En los largos meses que se ha prolongado la ofensiva de Israel sobre la Franja de Gaza, el enclave palestino se ha convertido en un laboratorio no solo de armas y estrategias de guerra, sino en un laboratorio de política social en el que el Gobierno sionista, encabezado por el prófugo de la Justicia internacional Benjamin Netanyahu, ha conseguido probar que todas sus acciones, por más bárbaras y cruentas que sean, quedan impunes antes los ojos atentos del mundo entero.
Durante el mes de mayo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicaba un informe en el que relataba cómo la población de Gaza estaba “hambrienta, enferma y muriendo” en medio del bloqueo de ayuda humanitaria en el que Israel prohibió la entrada de comida y suministros a la Franja. “Casi millón y medio de personas se encuentran en una situación catastrófica de hambre”, rezaba el informe. Ahora, dos meses después y con el bloqueo algo más moderado, la situación a la que se enfrentan los palestinos de Gaza continúa yendo a peor.
El Gobierno de israelí decidió levantar levemente la presión que ejercía con el bloqueo, permitiendo la entrada de “ayuda básica” tras tres meses con el grifo completamente cerrado. Sin embargo, esta ayuda no ha mejorado el escenario. Israel delegó la tarea de alimentar a los gazatíes a la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF por sus siglas en inglés), una empresa estadounidense creada en febrero con el objetivo de participar en el reparto de alimentos en el territorio asediado. La realidad ha sido muy diferente: en las semanas que la GHF ha trabajado sobre el terreno, el reparto de alimentos se ha convertido en un infierno para los palestinos, que han sido recibidos con disparos y palizas en las colas del hambre. Ante este panorama, los civiles se han quedado con tan solo dos opciones con el mismo final: tratar de conseguir alimentos y morir en el intento, o sufrir una muerte lenta por hambruna.
“Morir de hambre es morir de desnutrición aguda grave […] El problema es que, si mueres, si estas grave y agudamente desnutrido y mueres, es muy inusual haber ‘muerto de hambre’. Has muerto a causa de una diarrea aguda, que es muy, muy común ahora, sobre todo dadas las restricciones de agua y alimentos. Te ha matado algo que el sistema inmunitario de un niño sano repele muy, muy fácilmente”, afirmaba James Elder, portavoz de UNICEF, en una entrevista publicada en la revista New Yorker. Este testimonio es tan solo uno de miles que ponen de manifiesto la crueldad de una hambruna que las Naciones Unidas tienen miedo a declarar de forma oficial.
Ya en julio de 2024, el Consejo de los Derechos Humanos de la ONU emitió una llamada de auxilio declarando que: “la campaña de hambruna intencionada y selectiva de Israel contra el pueblo palestino es una forma de violencia genocida y ha provocado una hambruna en toda Gaza”. Sin embargo, la ONU en su conjunto ha evitado referirse de forma oficial a una hambruna. A primera vista, la explicación para no declarar la “hambruna” en Gaza es que no dispone de los datos necesarios de la “clasificación de la fase de la fase de seguridad alimentaria integrada”. Algo que es completamente factible ya que Israel impide el acceso a la Franja a periodistas y trabajadores humanitarios. Pero como sostiene el exoficial de la ONU, Moncef Khane en un análisis de Al Jazeera: “Cuando las pruebas físicas están a la vista, cuando se dispone de algunos datos fiables, las consideraciones humanitarias deben prevalecer sobre los requisitos técnicos”.
Un silencio que va resonando
No es ninguna novedad que las instituciones internacionales como la Unión Europea o Estados Unidos han callado, e incluso respaldado en algunas ocasiones, las acciones del Gobierno sionista. Esta semana, ante este enmudecimiento de la comunidad internacional ―que parece que poco a poco va levantando la voz afortunadamente―, una coalición de más de 100 organizaciones humanitarias de todo el mundo ha emitido un comunicado pidiendo a Israel el cese del bloqueo y la entrada total de comida, agua y medicamentos al enclave levantino.
Las ONG no han sido las únicas en denunciar esta hambruna. La agencia francesa AFP publicó este 21 de julio un escrito en el que denunciaba la situación que viven sus periodistas sobre el terreno. “Desde la fundación de la Agencia France-Presse, en agosto de 1944 hemos perdido periodistas en conflictos, hemos tenido heridos y prisioneros en nuestras filas, pero ninguno de nosotros recuerda haber visto morir de hambre a un colaborador”, escribían desde la agencia.
Por su parte, el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha dicho este miércoles: “No sé cómo llamarlo si no es hambruna masiva, y provocada por el ser humano […] Esto se debe al bloqueo”. A pesar de estos llamamientos, el ejército de Israel mantiene los pasos fronterizos cerrados permitiendo tan solo un leve flujo de ayuda entre en la Franja.
“Una sádica trampa mortal”
El pasado martes, la Consejería de Derechos Humanos de la ONU anunció que más de 1.000 palestinos habían muerto a manos del ejército israelí mientras trataban de conseguir alimentos en los centros de distribución de la GHF. En concreto, entre el 27 de mayo ―día en que la GHF comenzó sus operaciones en Gaza― y el 21 de julio, 1.054 personas han sido asesinadas en las inmediaciones de los centros de distribución, lo que supone una media de casi 20 personas diarias.
La directora de comunicaciones de la UNRWA ―la agencia de la ONU para los refugiados palestinos―, Juliette Touma, criticaba que “el sistema de distribución de la GHF es una sádica trampa mortal” en la que “se cazan personas con total impunidad”.
Tras 21 meses de guerra, al menos la mitad de los 2 millones de gazatíes se concentran en la ciudad de Khan Yunis y en los campamentos de tiendas y chabolas de la “zona humanitaria” cerca de al-Mawasi, junto al Mediterráneo. El resto permanece en lo que queda de la ciudad de Gaza y en algunas ciudades más pequeñas al norte. En la frontera egipcia, Rafah, antaño una ciudad de 200.000 habitantes ha quedado prácticamente arrasada por las bombas y las excavadoras israelíes.
Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) niegan las afirmaciones de la ONU sobre los más de 1.000 asesinados en los alrededores de los centros de distribución, y afirman que estas cifras se han “inflado intencionalmente”. Soldados de las FDI entrevistados por el diario israelí Ha´aretz afirman que recibieron órdenes de disparar contra las multitudes que trataban de llegar a los centros.
Las FDI califican a estos centros de distribución como un “éxito”. Además, sostienen que, gracias a ellos, han podido arrebatar a Hamas el control de los suministros proporcionados por los grupos de ayuda internacionales antes de que prohibieran a la mayoría de ellos introducir alimentos en la Franja. Para Israel, esto ha reducido la capacidad de la milicia islamista para ganar dinero y ha debilitado su control sobre la población.
El drama de la hambruna más allá
Aunque el hambre sea un factor de riesgo extremo que amenaza con la supervivencia de la sociedad gazatí, las acciones de Israel no provocan tan solo una hambruna artificial. A causa del hambre, la población del enclave palestino se ha visto obligada a cometer actos inhumanos, a volverse los unos contra los otros por la pura desesperación que provoca la falta de acceso a un elemento crucial para la supervivencia humana.
Las colas del hambre provocan conflictos. Aquellos que consiguen hacerse con algo que llevarse a la boca o a la de sus hijos corren el riesgo de volver a sus hogares y ser asaltado por el camino a manos de otros civiles hambrientos. Por no hablar del impacto psicológico de las decenas de personas que han conseguido sobrevivir a este infierno para conocer después que su familia había sido asesinada por los constantes bombardeos mientras esperaban la llegada de alimentos.
“Muy a menudo, ese elemento social ―el trauma, la vergüenza, la pérdida de dignidad, la violación de tabúes, la ruptura de lazos sociales― es más significativo en el recuerdo de los supervivientes que la experiencia biológica individual”, afirma Alex de Waal, director ejecutivo de la Fundación Mundial por la Paz, en un reportaje del periódico ingles The Guardian. “Todos estos traumas son la razón por la que los irlandeses tardaron casi 150 años en poder conmemorar lo que vivieron durante la década de 1840. Quienes infligen el hambre son conscientes de ello, saben que lo que hace es desmantelar una sociedad”, añade.
Si el Gobierno israelí no levanta el bloqueo alimentario sobre la Franja de Gaza, las consecuencias ya no solo individuales, sino para el conjunto de la sociedad palestina, serán completamente devastadoras. Si los bombardeos y ataques constantes no eran suficiente, ahora, la presión que ejerce la bota sionista sobre el cuello de los palestinos entra en la que podría convertirse su fase final: el exterminio completo de una sociedad.