La región de Nagorno Karabaj, un enclave montañoso situado entre Armenia y Azerbaiyán, vive desde hace décadas una situación de conflicto olvidado que se ha recrudecido en los últimos meses. El pasado 20 de septiembre, las fuerzas azaeríes lanzaron una ofensiva relámpago para recuperar el control de este territorio, que había sido declarado independiente por los separatistas armenios en 1991, tras la disolución de la Unión Soviética. En solo 24 horas, y aprovechando la debilidad de Rusia -la encargada de velar por la seguridad de la región tras el último acuerdo firmado- los azerbaiyanos lograron tomar la capital, Stepanakert, y obligaron a los armenios a firmar un acuerdo de paz mediado por Rusia, que supuso la capitulación de los secesionistas y la disolución de la autoproclamada República de Nagorno Karabaj.

El acuerdo, que entrará en vigor el 1 de enero de 2024, establece que Azerbaiyán restablecerá su soberanía sobre todo el territorio de Nagorno Karabaj, que tiene una superficie de unos 11.500 km2 y una población de unos 120.000 habitantes, de los cuales el 94% son de etnia armenia. Los armenios que quieran permanecer en la región deberán aceptar la ciudadanía azerbaiyana y acatar su legislación, mientras que los que no lo hagan podrán salir por el corredor de Lachín, que conecta Nagorno Karabaj con Armenia y que desde diciembre de 2022 ha sido objeto de bloqueos y tensiones por parte de las fuerzas azeríes, que han impedido el paso de ayuda humanitaria, medicamentos y alimentos. Un ultimátum que ha dejado imágenes impactantes de filas kilométricas de coches huyendo de esta región por miedo a una limpieza étnica.

El miedo a una limpieza étnica

Sin embargo, el acuerdo ha sido rechazado por gran parte de la población armenia, tanto de Nagorno Karabaj como de Armenia, que lo consideran una traición y una humillación. Miles de personas han protestado en las calles de Ereván, la capital armenia, pidiendo la dimisión del primer ministro, Nikol Pashinián, que firmó el acuerdo bajo presión de Moscú. Pashinián ha denunciado que Azerbaiyán está llevando a cabo una "limpieza étnica" y cometiendo "crímenes contra la humanidad" en Nagorno Karabaj, al expulsar, perseguir y asesinar a los armenios que viven en la región. Según el gobierno armenio, más de 76.000 personas han huido de Nagorno Karabaj hacia Armenia desde el domingo pasado, lo que supone más de la mitad de la población.

Y es que, la guerra ha provocado una crisis humanitaria sin precedentes en la región, que afecta especialmente a la población armenia. Según la ONU, más de 90.000 personas han sido desplazadas de sus hogares, la mayoría hacia Armenia, donde ahora se enfrentan a la escasez de recursos, la falta de alojamiento y la incertidumbre sobre su futuro. Muchos de ellos han perdido a sus familiares, sus pertenencias y sus medios de vida en el conflicto, y temen no poder regresar nunca a sus tierras. Además, se han denunciado graves violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario por parte de las fuerzas azerbaiyanas y turcas, que incluyen bombardeos indiscriminados, ejecuciones extrajudiciales, torturas, mutilaciones, saqueos y destrucción de patrimonio cultural. Estos actos constituyen crímenes de guerra y de lesa humanidad, que deben ser investigados y sancionados por la comunidad internacional.

Además, sobre el terreno se han registrado también casos de discriminación, hostigamiento y amenazas contra los armenios que han decidido quedarse o volver a sus hogares bajo la autoridad de Bakú. Asimismo, se ha cuestionado la imparcialidad y la eficacia de las fuerzas de paz rusas desplegadas en la zona, que no han podido garantizar la seguridad y la protección de los civiles armenios.

La comunidad internacional ha expresado su preocupación por la situación humanitaria en Nagorno Karabaj, pero ha evitado hablar de "limpieza étnica". El presidente ruso, Vladimir Putin, ha instado al presidente azerbaiyano, Ilham Aliyev, a respetar los derechos y la seguridad de los armenios, y ha ofrecido su mediación para facilitar el diálogo entre las partes. La Unión Europea, por su parte, ha anunciado una ayuda de emergencia de 10 millones de euros para los afectados por el conflicto, y ha pedido el acceso de las organizaciones humanitarias a la región. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha convocado una sesión especial para el próximo viernes, a petición de Armenia, para examinar las posibles violaciones cometidas durante la guerra.

El contexto histórico del Nagorno Karabaj

El conflicto de Nagorno Karabaj tiene sus raíces en la historia y la geopolítica de la región del Cáucaso, una zona estratégica y rica en recursos energéticos, donde se cruzan los intereses de varias potencias. Nagorno Karabaj formó parte del reino armenio en la antigüedad, pero pasó bajo la influencia de diferentes imperios a lo largo de los siglos, como el árabe, el persa, el otomano y el ruso. En 1923, el líder soviético Joseph Stalin decidió asignar Nagorno Karabaj a la República Socialista Soviética de Azerbaiyán, a pesar de la mayoría armenia de su población, como parte de su política de dividir y controlar las nacionalidades del Cáucaso. Durante el régimen soviético, los armenios de Nagorno Karabaj sufrieron discriminación y represión por parte de las autoridades azerbaiyanas, y reclamaron en varias ocasiones su unión con Armenia.

En 1988, al final de la era soviética, estalló una guerra entre Azerbaiyán y los separatistas armenios, que se prolongó hasta 1994, cuando se firmó un alto el fuego con la mediación de Rusia, Francia y Estados Unidos, que forman el llamado Grupo de Minsk. La guerra dejó unos 30.000 muertos y más de un millón de desplazados, y se practicó la limpieza étnica por ambos bandos. Los armenios lograron controlar no solo Nagorno Karabaj, sino también siete distritos azerbaiyanos adyacentes, que representan el 20% del territorio de Azerbaiyán. Desde entonces, Nagorno Karabaj se declaró independiente, pero no fue reconocido por ningún país, ni siquiera por Armenia. Las negociaciones de paz se estancaron, y se produjeron frecuentes enfrentamientos armados en la línea de contacto.

Las estrechas relaciones entre Azerbaiyán y Turquía

El último estallido de violencia se produjo el pasado 20 de septiembre, cuando Azerbaiyán lanzó una ofensiva a gran escala, apoyada por Turquía, su principal aliado regional. Turquía, que mantiene un conflicto histórico con Armenia por el genocidio de los armenios durante el Imperio Otomano -entre 1915 y 1923 entre un millón y un millón y medio de civiles armenios fueron exterminados en una matanza que Turquía (tampoco España) sigue sin reconocer-, ha respaldado a Azerbaiyán con armas, asesores militares y mercenarios sirios. Turquía y Azerbaiyán comparten una estrecha relación política, económica y cultural, basada en el lema de que "son una nación y dos Estados". Ambos países tienen una enorme influencia en la región gracias al gas, que exportan a Europa a través de varios gasoductos que atraviesan Turquía, como el TANAP y el TAP, que forman parte del Corredor del Sur de Gas. Estos proyectos buscan reducir la dependencia de Europa del gas ruso, que transita por Ucrania, país que también sufre la agresión militar de Moscú.

La ofensiva de Azerbaiyán ha sorprendido a Armenia, que ha sido incapaz de resistir el avance de las fuerzas azerbaiyanas, que han utilizado drones, artillería y misiles de última generación. Armenia ha acusado a Turquía de querer continuar el genocidio de los armenios, y ha pedido ayuda a Rusia, que tiene un tratado de defensa con Ereván, pero que también mantiene buenas relaciones con Bakú. Rusia, que tiene una base militar en Armenia, ha optado por una posición ambigua y contradictoria, y ha intervenido solo cuando la situación se ha vuelto insostenible para los armenios. Rusia busca mantener su influencia en el Cáucaso, frente a la creciente presencia de Turquía, que también se ha involucrado en otros conflictos regionales, como Siria, Libia y el Mediterráneo oriental.

Urge una solución pacífica, política, justa y duradera

La guerra en Nagorno Karabaj ha dejado, de momento, un saldo de más de 5.000 muertos, según estimaciones oficiosas, y ha provocado una grave crisis humanitaria, que amenaza con convertirse en una catástrofe si no se garantiza la protección de los civiles y el respeto de los derechos humanos. La comunidad internacional debe actuar con urgencia para evitar que se repita la tragedia de los armenios, que han sufrido a lo largo de la historia el exilio, la persecución y el exterminio. Nagorno Karabaj es una herida abierta que necesita una solución política, justa y duradera, que reconozca el derecho de los pueblos a decidir su destino, y que promueva la convivencia pacífica y la cooperación entre las naciones del Cáucaso.