Miguel Hurtado se ha convertido en la cara visible de las víctimas contra la pederastia clerical en España. Con apenas 16 años se apuntó a un grupo de scouts de la Abadía de Montserrat que había fundado el hermano Andreu Soler, un monje de entonces sesenta años, muy querido y respetado por la comunidad. Sin embargo, para Miguel y otros muchos chavales fue su peor pesadilla. El adolescente había descubierto su homosexualidad y cuando su madre, lejos de comprenderlo, le recomendó que fuera al psiquiatra para curarse, confió en el religioso para que le ayudara a sobrellevarlo. Ahí empezaron los abusos.

Su historia es una más, pero Miguel Hurtado ha querido contarla para denunciar el proceso de manipulación emocional que sufrió y que han sufrido miles de víctimas de todo el mundo a través de una misma estrategia en la que el papel cómplice de la jerarquía católica ha sido clave para que se perpetuara en el tiempo.

Hasta años después, Miguel Hurtado no fue capaz de hablar públicamente de ello. “Durante años no me sentía una persona adulta. Trabajaba, estudiaba, quedaba con mis amigos... Pero psicológicamente tenía la mentalidad de un niño abusado: yo no controlo mi vida, no controlo mi cuerpo, no controlo mi relato, tengo miedo de personas en una posición de autoridad... A raíz de la denuncia, y de lo que pasó después, fue la primera vez en que me sentí adulto, como dueño de mi vida. Y estoy a punto de cumplir los 40”, asegura a ElPlural.com.

Primero fue su cruzada contra el abad de Montserrat, Josep María Soler, de quien reclama su dimisión por cómplice. No lo ha conseguido pero sí ha dado visibilidad a uno de los mayores escándalos de pederastia en nuestro país. Ahora da un paso más y cuenta su historia en el libro ‘El manual del silencio’, editado por Planeta. “En conferencias internacionales de todos contábamos la misma historia. Era como si todos los obispos hubieran leído el mismo manual. Investigué el tema y descubría que realmente sí existía tal manual, que había diseñado, implementado y perpetuado el Vaticano”, nos ha contado y señala con el dedo a los tres últimos papas: Juan Pablo II, Benedicto XVI e, incluso, Francisco, pese a su cumbre contra la pederastia de hace un año, a la que considera una operación de maquillaje.

“En conferencias internacionales de todos contábamos la misma historia. Era como si todos los obispos hubieran leído el mismo manual y sí existía tal manual, que había diseñado, implementado y perpetuado el Vaticano”

El título de la novela pone apellido a ese manual, 'El manual del silencio'. ¿Ha hecho más daño el silencio que los propios abusos?
En el libro cuento el proceso terapéutico que seguí a lo largo de muchos años y me ayudó. Mejoré mucho, pero llegó un momento en el que toqué el tope y ya no podía mejorar más. Seguía estando mal. ¿Qué es lo que me faltaba? Me di cuenta de que necesitaba denunciar públicamente lo que me había sucedido, romper el silencio y acabar con el secreto. Lo hice en enero del año pasado. Lo denuncié en El País y en el documental de Netflix 'Examen de conciencia'. Inmediatamente después de hacer la denuncia me ofrecieron escribir el libro, pasé varios meses rememorando y contando mi historia. Fue muy curioso porque mejoré psicológicamente en un año de forma brutal.

“Poner nombre y apellidos tanto de los abusadores como de los encubridores, me liberó y psicológicamente mejoré”

¿Fue una liberación esa denuncia pública?
Sí, sí... Cuando la verdad estuvo fuera, cuando todo el mundo sabía lo que había sucedido y yo hablaba del delito, cuando por fin podía decir nombres y apellidos, tanto de los abusadores como de los encubridores, cuando ya nadie cuestionaba lo que había pasado, porque Montserrat lo reconoció públicamente…. Noté que psicológicamente me encontraba mucho mejor. Los hechos no habían cambiado, sólo había cambiado el hecho de haber roto ese silencio. Me di cuenta de que la parte más dañina del abuso no es necesariamente el abuso en sí, sino el secreto. 

¿Es el silencio una losa mucho más pesada?
He reflexionado mucho sobre por qué es tan dañino el silencio. Hay un tema muy importante, que es la pérdida de control sobre algo tan íntimo y personal como es tu propio cuerpo. Es decir, es otra persona que controla tu cuerpo para sus objetivos: poder, satisfacción sexual... Cuando denuncias públicamente, estás retomando el control de tu vida, el control de tu relato. 

“Cuando sucede el abuso por parte de una persona de tu entorno de confianza, no entiendes lo que está pasando porque nadie te ha explicado que eso puede ocurrir. Entonces te sientes avergonzado y culpable”

¿Sienten las víctimas un sentimiento de culpabilidad y vergüenza que les impide denunciar siquiera a su entorno más próximo los abusos en el momento en que se producen?
Es muy interesante. Cuando sucede el abuso por parte de una persona de tu entorno de confianza, no entiendes lo que está pasando porque nadie te ha explicado que eso puede ocurrir. Entonces te sientes avergonzado y culpable. ¿Y yo por qué no lo paré? Si yo tenía 16 años y no era un crío de 6, ¿por qué se perpetuó durante meses sin que yo le pusiera freno? Y luego, cuando aprendes sobre el tema, descubres que los abusadores tienen un modus operandi muy bien desarrollado, que en inglés se llama grooming, que básicamente lo que hacen es: buscan al menor vulnerable en su momento más difícil, primero buscan su confianza estableciendo una relación de cariño, comienzan hablando de temas más neutros y progresivamente poco a poco van introduciendo temas sexuales aumentando la intensidad hasta que al final consiguen que el menor se sienta cómplice de lo que está pasando. De manera que para el niño no es 'a mí me están haciendo malo, sino yo he hecho algo malo'. Cuando tú has hecho algo malo no lo cuentas pública y abiertamente. 

Entender el mecanismo psicológico que utilizan los abusadores para desarmar las barreras de la víctima y entender su silencio, fue muy terapéutico. Me sentí mucho menos culpable y avergonzado. Ese tío era un manipulador emocional.

“La respuesta ante la pederastia clerical depende del código postal, depende de dónde vive la víctima”

Habéis alcanzado una visibilidad inimaginable hace poco tiempo, tanta, que la jerarquía católica ha pasado de negar los abusos sistemáticamente a celebrar una cumbre por orden del papa Francisco, para entonar el mea culpa y analizar la situación. Se cumple ahora un año de aquel encuentro en el que usted, al igual que otras víctimas, contaron su historia. ¿Ha cambiado algo?
En este tema, lo que estamos encontrando, y es muy preocupante, es que el acceso a la justicia por parte de las víctimas es desigual. La respuesta ante la pederastia clerical depende del código postal, depende de dónde vive la víctima. Deberíamos tener todos los mismos derechos y, por tanto, si hay iglesias como la alemana, que han establecido un mecanismo de compensación económico bastante generoso, víctimas de otros países deberían tener acceso. Cuando hay iglesias como la norteamericana, que ha adoptado políticas de tolerancia cero y se echa del sacerdocio al abusador si se demuestra que ha tocado a un niño, se debería aplicar en todos los países igual. Si hay iglesias que están cesando obispos como la chilena, debería utilizarse el mismo patrón en todas partes. Esa iglesia como la irlandesa, donde se están denunciando automáticamente todos los casos, debería ser un patrón universal. Sin embargo, lo que te encuentras es que cada iglesia hace un poco lo que le parece. Tienes iglesias como la española que no investiga los casos del pasado, no indemniza a las víctimas, no denuncia automáticamente todos los casos a la Policía, a los curas pederastas les pone penas de oración y penitencia y a los encubridores los mantiene en sus puestos, como es el caso del abad de Montserrat. 

A lo mejor, a las víctimas chilenas la cumbre les vino muy bien, pero para las víctimas españolas no ha cambiado en nada nuestro día a día.

Acabas de mencionar al abad de Montserrat a quien reclamas cuentas por encubrir los abusos que cometió contra ti y otros chavales uno de los monjes de la abadía ya fallecido. ¿En qué punto está esa denuncia?
El abad ha dicho que no va a dimitir, que él no cree que deba hacerlo y ha consultado en Roma y lo respaldan. Dentro de la sociedad catalana y las instituciones catalanas, la gente tampoco ve que lo que ha hecho esté lo suficientemente mal como para que dimita. No hay un clamor en la sociedad catalana que reclamen una asunción de responsabilidades.

“El papa Francisco ha seguido el mismo manual del silencio que sus predecesores cuando le ha tocado de cerca un caso de abusos”

¿Te consta en el entorno del papa Francisco, que sí se ha significado públicamente contra la pederastia en la iglesia católica y ha pedido perdón, que realmente exista ese apoyo?

No. Una de las cosas que hago en el libro es analizar la respuesta del Vaticano con diferentes papas, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. Como nosotros trabajamos en red, he conocido personalmente a víctimas argentinas y están muy dolidas por el trato que les dio cuando era cardenal de Buenos Aires. En el libro hablo de dos casos muy significativos, que es el caso Grassi, y el caso de los niños sordomudos de Provolo. El primero lo gestionó Bergoglio como obispo de Buenos Aires y el segundo ya como Papa. Mirando los hechos, se ve cómo cuando ha tenido que gestionar casos de cerca, ha utilizado el mismo manual del silencio que utilizaban sus predecesores. No ha colaborado con la Justicia, más bien ha puesto trabas, no ha cesado o castigado a los culpables, tanto abusadores como encubridores, no ha escuchado la denuncia de las víctimas... Cuando le ha tocado de cerca, el papa Francisco ha hecho exactamente lo mismo que Juan Pablo II, Benedicto XVI y obispos de todo el mundo. 

“Francisco desoyó un informe de la ONU de 2014 con el que se habría evitado que la crisis de la pederastia le estallara en la cara”

¿Calificarías entonces de una operación de maquillaje, el trabajo del papa Francisco para combatir la pederastia clerical?
Ha hecho una campaña muy inteligente de marketing y relaciones públicas. Vende humo. En el año 2014-2015 el comité de la Infancia de las Naciones Unidas investigó la gestión de los casos de pederastia que había hecho el Vaticano e hizo un informe demoledor y lo que es muy importante, una hoja de ruta con recomendaciones específicas para resolver el tema. Yo estuve en Naciones Unidas junto con otras víctimas y vi la respuesta del Vaticano. El papa Francisco no ha aceptado el informe, no ha aceptado las recomendaciones y no ha intentado implementarlos. Dentro del sistema de la ONU, cuando a ti te hacen un informe, tú como estado, al cabo de cinco años, tienes que escribir un informe para decir cómo lo vas a poner en práctica. El Vaticano tendría que haber respondido en 2019 y se ha negado a hacerlo. No quiere volver a Naciones Unidas. ¿Qué ha pasado? Como el papa Francisco no hizo las cosas bien, ni hizo los deberes, en 2019, en vez de ir a Naciones Unidas para explicar la batería de medidas que habían tomado, tuvo que hacer una cumbre antipederastia porque la crisis le había estallado en la cara. Si hubiera hecho caso de aquel informe, en vez de hacer malabarismos mediáticos, no le habría estallado ni hubiera tenido que hacer el paripé de organizar una cumbre a última hora para blanquear la imagen de la institución y salvar el papado.

“Las víctimas tienen derecho a la justicia, a la verdad, a la reparación y a la no repetición”

¿Cuáles son los siguientes pasos de las víctimas?
Nosotros utilizamos el marco de Naciones Unidas. Es un problema de derechos humanos y desgraciadamente no es el único en el mundo. Hay experiencias similares de violaciones de derechos humanos que son estructurales y sistémicos como la vulneración de derechos en dictaduras, por ejemplo. Estas víctimas tienen derecho a la justicia, a la verdad, a la reparación y a la no repetición. En nuestro caso, ¿derecho a la justicia? Se tienen que reformar los plazos de prescripción, que son excesivamente cortos. Y tiene que ser una reforma ambiciosa, porque las víctimas tardamos décadas en denunciar los abusos y para entonces han prescrito y el abusador y el encubridor se van de rositas. Pero, la reforma de los plazos de prescripción no puede ser retroactiva por lo que los casos del pasado ya no se pueden juzgar. 
¿Cómo se establece la verdad de lo sucedido? ¿Tiene que ser como en mi caso, con una pancarta que se pone frente a Montserrat diciendo 'aquí se ha protegido a pederastas'? ¿O desde el Estado y la Iglesia se tienen que establecer mecanismos para que ese abuso oculto salga a la luz? Las víctimas tienen secuelas, ¿cómo se les repara? Y una cosa que es muy importante: ¿y esto cómo hacemos para que no vuelva a suceder en el futuro? ¿Qué mecanismos es necesario implementar? 

En esos cuatro puntos, los colectivos de víctimas tenemos un plan de acción muy ambiciosos, con medidas concretas y específicas que se podrían poner en práctica, pero nos encontramos en España que ni la Iglesia no el Estado quieren tocar el tema.

“El Gobierno te da palmaditas en la espalda y te dice que lo siente mucho, pero no concreta nada”

¿Por qué?
Lo ven como un problema. Lo ven como abrir la Caja de Pandora. España es un país nacional-católico en el que durante 40 años no hubo separación entre Iglesia y Estado. El país quizá más similar a nivel del poder que ha tenido el clero ha sido Irlanda y el nivel de abusos allí ha sido horroroso. Aquí, tanto la Iglesia como el Estado tienen miedo de lo que puede llegar a salir. Si levantamos alfombras ¿qué nos vamos a encontrar en un país en el que durante años ha habido una merma de libertades básicas? El Gobierno tiene tantos frentes abiertos -que si Cataluña, la crisis...-, que nos ve como un problema. Entonces intentan parecer empáticos, pero al final lo que nos encontramos es que tienes una reunión con instancias políticas, te miran con cara de pena, te dan la palmadita en la espalda y te dicen que lo sienten mucho, pero a nivel concreto y específico, no se traduce en nada. No se consiguen mejoras prácticas para las víctimas. Te vas con la nada.

“En países de Latinoamérica, están siendo mucho más ambiciosos en luchar contra esta lacra que no el gobierno feminista, progresista, europeísta del señor Sánchez y el señor Iglesias”

¿Qué mensaje lanzarías al Gobierno de PSOE-Unidas Podemos?
Es muy importante... ¿Cómo se puede defender que España tiene que ser pionero en muchos otros debates de derechos civiles, matrimonio gay (tercer país del mundo en legalizarlo, eutanasia, tenemos que ser el quinto o el sexto, a nivel feminista, tenemos que ser el más feminista de Europa con el mayor número de ministras en el Gobierno, y luego, en una vulneración clara de los derechos civiles en los más desprotegidos, que son los niños, estamos en el pelotón de los torpes. En países de Latinoamérica, están siendo mucho más ambiciosos en luchar contra esta lacra que no el gobierno feminista, progresista, europeísta del señor Sánchez y el señor Iglesias. Al final hay temas que tienes que pensar no en cómo vas a quedar en el próximo Telediario sino en cómo vas a quedar reflejado en los libros de historia.

“La limpieza necesaria no la va a hacer el papa Francisco, ni la va a hacer el siguiente papa. La limpieza la van a hacer la Policía, la Guardia Civil y los jueces”

¿Habéis conseguido poner fin a la pederastia clerical?
Estamos poniendo barreras, mandando un mensaje a los obispos de que, si vuelven a encubrir casos de pederastia, se pueden encontrar con una protesta como la que hicimos en Montserrat. Pero nosotros siempre decimos que la limpieza necesaria para resolver la pederastia en la Iglesia, no la va a hacer el papa Francisco ni el siguiente papa. La limpieza la van a hacer la Policía, la Guardia Civil y los jueces. Pero para eso es importante que la legislación tenga herramientas para perseguir de forma efectiva esos delitos.

“El plazo de prescripción de los abusos que planea el PSOE es insuficiente porque la edad media para denunciar es de 44 años”

¿En este momento no contamos en España con esas herramientas?
No. Por un problema de plazos de prescripción, tanto a nivel penal como a nivel civil. En Australia, por ejemplo, investigaron la edad media de las víctimas, con una muestra de 4.500. La edad media era de 44 años. El Gobierno quiere hacer una reforma del Código Penal para que el inicio del plazo de prescripción comience a los 30. Eso significa que la mayor parte de abusos se quedaría fuera según la propuesta que quiere hacer el PSOE en la ley de protección a la infancia. Si la edad media es 44, en el futuro, la mayoría se quedarían fuera.

Esto no es una cuestión del pasado, puede seguir pasando y son necesarios cambios estructurales y sistémicos.

“Durante años no me sentí una persona adulta”

¿Cómo estás ahora?
A nivel psicológico estoy bastante bien, mejor de lo que he estado nunca. Pero tengo una espina clavada. Todo este proceso, a nivel individual me ha servido, pero no tengo claro que, a nivel sistémico, vaya a cambiar las cosas. Si al final este libro se queda como un acto de terapia personal pues es un poco triste. No era mi objetivo.

Durante años no me sentía una persona adulta. Trabajaba, estudiaba, quedaba con mis amigos... Pero psicológicamente tenía la mentalidad de un niño abusado: yo no controlo mi vida, no controlo mi cuerpo, no controlo mi relato, tengo miedo de personas en una posición de autoridad... A raíz de la denuncia, y de lo que pasó después, fue la primera vez en que me sentí adulto, como dueño de mi vida. Y estoy a punto de cumplir los 40. 

[Miguel Hurtado vive ahora en el Reino Unido, donde ejerce como psiquiatra infantil. Fue uno de los españoles migrantes debido a la crisis económica, pero él tenía una razón añadida: sabía que algún día tendría que denunciar lo que le ocurrió en Montserrat y pensó que sería mejor hacerlo desde el extranjero para evitar posibles represalias laborales. Quién le iba a decir que el país que eligió, ejemplo de fortaleza y seguridad, acabaría protagonizando el Brexit, pero espera que no le afecte dado que tiene la doble nacionalidad].