. Una app que a través del Botón Sos permitía a una víctima o testigo geolocalizar el lugar de los hechos y grabar hasta 10 segundos de estos.

Rebeca nos cuenta que en su caso lo que hicieron, ya que en Madrid no existía el convenio con las farmacias que sí tenían otros lugares como Andalucía o Canarias, fue “poner publicidad dando importancia a un número de Whatsapp y un número de móvil nuevo”. “Nos pareció que era más fácil que ella decidiera coger ese mensaje y remitirlo cuando salía a comprar al supermercado o a una farmacia”, nos explica.

En otros, sin embargo, no ha sido suficiente; ya que la víctima necesitaba un dispositivo adicional para poder pedir ayuda y, además, disponía de un tiempo mucho más limitado para comunicarse. 

mascarilla farmacia violencia
Campaña 'Mascarilla19'

 

“Hemos avanzado en cuanto a reconocimiento de derechos, pero no en cuanto a reparto de poder”

Desde que asentara los cimientos de la Federación de Asociaciones de Mujeres separadas y Divorciadas (que más adelante agruparía a varias asociaciones en diferentes puntos de España para atender a mujeres víctimas de violencia machista) en 1973 e hiciera junto a otras compañeras aquel boicot a la cesta de la compra*, que supuso un antes y un después en la lucha por la igualdad, han pasado por los consejos de Ana María “cientos de miles de mujeres”.

 “Fuimos la primera asociación con pretensiones de terminar con la desigualad de las mujeres y con un régimen dictatorial. Hicimos de todo, nos subimos en los buses y repartíamos propaganda, nos encadenamos a las verjas de los tribunales eclesiásticos en protestas por las separaciones que hacía la Iglesia…”, recuerda.

Aunque reconoce que hemos avanzado en cuanto a reconocimientos de derecho (pone como ejemplo de ello el divorcio o la posibilidad de que la mujer se desarrolle en el mundo laboral), admite que aún nos queda mucho por andar “en cuanto a reparto de poder”. “Puedo ser diputada pero tengo que hacer lo que dice mi partido, que está liderado casi siempre por un hombre”, ejemplifica.

Habiendo incluido el término terrorismo de género en nuestro lenguaje y refiriéndose a aquellos partidos que, como Vox, eluden hablar de violencia de género para hacerlo de  violencia intrafamiliar o de las denuncias falsas (que no llegan al 1%, según los últimos datos aportados por la Fiscalía), esta feminista histórica lo tiene claro:

“En España nadie ha tenido en cuenta a los que mantuvieron a este país durante 40 años en una dictadura. No digo que estos que están ahora sean los que lo mantuvieron, pero sus antepasados sí”.

Vox se desmarca
Representantes de Vox en el 25N piden la derogación de la Ley de Violencia de Género. Una de ellos luce una camiseta en la que puede leerse "lágrimas de feminista"
 

Rompiendo mitos: ni el feminismo odia a los hombres, ni la violencia entiende de clases

En la línea de lo anterior, la cofundadora de la primera asociación de mujeres separadas en nuestro país explica que, a diferencia de lo que algunas formaciones utilizan para criticar el feminismo “nadie nace violento”,  sino que “se hace violento”: “La condición de hombre no te hace violento. Lo que te hace violento es el aprendizaje que haces”, ratifica.

Lo mismo sucede con el papel de sumisión que la mujer maltratada asume: “Tanto él como ella han visto eso mismo en sus padres, en sus suegros…”, explica.

Una de las cuestiones en las más ha incidido Ana María durante la entrevista es en recalcar que la violencia machista “no entiende de clases”, sino que se encuentra “en cualquier lugar” y afecta a las mujeres “cultas, incultas, ricas y pobres”. No nos equivoquemos, la violencia mantiene la desigualdad”, analiza.

Hay salida

Es muy difícil escapar de una situación de violencia machista, sería ridículo negarlo, pero por suerte se puede. Con todas las imperfecciones que, sin duda, aún existen en el marco jurídico, este cuenta actualmente con herramientas para ello.

Si alguien que lee esto atraviesa una situación similar: recuerda que hay miles de Rebecas y equipos junto a ellas en los ayuntamientos, en las administraciones públicas y privadas, en las asociaciones… dispuestas a ayudar; aunque todavía sea necesario, quizás, una mayor especialización en la detección de casos, como pide Olga.

Intenta perder el miedo como lo perdió Ana María cuando dijo “basta” en una época en la que la mayoría apoyaba (a veces por convicción, otras muchas por miedo) lo injusto,  o como lo hizo la propia Olga hace 15 años.

 “Ya no vivo escondida”, nos decía esta última cuando le preguntábamos si poner o no su nombre en este reportaje. “Quisiera animar del todo, que de la violencia se sale y existe una recuperación para ellas y para los niños y niñas que la sufren”.

Ojalá un día nadie más viva escondida y no tengamos que hablar ni escribir sobre esto. Será, sin duda, nuestra mayor victoria como sociedad.

*El boicot a la cesta de la compra fue un acto mediante el cual las mujeres se negaron a comprar durante los días que se les pedía para protestar así contra “lo cara que estaba la vida para ellas y las familias”. Además, esos mismos días las mujeres que no compraban paseaban juntas a las puertas de los supermercados lanzando consignas: "Tuvo un fondo social y político muy importante”, cuenta Ana María.