Reino Unido se encuentra sumido en una de las peores oleadas de xenofobia de los últimos 15 años. Las recientes manifestaciones de la ultraderecha han dejado más de 500 personas detenidas, reflejando un clima de tensión y violencia que ha sacudido al país. Unos disturbios que no solo han puesto en evidencia el creciente descontento social, sino que también han revelado profundas divisiones en la sociedad británica.
Los disturbios comenzaron tras la propagación de rumores en redes sociales sobre la nacionalidad y religión del presunto agresor que mató a tres niñas en Southport. Colectivos ultras aprovecharon la tragedia para difundir desinformación, atribuyendo falsamente el crimen a un solicitante de asilo musulmán. Este acto de violencia, ocurrido durante una fiesta temática en la ciudad costera, fue el detonante de una serie de manifestaciones violentas que se extendieron rápidamente por todo el país (Liverpool, Manchester, Bristol, Blackpool, Hull...).
Las redes sociales jugaron un papel crucial en la rápida difusión de estos rumores, exacerbando el miedo y la ira entre ciertos sectores de la población. La situación se agravó cuando manifestantes de extrema derecha comenzaron a atacar mezquitas y centros de acogida de refugiados, llevando a enfrentamientos violentos con la policía y resultando en numerosos heridos. La respuesta del gobierno ha sido contundente, con el primer ministro Keir Starmer prometiendo llevar a los responsables ante la justicia y condenando los actos de violencia como "matonismo de extrema derecha".
Evolución de la ultraderecha en Reino Unido
La ultraderecha en el Reino Unido ha experimentado una evolución significativa en las últimas décadas. Desde los años 70 y 80, con la aparición de grupos como el Frente Nacional, hasta la actualidad, donde partidos como el Partido Nacional Británico (BNP) y movimientos más recientes como Britain First han ganado notoriedad. Estos grupos, siguiendo al dedillo el manual de la ultraderecha, han capitalizado el descontento social y económico, utilizando la inmigración como chivo expiatorio para canalizar la frustración de sectores de la población.
En los años 90 y 2000, el BNP logró obtener representación en algunos consejos locales y en el Parlamento Europeo, lo que marcó un hito en la política británica. Sin embargo, su influencia comenzó a declinar debido a divisiones internas y a la creciente oposición de grupos antirracistas. A pesar de esto, la ultraderecha encontró nuevas formas de resurgir, adaptándose a los cambios sociales y tecnológicos.
En la última década, movimientos como Britain First y el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) han ganado terreno, especialmente en el contexto del referéndum del Brexit. Estos grupos han utilizado plataformas digitales y redes sociales para difundir su mensaje, llegando a una audiencia más amplia y movilizando a simpatizantes de manera más efectiva. La retórica antiinmigrante y nacionalista ha sido un elemento central en su discurso, aprovechando el descontento generado por la crisis económica y la percepción de pérdida de identidad nacional. Un mensaje que, con una Europa en decadencia presa de sus contradicciones, no ha tardado en calar en una importante sección de la sociedad británica.
Casos recientes de violencia y crímenes han sido instrumentalizados por estos grupos para avivar el sentimiento antiinmigrante. Por ejemplo, el asesinato de la diputada Jo Cox en 2016 por un extremista de derecha y los ataques a mezquitas y centros comunitarios han sido utilizados para fomentar el miedo y el odio hacia las comunidades inmigrantes. Estos incidentes han servido como catalizadores para la movilización de la ultraderecha, que ha sabido capitalizar el miedo y la inseguridad para ganar apoyo.

El Brexit, el caldo de cultivo de la ultraderecha
El Brexit, que prometía ser un hito para recuperar la soberanía nacional y controlar las fronteras, se ha convertido en un terreno fértil para el crecimiento de la ultraderecha en el Reino Unido. El ascenso meteórico de estos movimientos no es casualidad, sino que ha sido alimentado por la incertidumbre y la división que la salida de la Unión Europea ha generado en la sociedad británica. Desde el inicio, la campaña pro-Brexit se apoyó en eslóganes como "recuperar el control" y reducir la inmigración, apelando a sentimientos de pérdida y desconfianza hacia las instituciones supranacionales. Sin embargo, la realidad post-Brexit ha demostrado ser mucho más compleja de lo que se prometía.
A más de cuatro años desde que se consumó la separación, los efectos económicos y sociales del Brexit han dejado a muchos británicos sintiéndose traicionados. Los beneficios prometidos no se han materializado para amplios sectores de la población, mientras que los problemas, lejos de resolverse, se han agravado. La falta de oportunidades económicas, el aumento del costo de vida y las dificultades en el comercio han generado un sentimiento de frustración y descontento generalizado. Este descontento ha sido hábilmente capitalizado por la ultraderecha, que ha presentado una narrativa en la que se culpa a la clase política tradicional y a los inmigrantes de todos los males que sufre el país.
El panorama que presenta el Reino Unido tras el Brexit es desolador: divisiones internas más profundas, una economía debilitada y una creciente desconfianza hacia las instituciones democráticas. En este contexto, la ultraderecha ha emergido como una fuerza poderosa, capaz de canalizar la ira y la desesperación de aquellos que se sienten abandonados. Con promesas de soluciones simplistas y discursos cargados de xenofobia, estos movimientos continúan ganando adeptos, agravando aún más la polarización social y el clima de incertidumbre política en el país.
La desinformación y las campañas de miedo
La inmigración ha sido uno de los temas más controvertidos en el Reino Unido en las últimas décadas. Las políticas de inmigración y su percepción pública han sido objeto de intensos debates y controversias. Al igual que ocurre con España -porque la agenda y los planes de la ultraderecha es la misma en todos los rincones del planeta-, la llegada de inmigrantes, especialmente de países no europeos, ha sido vista por algunos sectores como una amenaza a la identidad y la cultura británica.
El papel de la desinformación y las campañas de miedo ha sido crucial en la exacerbación de la xenofobia. Los medios de comunicación y las redes sociales han jugado un papel importante en la difusión de narrativas alarmistas y estereotipos negativos sobre los inmigrantes. Estas campañas han contribuido a crear un clima de miedo y desconfianza, alimentando el resentimiento y la hostilidad hacia las comunidades inmigrantes.