Verónica Molina sufrió abusos sexuales en su infancia pero no consiente que esa dura experiencia canibalice el resto de su vida. "El trauma lo vas a llevar siempre. Otra cosa es que podamos salir de todo esto", reconoce y ella es un ejemplo claro de que sí, se puede. Con esos mimbres, decidió unir su afición por la escritura con la necesidad de ayudar a otras personas que también han sufrido la violencia en su infancia. El resultado ha sido 'Un segundo antes de la furia' (Planeta), un sorprendente thriller que combina fuertes dosis de erotismo y humor negro. "No es una novela interior, oscura o victimista", nos aclara en una entrevista. Aunque hay un mensaje claro tanto para víctimas como para sus verdugos -"ojalá lo lea alguno de los malos y deje de ejercer la violencia", nos comenta-, va dirigido al público en general y hay una intención clara de divertimento.

PREGUNTA.- ¿Qué es para ti esta novela, 'Un segundo antes de la furia'?
RESPUESTA.- Soy amateur total y que una editorial como Planeta se fije en algo que he escrito yo es haber cumplido un sueño prácticamente imposible. Nunca pensé que podía ocurrir. También tenía desde niña una deuda, primero conmigo misma, y segundo, con toda la gente que dejé atrás en ese momento cuando, como Martina cuenta en su novela, quise olvidar ciertas cosas que me habían pasado. Las quise aparcar y seguir adelante con mi vida. Tenía una deuda personal para ayudar a gente que ha pasado por situaciones dramáticas durante la infancia. 

"Las víctimas tienen una obligación: detener la violencia"

P.- ¿Es Martina, la protagonista principal de la novela, tu alter ego? ¿Qué hay de ti en Martina?
R.- No es mi alter ego. La novela no es autobiográfica ni testimonial, ni mucho menos, pero sí he querido reflejar ese aprendizaje de vida. Cuando te ocurre algo de este estilo, cuando sufres abusos sexuales en la infancia, tienes dos opciones: hundirte, quedarte fatal y no poder levantarte nunca más en la vida, o asumir lo que ha pasado, intentar aprender y continuar adelante, siendo consciente de que eso está ahí. Martina es muy compleja y tiene muchos contrastes. Por un lado, ese monstruo interior, esa faceta mala por la que no le importa atropellar a quien sea para conseguir su objetivo de volver a su pasado y conectar con esas experiencias que había dejado olvidadas. Esa Martina que pasa por encima de todo lo políticamente correcto no soy yo. Sí estaría en su curiosidad y esas ganas de salir adelante.

Una circunstancia traumática no te puede llevar a ser una persona horrible. Las víctimas tienen una obligación: detener la violencia. Como están de moda los virus ahora, esto es vírico. Si a ti te han enseñado desde niña cómo es el mecanismo de la violencia y no has aprendido otra cosa, la puedes reproducir con muchísima facilidad.

"Hay mucha gente que sufre por violencia. Es una enfermedad congénita de la sociedad"

P.- Entras mucho en la psicología de la víctima. Además de tu experiencia personal, habrás tenido que documentarte. ¿Cómo ha sido ese trabajo?
R.- Hablé del tema con naturalidad con amigos y conocidos, y de repente me di cuenta de que lo que me había pasado no era una cosa tan rara. Hay mucha gente que sufre por violencia. Es una enfermedad congénita de la sociedad. Encontré, incluso en casos de abusos diferentes, muchos puntos en común con las víctimas, porque todas nos hemos sentido, en parte, culpables. Todas o muchas lo hemos intentado apartar para seguir adelante. No todas lo consiguieron y se han quedado en ese barro oscuro del que no pueden salir. Cuando encima se trata de niños es más difícil porque no tienen la capacidad de identificar un abuso sexual como algo malo y, por tanto, no te puedes defender. Si son abusos intrafamiliares la gente que en teoría te quiere y protege está en el ‘equipo de los malos’.

"El trauma lo vas a llevar siempre. Otra cosa es que podamos salir de todo esto"

P.- ¿Se podría hablar de infancias robadas?
R.- Robadas o destruidas. El trauma lo vas a llevar siempre. Otra cosa es que podamos salir de todo esto. Hay que meterle mucha psicología, mucha fuerza, muchas ganas de no querer parar. Por eso la novela es tan frenética, tan loca. Esa necesidad de no parar, de no conformarse, con lo que sea. Lo que hay que plantearse es que el movimiento constante hacia el foco, que tiene que ser esa liberación, esa sanación, tiene que ser intensa. Si no paras nunca, saldrás. 

"La novela va dirigida a las víctimas y a los verdugos"

P.- ¿A quién va dirigida esta novela?
R.- Va dirigida a las víctimas y a los verdugos. Ojalá lo lea alguno de los malos y deje de ejercer la violencia. Y luego al lector, que al final es lo más grande. La lectura va a ser totalmente distinta. Es una novela curiosa, súper enérgica, divertida, que tiene suspense, dosis de humor negro y con muchísimas sorpresas en la trama y el desenlace. Cuando parece que está todo hecho y que el libro está a punto de terminar, vuelven a ocurrir cosas nuevas que acaban de cerrar el círculo. La novela mezcla dos géneros, el thriller con la erótica, una combinación muy rara que puede gustar a mucha gente. Toca un montón de temas, temas más profundos, pero también más livianos. Independientemente de si has sufrido abusos o no, todos tenemos una mochila que nos pesa y que nos duele, desde nuestra infancia o más adelante. Yo creo que conecta muy bien con cualquier perfil que sea lector.

P.- ¿Cómo has conseguido equilibrar el entretenimiento con un tema tan sórdido como los abusos sexuales en la infancia?
R.- No es una novela testimonial sobre abusos a una pobre chica, todo lo contrario, la protagonista es una pantera de la vida que sale adelante con recursos no del todo éticos en algunos casos. Al mismo tiempo, es muy vitalista. Los abusos, y perdón por el spoiler, no los cuento hasta el final, final, final, cuando se ha visto todo el aprendizaje previo. Tenía que cerrar el círculo para entender cómo se gesta un personaje como Martina y contar lo que le pasó a esta chiquilla de pequeña.

"En vez de dar la protección al hijo, en muchas familias se mete todo debajo de la alfombra"

P.- La actitud de la familia, que mira a otro lado, pese a las señales, resulta llamativa. ¿Es lo habitual?
R.- Es lo habitual cuando pasa en la familia. En mi investigación, todos hemos sido tachados de locos, de mentirosos, de difamadores. En vez de dar la protección al hijo, en muchas familias se mete todo debajo de la alfombra, para que esto no salga de aquí. También creo que hay familias maravillosas, en las que uno coge el toro por los cuernos, se da cuenta de lo que ha pasado, protege a su hijo, le pone a salvo, y hace lo que tiene que hacer.

Para las familias más convencionales, digamos, es más fácil reaccionar con el silencio de la víctima, decir ‘bueno, chica, tú cállate, quédate a un ladito, y que esto no salga de casa’. Es un tema del que nadie quiere hablar y la víctima siente vergüenza, tanta que le cuesta ir a pedir ayuda. El que la recibe, a veces, también siente vergüenza. Hay también casos en los que la persona que tapa había sufrido abusos de niño, incluso por el mismo verdugo. Tenemos un cóctel molotov y es imposible que alguien proteja ahí.

P.- ¿Tiene una intencionalidad clara el importante papel del Opus Dei en la novela?
R.- Es significar a un grupo y subrayar la represión. Ha sido el Opus Dei o podrían haber sido los Kikos. Yo los llamo sectas, en este caso colectivos extremistas de la religión católica. Cuanto más extremo te vayas al grupo, más represión genera en alguien que no es de ese estilo. ¿Qué es lo que te hacen sectas de este estilo? Te dan el manual de instrucciones. Te dicen qué es lo que tienes que hacer, cómo te perdona Dios y regalas tu individualidad a la comunidad, que es la que dice lo que tienes o no que hacer. Hay gente a la que, por carácter, por forma de ser, esto le viene fenomenal. Yo no digo que el Opus Dei haga daño a todo el mundo, o que no haga bien a todo el mundo. Hay gente que necesita pertenecer a un grupo y encuentra ahí la paz y el cariño de la comunidad. Pero en el caso de Martina no solamente no lo encuentra, sino que le oprime hasta que explota. Es un ejemplo que funciona muy bien para entender ese despertar de la furia. El objetivo es mostrar la incoherencia y la hipocresía de una familia tradicional opresora, en un entorno religioso cerrado.

"No sólo hay abusos en el seno de la iglesia, los hay en otros sitios, pero venden menos"

P.- Al elegir una organización religiosa como el Opus Dei, ¿has querido subrayar la hipocresía de jerarquía católica con los escándalos de pederastia en el seno de la iglesia?
R.- No me he inspirado en los casos que hay dentro de la Iglesia, que sin duda son atroces. No sólo hay abusos en el seno de la iglesia, los hay en otros sitios, pero venden menos. Que un sacerdote haya abusado de quien sea, como hay tanta hipocresía y está tan politizado, tiene muchísimo más impacto en los medios que si lo hace un profesor de secundaria. Efectivamente, es una brecha brutal.

P.- Las víctimas son siempre víctimas. ¿Existe la posibilidad de superar el victimismo?
R.- De eso va un poco la novela. Hay unas fases del duelo y después tienes que empezar a dar pasitos, a ir afianzándolos y salir adelante. Lo normal es que te quedes revolcándote y creas que ya no vas poder levantar cabeza. Podemos y debemos, de manera individual, tirar para adelante, porque tenemos una vida. De nosotros depende que nos quedemos hechos un ovillo en una cama.

P.- ¿Cuánto tiempo te ha llevado escribir esta novela y cómo lo has hecho?
R.- No soy profesional. Tenía mi trabajo normal, de 8 horas, con un descanso de dos para comer. En ese rato, me iba con mi ordenador a tomarme un menú y me ponía a escribir. Lo hice durante 2 años. Cuando empezó a coger forma, le dediqué mucho más tiempo, incluyendo ya los fines de semana. Te vienes arriba cuando ya tienes una estructura chula. Lo que se me ha hecho más eterno son las correcciones.

P.- Llega un momento en el que tienes que poner punto final, ¿no?
R.- A mí me lo pusieron. Ni siquiera tuve la valentía de ponerlo yo. Mi súper-lector me dijo ‘bueno, ya está, ¿no?’. Si no es por él, seguía. Ya me sabía los diálogos, hasta capítulos enteros, por lo que las revisiones eran absurdas, ya que vas delante de lo que estás leyendo.

"Una periodistas que había sufrido abusos me dijo que el libro le había ayudado más que cualquier psicólogo o libro de autoayuda"

P.- ¿Has tenido ya algún tipo de feedback de algunos lectores?
R.- Uno de los más bonitos de estos primeros días de promoción ha sido el de una periodista que había sido víctima de abusos infantiles, con 8 añitos. Me dijo que el libro le había ayudado más que cualquier psicólogo o libro de autoayuda. Acabamos con un abrazo precioso.

P.- ¿Estás inmersa en otro proyecto literario?
R.- Tengo varias cosas que voy escribiendo desde entonces. Pero no son muy compartibles. Son las ganas de continuar. Tenía algunas ideas un poco locas, que sería un poco continuación o no. Un segundo libro que nada tiene que ver con el primero. Sí que pensaba quizás trabajar en ese foco de violencia en general, y a lo mejor cruzarlo. Te voy a contar una cosa que es un poco loca. Decía ¿y si cruzo novelas? Martina como protagonista de la primera, y luego en la siguiente, que Martina se cruce con uno de los personajes, e ir generando una red, donde todo es malo, todos se contagian los unos a los otros. Saldría una historia súper rara. Le sigo dando vueltas, y sigo escribiendo, pero no tengo nada concreto.

P.- ¿Para ti escribir es una especie de terapia?
R.- No lo llamaría terapia, pero me gusta. Es mi medio para comunicar, prefiero escribir a hablar y creo que me expreso mejor así.

P.- ¿Sigues con tu trabajo ‘normal’, además de seguir escribiendo?
R.- Sigo con mi trabajo normal, pero en otra empresa. En marketing, comunicación interna y captación de talentos, sobre todo tecnológicos.

P.- ¿Te gustaría algún día dedicarte únicamente a la literatura?
R.- Me encantaría que ese día fuese hoy. Sería el segundo sueño cumplido, después de haber publicado mi primera novela.

"No es valentía. He visto las caras de las víctimas y te dices, si yo puedo ayudar aquí, ¿por qué no voy a contarlo?"

P.- Me parece muy valiente por tu parte el hablar de una vivencia personal, hablando no ya de la novela, sino de las propias entrevistas. Una cosa es superar una situación de abusos en tu infancia y hablarlo con tu entorno, pero el hablar de esta manera al público, incluso a gente que te conocía y no lo sabía es de un enorme valor.
R.- No creo que sea valentía. Simplemente, he visto las caras de las víctima y te dices, si yo puedo ayudar aquí, ¿por qué no voy a contarlo? ¿Por qué voy a hacer yo lo mismo que estoy criticando y esconderlo debajo de la alfombra? No hay que quedarse en el cerco en el que tú estás cómoda. Si de verdad quieres arreglar esto y que haya una gota que remueva el océano, pues esta es mi gotita.