Fernando López es escritor y coreógrafo. Vivió dos años en Emiratos Árabes, donde se mudó con su pareja por motivos laborales. Allí experimentó en primera persona la realidad que sufre el colectivo LGTBIQ+ en los países del Golfo y decidió escribir la que hasta la fecha es su obra más reivindicativa: Esto jamás podré contarlo.

El libro está compuesto por un centenar de páginas que buscan, dicho por el propio autor, despertar una conciencia que a veces parece nula, tal y como está demostrando el Mundial de Qatar. La cita futbolística aparece en las siguientes líneas, como no podía ser de otra manera. Pero no solo, ya que la competición de balompié más importante a nivel de naciones es solo un capítulo más que refleja la falta de derechos existente en estos lugares ante el apabullante silencio de Occidente.

López cuenta en esta conversación cómo se estructura el sistema en Emiratos -donde solo un 10% de la población conoce la libertad plena-, el “interés” de las élites para que este se mantenga así y de qué manera funciona la resistencia underground clandestina, fundamental para  seguir confiando que un cambio es posible.

PREGUNTA: Entiendo que te documentas bien antes de ir a Abu Dabi para ver el trato que recibe el colectivo LGTBI en el país. ¿Sin embargo, qué sensación te produce el territorio cuando aterrizas y los días que le siguen?

RESPUESTA: La primera impresión que uno tiene cuando llega a Emiratos es de gran sorpresa respecto del desarrollo tecnológico, urbanístico y económico que tiene el país. Realmente para mí fue una negociación entre esa modernidad de la propia ciudad que parece una ciudad futurista, no solo Abu Dabi, sino también y especialmente Dubai. Entender que a pesar de esa modernidad arquitectónica, del desarrollo económico y demás, había cierta ciertos límites en el comportamiento de las personas que no se podían transgredir. Creo que la adaptación fue entender cuáles eran esos códigos, porque había algunos que eran muy evidentes sobre cómo uno no puede ir de la mano con su pareja por la calle, el tipo de vestimenta que uno puede llevar de manera más o menos apropiada…Pero había otra serie de códigos en la manera de comportarse, de hablar, de presentarse o de presentar mi trabajo que fui descubriendo poco a poco porque al principio no tenía muy claro cuáles eran esos límites.

P: ¿Te llegas a acostumbrar a vivir allí? ¿Has sufrido algún episodio violento o peligroso durante tu estancia?

R: No me he sentido en situaciones de peligro, sí sistemáticamente en situaciones incómodas. Yo iba con un pasaporte europeo y en general me movía entre personas expatriados occidentales, pero también entre amigos emiratíes con los que no había ningún tipo de dificultad, pero tampoco podría decir que me llegara a acostumbrar en ningún momento a vivir allí. Cuando pasaba temporadas más largas me adaptaba a lo que había, pero siempre con una cierta sensación de pérdida. Sentía que me estaba perdiendo una serie de derechos que, no solo en mi trabajo, sino en mi vida cotidiana, se habían adquirido en España gracias al trabajo de generaciones previas y que de alguna manera no estaba disfrutando de ellos a pesar de haber también contribuido a alcanzarlos en España.

En ningún momento me acostumbré a vivir allí

P: Tu trabajo es sumamente importante en este caso. ¿Hasta qué punto complicó tu profesión tu estancia en Emiratos? Hablas en el libro de una serie de piruetas administrativas, eliminación de publicaciones…

R: El trabajo fue quizás una de las esferas que más se vio afectada, porque la exposición del cuerpo de un hombre para bailar, para expresar emociones, ya de por sí es un tanto compleja en ese país donde la relación con la exhibición de los cuerpos, las cuestiones de género, quién puede bailar y quién no, son bastante estrictas y bastante complejas. Más aún cuando mi trabajo sigue unos códigos muy contemporáneos. No es un trabajo tradicional de entretenimiento, que es el tipo de industria artística para eventos empresariales o diplomáticos, que se mueve allí.

Toda la parte del trabajo la tuve que sesgar por completo. Fui comprendiendo poco a poco que si quería hacer algo allí tenía que tener mucho más que ver con hacer flamenco turístico para esta clase de eventos y que incluso mi manera de presentarme como artista, mi currículum… tenía que cambiar.

Comencé a hacer nuevas versiones de mi currículum, una en la que no aparecía en absoluto ni los links de mis trabajos anteriores, ni las referencias a investigaciones que yo había hecho sobre género y sexualidad en el flamenco… y eso redujo mucho mi incorporación al mercado laboral allí. Por eso estuve también en una situación de idas y venidas a Europa.

P: Explicas que en Abu Dabi realmente se puede reducir a un 10% la gente que vive con plena libertad. Estamos viendo que se ha ido el rey emérito allí (con quien coincidiste en el territorio árabe), la celebración del Mundial… ¿En qué medida favorecen las élites del país y las europeas que se mantenga ese “orden” como si no pasara nada?

R: Lo curioso de esos países es que los propios emiratíes o las personas de otros países del Golfo son una minoría en su propio país en términos de aquellos que tienen pasaporte emiratí, porque los criterios de adquisición de un pasaporte emiratí pasan por ser hijo de padre.

Por tanto, hay toda una serie de personas que llevan viviendo allí toda su vida, que han nacido allí pero que tienen el pasaporte de sus padres, que son indios, pakistaníes, filipinos o de otros países y nunca llegan a ser ciudadanos de pleno derecho, como lo podríamos considerar aquí. No creo que las élites vayan a favorecer en ningún caso la adquisición acelerada de derechos. No son personas en absoluto ignorantes de lo que Europa u otros países occidentales esperan de ellos en términos de derechos humanos, pero suelen responder que llevan su propio ritmo, que tienen sus propios valores culturales y que básicamente no está entre sus prioridades abrirse a según qué cuestiones. Creo que esas élites, además, en las que también hay evidentemente personas LGTB, como lo he comentado en otras ocasiones, se encuentran a menudo un tanto anestesiadas por sus propios privilegios.

No es casualidad que en países como España, Estados Unidos u otros, las primeras personas que se lanzaron a la calle para luchar por los derechos de las personas LGTB fueran las personas trans, que eran las personas que se encontraban en una escala social más baja y que no tenían prácticamente nada que perder. La gente de allí lo tiene más complicado porque cuando uno quiere defender su territorio, sus derechos, su trabajo y le da miedo perder todo eso, incluso sus relaciones familiares, tiene mucho más miedo a lanzarse a la calle y reivindicar. Y ya digo que entre estas élites y entre muchas personas que no son emiratíes pero que viven en los países del Golfo no está en su horizonte de cercanía el lanzarse a las calles a reivindicar nada.

Y respecto a Europa y Occidente, evidentemente tenemos una responsabilidad y es muy grande y fuerte en el caso del Mundial de Qatar, en cuanto el fútbol posee una capacidad de visibilización que no posee ni la cultura, ni el arte, ni muchas otras disciplinas u otros ámbitos

Más allá de las de los cargos como el del rey emérito o de los que uno pueda detentar, considero que el Mundial de Qatar, como otros grandes eventos deportivos que se han desarrollado en olimpiadas en otros países problemáticos, son una oportunidad perdida y que hasta ahora, al menos la gran parte de los países occidentales que favorecen, defienden y luchan por los derechos humanos no están a la altura de captar esa responsabilidad que tienen y de empujar un poquito para que un país en el que se está celebrando un evento deportivo de este carácter cumpla o se comprometa a cumplir unos derechos mínimos para todas las personas y no sólo para las que a ellas les parecen dignas de ser respetadas.

P: Te refieres también a un movimiento underground a través de locales, aplicaciones para conocer gente… ¿De qué manera se organizan estas quedadas clandestinas? ¿Están teniendo lugar en el Mundial?

R: Es que forma parte de la vida cotidiana de las personas LGTB. No hay una gran estrategia de organización. Hay clubes que todo el mundo conoce porque son lugares de encuentro de personas LGTB y que organizan fiestas como se pueden organizar en Europa, pero respetando unas distancias y unos códigos de comportamiento dentro de esas discotecas en las que tú tampoco te puedes acercar y ponerte a tocar demasiado a una persona y mucho menos insinuarte. Y respecto a las quedadas en espacios privados, se producen precisamente para encontrar un espacio y un lugar en el que poder ser uno mismo sin temor a las represalias, a pesar de que incluso en ese tipo de fiestas hay casos documentados de redadas policiales que han acabado generando un cierto miedo justificado en la población LGTB.

El Mundial de Qatar es una oportunidad perdida

P: En el tema concreto de las aplicaciones en estos países, ¿crees que ha favorecido o han perjudicado al colectivo?

R: Han tenido esa sombra y esa cara oculta porque han sido utilizadas a menudo para crear redadas y cazas de personas homosexuales tanto en el Golfo como en muchísimos otros país. Pero por otro lado es cierto que ha sido una herramienta fundamental para conocer gente, no solo en términos de parejas sexuales o afectivas, sino en círculos puramente de amistad. Es más, es el tipo de recurso que nosotros utilizamos para hacernos un círculo de amigos.

Así sucede en grandes ciudades europeas y en este tipo de lugares también es muy beneficioso, porque también hace sentir a las personas LGTB que no están solas y que pueden conocer gente con las que tomar un café, una caña, ir al cine, desahogarse y crearse su propia familia elegida, que es un término que me gusta mucho.

P: El escenario que relatas en el libro se parece en cierto modo a esa España franquista, en blanco y negro. Quienes siguen en el discurso de la homofobia a veces lo defienden diciendo que en otros países, como en el que tú has vivido, se está mucho peor. Sin embargo, se pueden mejorar cosas también aquí, aunque afortunadamente hayamos avanzado mucho. ¿Qué flecos dirías que siguen sueltos en España respecto a los derechos LGTBIQ+?

R: Creo que todavía hay que asentar muchos de esos logros que se han conseguido y muchos de esos derechos, que son extremadamente recientes y que por los discursos de según qué partidos políticos no están del todo garantizados. Es decir, hay cada X tiempo voces amenazantes sobre lo rápido que se ha avanzado en adquisición de derechos para la población LGTBI. Pero evidentemente, si hay que nombrar una lucha urgente en este momento, es la lucha de las personas trans, para las que la adquisición de derechos está siendo un verdadero calvario y cuya realidad no afecta a los derechos y a los privilegios del resto de personas.

Pienso que debemos revisarnos mucho dentro del movimiento feminista y del movimiento el LGB, sin la T, qué es eso que llamamos tener un debate, porque me da la impresión de que estamos hablando mucho y discutiendo mucho, sin analizar en concreto las razones sobre las que estamos debatiendo para discutir los derechos de las personas trans. Y creo que detrás de ese falso debate lo que hay en realidad es una pugna de poder y una voluntad de seguir denigrando a una minoría que en realidad lo único que quiere es vivir tranquila.

P: Tienes más libros sobre danza, pero este es el más crítico. ¿Qué repercusión crees que puede llegar a tener el este relato tuyo en la sociedad? ¿Te consideras un poco una especie de Antonio Salas, un poco infiltrado, por así decirlo?

R: Es un texto que llevo escrito y terminado desde hace un año, que es cuando yo regresé definitivamente a España y sobre he reflexionado mucho sobre si publicarlo o no y de qué manera. Le he dado muchas vueltas buscaba aportar algo para el beneficio primero de las personas LGTB que viven en Emiratos, ya sean emiratíes y tengan pasaporte, o no, porque son verdaderamente las que sufren esa realidad de manera cotidiana. En segundo lugar, también para hacernos una idea un poquito más precisa desde Europa y en particular desde España, sobre lo que sucede, más allá de todos los estereotipos, en un país como Emiratos, que nos resulta muy lejano, pero que también la realidad política y la marcha del emérito de Abu Dabi ha provocado que comience a ser un país del que se oye mucho hablar. Lo mismo que el resto de países del Golfo por el Mundial de Qatar.

Es una zona del mundo muy desconocida que está, a pesar de todo, muy presente a nivel global en términos de influencia económica, política y demás. Y creo que es interesante lanzar un libro con el que yo realmente me siento muy comprometido porque ofrezco mi propia vida para para contar la realidad de este país e intentar aportar un punto de vista con cierto detalle sobre cómo se vive en él.

La marcha del emérito a Abu Dabi ha provocado que sea un país del que se oye mucho hablar

P: ¿Crees que algún día se erradicará del todo las normas por las que se rigen estos países? Un objetivo así puede sonar a utopía, pero imagino que tú también escribes pensando un poco en que es posible.

R: Yo soy optimista radicalmente, pero creo que los tiempos son muy extraños. Es decir, no creo que progresemos de manera lineal a lo largo de la Historia en términos de avances, sino que lamentablemente hay idas y venidas momentos de aceleración y momentos también de parón.

Pero en términos generales, y si uno mira la Historia de la humanidad, creo que en general tendemos hacia lo mejor y hacia una integración de todos los seres humanos con independencia de su diversidad o precisamente por su diversidad.

Por lo tanto, en términos generales yo diría que sí aspiramos a erradicar las situaciones, pero ¿cuándo, cómo y de qué manera? Creo que es la propia Historia la que va fluctuando y encontrando su manera para alcanzar esos términos.