¿Da más miedo lo paranormal de una casa compartida con fantasmas o la realidad cada vez más extendida de una vida sin hogar? Este es el dilema planteado por Luso Martínez en su corto 'Céntrico', prenominado a los Premios Goya, y que cala muy adentro en todo aquel espectador que en alguna ocasión haya sufrido el estrangulamiento del mercado de la vivienda. Una propuesta para el espectador sobre si “los miedos de fantasmas y casas encantadas son los peores miedos que uno puedo tener”, relata el director en una conversación con ElPlural.
Veinte minutos de angustia te aferran a la butaca sin advertencia previa de que lo peor está por llegar, más allá de las puertas del cine o en el silencio del salón, cuando el momento de la reflexión hace su aparición y lo que parecía una tarde de cine se transforma en una hostia de realidad. Convivir con un fantasma puede no estar tan mal, “parecen mucho más benevolentes que lo que puede ser un casero”, bromea (o no) Luso, más como alquilado y vecino del barrio madrileño Lavapiés que como director.
Distópico, por no hundirnos en la miseria, Céntrico expone una historia que su autor asegura que ya ha escuchado traslada a situaciones similares de la vida real. “La conversión en mercancía de la vivienda y su afectación a los seres humanos es el rabioso presente”, expone Luso, y el futuro no es más halagüeño. “Existen infinitas posibilidades de que varias generaciones no se puedan comprar jamás una casa y vivan en un mundo dividido entre los que ostentan el poder del espacio y los que tratan de sobrevivir sometidos a las violencias de los caseros”.
La canibalización de un bien de primera necesidad y la transformación de los barrios en escaparates para los visitantes adinerados guían el filme, disponible en Filmin, pese a que sus protagonistas busquen huir del mercado, primero, y de los fantasmas, después. Y como una casa no son cuatro paredes, sino también todo el tejido que la rodea y hace posible, las consecuencias de la mercantilización arrasan con todo. “Mi tejido está siendo expulsado de los barrios, acabando con el entorno afectivo y las redes”, expresa el artífice de la obra.

Y quiso la casualidad que la amena charla con Luso tuviese lugar el mismo día que se publicaban los últimos datos de desahucios, y no desperdició la ocasión. “Ya quisieran las personas desahuciadas tener una casa encantada porque querría decir que por lo menos tienen una”. Horas después llegaría la celebración del día de la Constitución, con sus flores y felicitaciones cruzadas entre los que se erigen sus garantes, mientras su manoseado artículo 47 se resquebraja. “Soy un privilegiado porque tengo una casa cuando debería ser un derecho”, opina el director al respecto.
“Mientras vivamos en un sistema que no pone a los seres humanos en el centro, sino que prioriza el rendimiento económico y la maximización del beneficio, estaremos sometidos al mercado”, constata Luso, resignado por tener que aceptar un sistema capitalista que desatiende las cuestiones vinculadas a la dignidad de los seres humanos. “Somos una mercancía, con todas sus consecuencias”, ahonda, “el problema está claro, es el sistema”, concluye tras un recorrido que siempre acaba en el mismo sitio: el capitalismo.
¿Da más miedo lo paranormal de una casa compartida con fantasmas o la realidad cada vez más extendida de una vida sin hogar? Una pregunta injusta y desigual que recibirá respuestas en función de los privilegios y la conciencia social de quién se las plantee. Luso, director del corto y vecino alquilado del barrio de Lavapiés lo tiene claro: “Los miedos del día a día, cuando se encienden las luces del cine y sales a la calle, son mucho más terroríficos”.
Un corto que enamora al público y aguarda a la academia
El centro de Madrid sirve de escenario para este planteamiento paranormal por partida doble, por la presencia de fantasmas y por la mera posibilidad de comprar una casa en la capital, y el elenco de actores y equipo técnico ponen el picante del terror al relato de Isaac Rosa que Luso Martínez y Cristina Medina han llevado a la pantalla. Ganador del premio a mejor cortometraje del Festival de Sitges y de Elche, Céntrico llama con fuerza a la puerta de los Goya, a expensas de la valentía y empatía de la academia con el principal problema de la calle.

No hay nervios en las calles de Lavapiés, o eso cuenta Luso. “El tema de los Goya es una cosa compleja porque votan académicos y no necesariamente llegas a todos o no todos ven tu corto”, relata el director. “Tenemos la ilusión de llegar porque creemos tanto en la película y en el mensaje que nos parece que es un buen lugar para amplificarlo”, reconoce. Que la conversación siga es vital y, más allá de la academia, este domingo lo hará en el Teatro del Barrio, corazón cultural de Lavapiés, donde se podrá ver gratis el corto y asistir al coloquio con los protagonistas.