La región de Nagorno Karabaj, también conocida como Alto Karabaj, es el escenario de un conflicto armado que enfrenta desde hace décadas a Armenia y Azerbaiyán, dos países vecinos del Cáucaso Sur. Se trata de un territorio montañoso de unos 11.500 km2, con una población de mayoría armenia, que pertenece oficialmente a Azerbaiyán según el derecho internacional, pero que estaba controlado por las autoridades de la autoproclamada República de Artsaj, apoyada por Armenia.

Un conflicto olvidado que se ha recrudecido en los últimos meses y que el pasado 20 de septiembre resonaba en el panorama internacional después de que las fuerzas azeríes tomaran el control del terreno tras una ofensiva relámpago. En solo 24 horas, y aprovechando la debilidad de Rusia -la encargada de velar por la seguridad de la región tras el último acuerdo firmado- los azerbaiyanos lograron tomar la capital, Stepanakert, y obligaron a los armenios a firmar un acuerdo de paz mediado por Rusia, que supuso la capitulación de los secesionistas y la disolución de la autoproclamada República de Nagorno Karabaj.

El acuerdo, que entrará en vigor el 1 de enero de 2024, establece que Azerbaiyán restablecerá su soberanía sobre todo el territorio de Nagorno Karabaj, que tiene una población de unos 120.000 habitantes, de los cuales el 94% son de etnia armenia. Los armenios que quieran permanecer en la región deberán aceptar la ciudadanía azerbaiyana y acatar su legislación, mientras que los que no lo hagan podrán salir por el corredor de Lachín, que conecta Nagorno Karabaj con Armenia y que desde diciembre de 2022 ha sido objeto de bloqueos y tensiones por parte de las fuerzas azeríes, que han impedido el paso de ayuda humanitaria, medicamentos y alimentos. Un ultimátum que ha dejado imágenes impactantes de filas kilométricas de coches huyendo de esta región por miedo a una limpieza étnicamás de 100.000 armenios han abandonado ya la zona, un 70% de la población-.

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El contexto histórica de una región en permanente guerra

El origen del conflicto se remonta a la época soviética, cuando Nagorno Karabaj fue asignado a la República Socialista Soviética de Azerbaiyán en 1923, pese a la oposición de los armenios que habitaban la zona. Con el colapso de la Unión Soviética en 1991, los armenios de Nagorno Karabaj declararon su independencia, lo que desencadenó una guerra que causó unos 30.000 muertos y más de un millón de desplazados. El conflicto se congeló en 1994 con un alto el fuego, pero no se logró una solución política definitiva. Desde entonces, se han producido esporádicos enfrentamientos y violaciones del cese de hostilidades, que se han intensificado en los últimos meses hasta la actualidad más inmediata.

En septiembre de 2020, se reanudaron las hostilidades a gran escala, con el uso de artillería, drones, misiles de última generación y aviones de combate. Ambas partes se acusan mutuamente de iniciar la ofensiva y de atacar objetivos civiles. El balance de víctimas es incierto, pero se estima que hay cientos de muertos y miles de heridos, tanto militares como civiles. Además, decenas de miles de armenios han tenido que abandonar sus hogares y buscar refugio en zonas más seguras. Los esfuerzos diplomáticos, condicionados por la influencia internacional de Azerbaiyán y Turquía (un país fundamental para entender el conflicto), para poner fin a la violencia han fracasado hasta el momento, pese a la mediación del Grupo de Minsk de la OSCE, copresidido por Francia, Rusia y Estados Unidos.

La guerra de Nagorno Karabaj no es solo una disputa territorial, sino también una lucha por la identidad y el patrimonio de los pueblos que habitan la región. Los armenios y los azerbaiyanos tienen profundas diferencias culturales, históricas y religiosas, que se reflejan en su visión del conflicto y en su reclamación de la soberanía sobre Nagorno Karabaj.

La identidad armenia cristiana frente a la azerbaiyana musulmana

Armenia es considerada la primera nación del mundo en adoptar el cristianismo como religión de Estado en el año 301, gracias a la labor evangelizadora de San Gregorio el Iluminador, que convirtió al rey Tiridates III y estableció la Iglesia apostólica armenia. Esta Iglesia se separó de la comunión con la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa tras el Concilio de Calcedonia de 451, que definió la doble naturaleza, humana y divina, de Cristo. Los armenios rechazaron esta doctrina y mantuvieron la posición monofisita, que afirma que Cristo tiene una sola naturaleza divina. La Iglesia apostólica armenia es la religión mayoritaria en Armenia y en Nagorno Karabaj, donde representa el 95% y el 99% de la población respectivamente, según el censo de 2011.

El cristianismo ha sido un elemento fundamental de la identidad armenia a lo largo de la historia, especialmente frente a las amenazas externas y las persecuciones que ha sufrido el pueblo armenio. Una de las más trágicas fue el genocidio armenio de 1915, perpetrado por el Imperio otomano, que causó la muerte de más de un millón de armenios y el exilio de otros tantos y que Turquía (tampoco España) sigue sin reconocer. Los armenios consideran que su fe cristiana fue uno de los motivos de su exterminio por parte de los turcos, que eran musulmanes. Por eso, los armenios ven en Nagorno Karabaj una cuestión de supervivencia y de defensa de su patrimonio espiritual.

Azerbaiyán, por su parte, es un país de mayoría musulmana, que se adhirió al islam en el siglo VII, tras la conquista árabe. La mayoría de los azerbaiyanos son musulmanes chiíes, aunque también hay una minoría suní. El islam en Azerbaiyán tiene una influencia moderada y se mezcla con elementos de la cultura turca y persa. El país se define como un Estado laico, que respeta la libertad religiosa y la convivencia entre diferentes credos. Sin embargo, el gobierno azerí ha sido acusado de restringir los derechos de las minorías religiosas, especialmente de los cristianos, y de perseguir a los grupos islámicos que considera radicales o disidentes.

Una deriva autoritaria que ha aumentado exponencialmente desde que en octubre de 2003 Ilham Aliyev fuera designado como presidente de Azerbaiyán. Desde entonces, Aliyev, íntimo aliado y amigo del líder turco, Recep Tayyip Erdoğan, se ha mantenido ininterrumpidamente en el cargo a base de elecciones que no se pueden considerar libres y violaciones constantes de derechos humanos, entre ellas la opresión de la prensa libre y la persecución de la oposición azerí.

Los azerbaiyanos reclaman Nagorno Karabaj como parte de su integridad territorial y de su soberanía nacional, reconocida por la comunidad internacional. Además, consideran que la región tiene una importancia estratégica y económica, por su ubicación geográfica y sus recursos naturales. Los azerbaiyanos también alegan que Nagorno Karabaj tiene un valor histórico y cultural para ellos, y que los armenios son unos invasores que han ocupado ilegalmente su tierra y han expulsado a los azerbaiyanos que vivían allí.

El patrimonio histórico y artístico en peligro

Por otra parte, la guerra de Nagorno Karabaj no solo ha causado un grave sufrimiento humano, sino también un enorme daño al patrimonio histórico y artístico de la región, que es testimonio de la riqueza y la diversidad de las culturas que han habitado la zona. Tanto los armenios como los azerbaiyanos han denunciado la destrucción o el deterioro de sus monumentos, iglesias, mezquitas, museos, bibliotecas y otros bienes culturales por parte del bando contrario.

En concreto, entre los bienes culturales más amenazados por la guerra se encuentran los siguientes:

  • La catedral de Ghazanchetsots, en Shusha, una iglesia armenia del siglo XIX, que fue bombardeada y dañada en octubre de 2020. Los armenios la consideran un símbolo de su presencia histórica en Nagorno Karabaj, mientras que los azerbaiyanos la ven como una construcción ilegal en su territorio.
  • El monasterio de Dadivank, en Kalbajar, un complejo monástico armenio del siglo IX, que alberga frescos, inscripciones y reliquias. El monasterio está situado en una zona que ha pasado a manos de Azerbaiyán tras el acuerdo de alto el fuego de noviembre de 2020. Los armenios han evacuado algunas de sus piezas y han pedido garantías para su conservación.
  • La mezquita de Govhar Agha, en Shusha, una mezquita azerbaiyana del siglo XIX, que fue incendiada y abandonada durante la guerra de los años 90. Los azerbaiyanos la consideran un ejemplo de su arquitectura islámica, mientras que los armenios la usaron como almacén. Tras la recaptura de Shusha por Azerbaiyán en noviembre de 2020, la mezquita ha sido restaurada y reabierta al culto.
  • El museo de Agdam, en Agdam, un museo azerbaiyano que contenía más de 10.000 objetos de arte, historia y etnografía. El museo fue saqueado y destruido durante la ocupación armenia de Agdam en 1993.

La Unesco, la organización de las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura, han expresado su preocupación por la situación del patrimonio cultural en Nagorno Karabaj y ha instado a las partes en conflicto a respetarlo y protegerlo, de acuerdo con las convenciones internacionales. La Unesco ha ofrecido su asistencia técnica y ha anunciado el envío de una misión de evaluación a la región, con el consentimiento de todas las partes interesadas.