La invasión británica de Australia fue una operación compleja y costosa. Además, contó con el beneplácito de los servicios de inteligencia norteamericanos para evitar que barcos de bandera francesa iniciaran la gran aventura del descubrimiento.

Los comienzos de esta historia surgieron en el verano de 1786 en Londres cuando, en el empeño de buscar nuevos horizontes para colonizar tierras del sur, Gran Bretaña decidió enviar una flota de 11 barcos a la Bahía de Botany, en las cercanías de la ciudad de Sydney.

Una decisión que, con el paso del tiempo, produciría dimensiones contrapuestas. Por un lado, la colonización de un país abundante en recursos naturales y materias primas y, por otro lado, los comienzos de una invasión que culminaría con calamidades para los aborígenes ultrajados y desposeídos de sus tierras

Margaret Cameron Ash, escritora y autora de su nuevo libro Beating France to Botany Bay: The race to found Australia, es decir, la carrera de conquistar el país oceánico y derrotar a los franceses, propone una historia contrapuesta a los sentimientos de las clases populares.

Y es que, según la autora, comentando el libro con el periodista Nick Barker, de la cadena nacional de ABC, la colonización no fue tan simple como llegar a la Bahía de Botany y dar rienda suelta a los miles de convictos trasladados desde las cárceles londinenses.

Para la escritora australiana, el quid de la cuestión sobre la colonización fueron las grandes rivalidades que existían a nivel planetario. Por aquellos tiempos había tanto empeño y envergadura por explorar nuevas tierras en el mundo que, en el caso de Australia, podría haber sucedido algo muy distinto de lo acontecido.

La colonización de Australia, una aventura costosa y compleja

Según la autora del libro, en los viajes que hizo el capitán Cook a Australia, entre los años de 1768 y 1771, navegó a lo largo de las costas meridionales.

Pero, conociendo a fondo la presencia de los nativos y de los miles de años de su historia, Cook resolvió el dilema de un plumazo al reclamar, de inmediato, el inmenso continente isla para el imperio británico.

A continuación, después de los viajes del capitán Cook, el Imperio Británico recomendó dos investigaciones parlamentarias, sobre la colonización de Australia, entre 1779 y 1785. Sin embargo, ninguna de las dos consiguió la aprobación de sus señorías.

La escritora, Margaret Cameron, sostiene que el acuerdo no se llevó a cabo por dos razones. Primero por los costes implicados en la operación y, segundo, por el derecho a veto impuesto por la East Indian Company, en los mares del Indico y el océano Pacífico.

En este contexto la escritora comentó que Australia tenía sus derechos y no quería competidores de ninguna clase.

Por otro lado, alrededor de 1785 la idea de colonizar este país no tuvo mucho arraigo, por cuanto económicamente, la operación sería muy costosa y compleja.

Echando la vista atrás, la autora del libro narra algunos datos sobre la Guerra de los Siete Años que perdió Francia con Gran Bretaña. Y no solo por el gran número de combatientes muertos, sino que también el gobierno francés tuvo que doblar la rodilla tras la pérdida de algunas de sus colonias.

En este contexto, la escritora Cameron-Ash aduce que, a pesar de la derrota, Francia se tenía bien creído que comenzaría un nuevo imperio en la región del Pacifico Sur.

Puestas así las cosas, mientras el país galo proclamaba a los cuatro vientos sus aires de grandeza, los Estados Unidos comenzaban su andadura, mirando con recelo las ambiciones coloniales de los franceses en la región del Pacifico Sur.

 Del mismo modo, el recién constituido país norteamericano, a través de sus agentes de inteligencia, estaba al corriente de las intenciones del país galo, para establecer colonias en Australia.

Y así, llegamos al verano de 1786, cuando un oriundo norteamericano, preocupado por las inquietudes de los ingleses, envió por carta una noticia bomba al Gobierno británico, sobre las intenciones de dos fragatas francesas que avanzaban hacia Australia. Acto seguido, los vetos de índole comercial firmados con la East India Company se convirtieron en papel mojado.

Por fin, resumiendo los acontecimientos posteriores, la autora del libro, escribe la Pérouse, llegó a la Bahía de Botany de Sídney tres días más tarde que la primera flota de barcos ingleses. 

Una cuestión y una duda que queda flotando en el aire, cuando ElPlural.com hizo una pregunta a una académica de Historia que prefirió no identificarse, al insinuar cómo habría sido este país, bajo la tutela de Francia. La respuesta de la académica fue tajante, diciendo que la pregunta daría lugar a toda clase de alusiones o reticencias que no tenían mayor sentido, por cuanto los argumentos serían interminables. 

Sin embargo, y por muy interminables que fueran los argumentos, la autora del libro, en respuesta al periodista de la cadena nacional de la ABC, dijo que el desenlace de la pugna entre los dos países podría haber sido favorable a los franceses.

Sí que es cierto que, en apariencia, los ingleses llevaban gran ventaja con 11 barcos, mientras que la nave de la Pérouse contaba solo con una fragata. Pero, no hay que olvidar, que la mitad de las naves británicas iban sin armamento y viajaban hasta los topes de convictos. Por lo tanto, añadía la escritora "no creo que el capitán Arthur Phillip, que comandaba la primera expedición, pudiera haber tenido muchas posibilidades de éxito".

De cualquier manera, y a pesar del reto planteado por la marina francesa," los barcos ingleses, continuaron llegando en años sucesivos provocando enfermedades contagiosas, violencia, opresión y apoderándose por la fuerza, de territorios de los nativos".