23.30 horas del lunes 6 de febrero. Aterrizaje en Estambul. Problemas con el equipaje. La llegada hasta Adana, zona 0 del terror tras la cascada de terremotos en Turquía, se demora. Sin tiempo que perder, las autoridades locales piden auxilio a cinco kilómetros de distancia. Un edificio se ha derruido. Doce voluntarios, dos perros de rescate y mucho cansancio a las espaldas acuden a la llamada. Primera estocada: “No había nadie. Solo cadáveres”.

Ha sido un fuerte revés. La peor de las tomas de contacto. No caben las lamentaciones, es el momento de poner rumbo al epicentro del drama humanitario. El país traga aire, conteniendo las lágrimas, tratando de despejar la mente frente a unas imágenes que parecen sacadas de otra época. Algunas ciudades han quedado prácticamente reducidas a escombros. Muchas familias lo han perdido todo en lo personal y en lo material y viven atemorizadas ante la posibilidad de que un nuevo movimiento tectónico de grandes dimensiones tenga lugar en las próximas horas.

El camino entre los dos lugares se tuvo que hacer con camiones. Entre el estado de las carreteras y el atasco -fruto de la gente que trataba de huir- necesitamos diez horas para un viaje que en condiciones normales requiere de cuatro o cinco”, explica a ElPlural.com Sergio Belloch, responsable de comunicación de la ONG Intervención, Ayuda y Emergencias (IAE).

24 horas más tarde llega la segunda prueba de fuego. La llamada se corta. El frío y las interferencias complican la comunicación. Cambio y corto. Son los primeros en llegar y es el momento de informar, dar parte, analizar el terreno y dirigirse a la misión asignada. Es la primera brigada internacional que pisa la zona tras los terremotos, confirman los efectivos locales, y sus medios son imprescindibles para acudir al rescate de un joven de 26 años que lucha por sobrevivir entre los escombros: “La persona presentaba una posición frágil y tenía el pie atrapado entre varias vigas. Procedemos a liberar primero esta parte del cuerpo y después a la extracción. Resulta especialmente difícil por el poco espacio de maniobra del que disponemos”.

Las imágenes impactan. La voz, en una llamada Turquía-Valencia, la protagoniza Moisés Belloch, bombero y presidente de una ONG especializada en rescates con muchos kilómetros a sus espaldas: Haití, Ecuador, Nepal, El Salvador, Pakistán o Sri Lanka cuentan con su parte de servicios. Ahora vuelven a Turquía, donde también se dejaron notar durante el terremoto de 1999.

"Habéis resucitado a nuestro hijo (…) Ya pensábamos que moría allí"

Doce personas (diez valencianas, una gallega y otra de Melilla) y dos perros es todo el equipo con el que cuentan. Saben a lo que se enfrentan, pero no por ello se les deja de hacer duro cuando ven este tipo de escenas: “Están preparados desde hace muchísimos años y han hecho un montón de intervenciones, pero es una situación que siempre te marca… Te deja marcado de por vida. Ver a la gente durmiendo por la calle, encima con el frío que hace ahora, la penumbra, la miseria, la desesperación de no saber dónde están sus familiares”, enumera Belloch.

Trabajando de forma quirúrgica, a toda prisa y con la precisión de quien salva una vida, la ONG española se esfuerza en retirar escombros sin dañar al joven que asiste a su rescate. Con los sollozos de unos padres entre el miedo y la esperanza, la presión y el reloj juegan en contra del equipo de IAE. El chico sale con una rotura en la pierna y una luxación en el hombro. La ambulancia se lo lleva. Le han salvado y la alegría se desborda entre los presentes. “Habéis resucitado a nuestro hijo (…) Ya pensábamos que moría allí”, trasladan los padres.

Este tipo de rescates “les dan vida” y los animan para continuar intentando lograr otros. “Les da fuerzas para seguir con su labor, más después de escuchar a los familiares”, apuntan desde centralita. Ojalá que haya muchos finales iguales, explican. “El paso del tiempo cuenta, pero siempre hay esperanza y se trabaja con las mismas ganas que el primer día para encontrar y sacar el máximo número posible de personas de los escombros”, asume la ONG, que concluye apelando a la colaboración ciudadana y el optimismo, sin los cuales no serían capaces de trabajar.

Un operativo sin precedentes

Estos doce voluntarios, escoltados por los perros de rescate, fueron los primeros en llegar al epicentro del suceso. Pero no han sido los únicos. Operativos españoles se han volcado en apoyar en este drama humanitario: militares de la UME, sanitarios, bomberos y rescatadores profesionales.

Un contingente que parte desde aeropuertos distintos y se encontrará sobre el terreno. A los buques de La Armada Juan Carlos I y Galicia, con 500 infantes a bordo, se sumaron desde un primer momento dos aviones con 56 militares de la UME y 40 miembros del Equipo de Respuesta Inmediata de la Comunidad de Madrid -bomberos, sanitarios del 112 y guias caninos-. Horas más tarde, desde Morón de la Frontera partió un Airbus 330 con equipos especializados en rescates sepultados. A partir de ahí, la ayuda se reprodujo: bomberos de toda España, brigadas médicas y voluntarios han hecho que los primeros cálculos apunten a unas 1.200 personas actuando en este momento para ayudar en este drama humanitario. 

La lista de defunciones no deja de ascender. Nombres y apellidos que quedarán escritos en un obituario conjunto que se incrementa por horas: más de 15.000 muertes en el momento de publicación de este artículo. Un país de luto, como confirmó el propio presidente Recep Tayyip Erdogan: “Declaramos nuestras 10 provincias donde ocurrió el sismo como zonas de desastre efectivo en la vida general. Con el fin de garantizar que las actividades de búsqueda y rescate y las labores posteriores se puedan realizar con rapidez, hemos decidido declarar el Estado de Emergencia por 3 meses en 10 provincias de conformidad con el artículo 119 de la Constitución”.